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Buen ambiente en familia: priorizar el amor en pareja

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Qué importante es hacer buen ambiente en familia, con tono humano alegre y optimista, que lleva a ver todo lo bueno de los demás, incluso en circunstancias adversas. Con mirada optimista todo se puede afrontar. Así los problemas se relativizan, cobran su verdadero valor y permiten una buena convivencia.

Todos necesitamos sentirnos queridos. El ambiente de cariño, de confianza y libertad, facilita la lucha por lo mejor de cada uno. Somos seres familiares. La familia es lo más valioso que tenemos y necesitamos. El ámbito donde cada uno se construye como persona, en ese entramado de las relaciones auténticamente personales sumergidas en cariño. A cada uno se le valora y se le quiere por quien es.

En ella despliega su más hondo sentido cada persona, y su afectividad, al sentirse de veras querida y poder querer a los demás. Porque las personas son lo más importante y la relación con ellas también. Debemos poner el corazón en ello.

Por eso es bueno apostar por una dinámica familiar en la que cada uno pueda lograr lo mejor de sí, pensando en los demás. De esa forma se aprende a querer, algo vital: la «misión» más importante de la vida y la que nos hace más felices.

Una cita de gran calado del genial G. K. Chesterton: «El lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen… no es una oficina ni un comercio ni una fábrica. Ahí veo yo la importancia de la familia.»

Amor en la pareja: ideas para cuidarlo

1. Priorizar

El amor de pareja es el origen y núcleo de la familia. Es necesario aprender a priorizar la relación: hacer que el otro sea lo más importante, porque lo llevamos en el corazón, y así lo decidimos. Descentrarse de uno mismo para poner al ser querido en el centro de pensamientos y afectos. Y esto, renovarlo cada día con ilusión. Como dice José Pedro Manglano, «el amor es como el pan: hay que estrenarlo cada día. El de ayer se ha quedado duro».

Mimar la relación, cuidarla, protegerla, custodiarla, que pueda mejorar con el tiempo como un buen vino en barrica de roble… Uno se casa para querer al otro, para ayudarle a conquistar lo mejor de sí, a la luz del cariño. Tener este pensamiento en el punto de mira facilita la relación y la hace crecer como la espuma.

2. Talentos

Además, el amor es clarividente: permite ver las cualidades y talentos del otro, en los que es especial, y toda esa grandeza a la que puede llegar si lo desarrolla. De esa forma, le podremos ayudar, con la fuerza del cariño, a trabajarlo con ilusión y deportividad. Y viceversa. Sin desanimarse ni rendirse a las dificultades del camino, que siempre habrá, pero nos ayudan a pelear por lo que queremos y valoramos.

Por tanto, descubrir fortalezas y cualidades para desarrollarlas teniendo una actitud optimista y esperanzada ante la vida. Apuntar a lo mejor con esperanza, esa luz que siempre atraviesa nuestra vida. Porque el sol siempre cabalga por encima de las nubes, nos dice J. R. Tolkien.

Querer significa pensar en la otra persona, mirarle a los ojos, buscar tiempo para hablar y conectar, para divertirse, para hacer cosas juntos… Ver lo que necesita, lo que le alegra, sonriendo aunque no apetezca siempre o el corazón esté frío… Se trata de desplazar el centro de atención del yo al tú, como señalara J. B. Torelló. Sin embargo, la convivencia se hace difícil si no se concreta ese querer, si no se trabaja, si uno se deja llevar por apetencias del propio «yo», tan egótico muchas veces.

Se trata de poner al ser querido en el centro de la vida y de los afectos, teniendo un alma generosa, cediendo, aprendiendo a contemplarlo… Buscando su bien, como ya apuntara Aristóteles. Es decir, que sea bueno: que sea cada día un poquito mejor. De ahí la necesidad de aceptarle primero, tal como es, haciendo énfasis en sus virtualidades y capacidades singulares, que apuntan a su mejor personalidad. Así podrá desarrollar ese potencial, ayudado del cariño que le otorgamos. Un pensamiento del gran Juan Pablo II: «El amor es mirar al otro, no para servirse de él, sino para servirlo.»

3. Sentimientos y afectividad

Por eso, se necesita tiempo para estar juntos, para comprender y sintonizar, para compartir sentimientos, que es lo que nos enriquece la vida. Seleccionando los mejores y más nobles, para agradecerlos y fomentarlos, y desechando los que no merecen la pena o nos hacen peores personas. Enfados, individualismos, malas contestaciones…

De esta manera, el otro se convierte en ese amigo incondicional con el que se quiere compartir la existencia entera, porque se le quiere infinito. Es el que nos ayuda a dar lo mejor de uno y nos colorea todo el universo. Muchas veces la alegría hunde sus raíces en forma de sacrificio gustoso por quienes amamos. Es lo que nos hace felices y lo que convierte una casa en un «hogar» cálido donde todos están a gusto. Donde se tienen ganas de volver, porque se respira paz y alegría, detalles concretos de cariño.

Cuando amamos nos sentimos como arrastrados por una fuerza trascendente, pero no nos sentimos prisioneros, sino libres, dueños de nuestro «destino». Respondemos a la llamada, a lo que podemos llegar a ser, gracias al amor.

4. Conversaciones y ternura

Como hemos mencionado, la convivencia se alimenta de conversaciones, que son la forma de intercambiar intimidades. Son un diálogo de pensamientos y afectos… Escuchar primero, para comprender el mundo interior de la persona querida.

También es bueno pensar qué tema o asunto se habla en cada situación, mirando las necesidades del otro, de los otros. Compartir lo que se tiene en la cabeza y en el corazón que enriquezca la relación. Muchas veces significa hablar con el corazón. Y descubrir la magia de conectar: que mi mundo sea su mundo, y viceversa; es decir: «nuestro mundo». Guerra a «lo mío» y «lo tuyo», que desune; desde el día del sí quiero, lo mío es tuyo y viceversa.

El dejarse llevar de las prisas no favorece la comunicación ni la empatía. El trato se hace superficial, no se comprende de veras los estados del alma del otro. Y la ternura es lo propio del amor, lo que da fuerza: hace sentirse entrañablemente querido, querida. Porque, para dos que se aman lo pequeño es siempre grande.

Es preciso descubrir la importancia de los detalles en las relaciones personales. De ese modo, como señalara Oliveros F. Otero, nos descubrimos como personas, y también descubrimos a los demás en sus mejores actuaciones. Nos quedamos con lo mejor de cada uno, que es la forma de conocerlos bien.                                       

Mª José Calvo. Médico de Familia y fundadora del blog optimistaseducando.blogspot.com

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