Desde nuestro amor en la pareja hasta el que transmitimos como familia. La importancia de este en los diferentes aspectos de nuestra vida implica estar atentos y superar los pequeños obstáculos que implica, no solo una gran vida, también un gran amor.
Gestos cotidianos que construyen un amor auténtico
El buen amor permite ver lo mejor de la otra persona: su belleza interior, sus cualidades singulares, aquello con lo que nos alegra la vida. Y lo propio de ese amor es formar la mejor imagen mental del ser querido.
El amor cotidiano, trabajado con pequeños gestos y atenciones, es una auténtica obra de arte, de detalle y filigrana, y adquiere la fuerza y la belleza de lo noble, de lo sagrado. Es algo tan relevante que posee destellos de eternidad. El tú del otro deviene en parte del yo, forma la entraña de esa nueva unidad del «nosotros» en el amor, y se coloca en el centro del propio corazón. Eso es amor, un amor lleno de armonía, un amor hermoso. Para lograr todo esto, tres puntos clave que pueden ayudar a mejorar el cariño día a día, inspirados en un gran humanista, Tomás Melendo.
- Pensar algún detalle concreto de cariño al comenzar el día, incluso anotarlo, así todo cobra nueva ilusión.
- Expresar agradecimiento ante tantos detalles del otro…
- Un tiempo para quererle, para estar juntos cada día, sin hablar de tareas, quejas, problemas y facturas… Solo hacerle la vida agradable.
¿Y el dolor?
En ocasiones nos encontramos con “dolores” y sufrimientos repartidos por el camino, que son como la “piedra de toque del amor”, donde se ve claramente ese cariño, aunque duela, y se va acrisolando. Aquella idea tan sorprendente y esencial: “si no quieres sufrir, no ames”, pues el amor conlleva sufrimientos. Pero, ¿qué sentido tendría una vida sin amor? Muchas veces, intentamos rehuir todo sufrimiento que nos llega, pero en el dolor se manifiesta ese amor, nos da sentido y hace madurar.
A veces también causamos dolor al ser querido con nuestro comportamiento, quizá sin darnos cuenta. Por eso, contamos con el perdón, que sana, restaura y reconforta. Cada uno perdona porque quiere al otro más de lo que pueda fallar. Quien ama mucho perdona muy fácilmente…
Algunos grandes pensadores también escriben sobre el dolor. Me viene a la cabeza C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien. El dolor en Tolkien apareció en su vida desde muy pequeño con la muerte de sus padres y luego con la Gran Guerra, antes de acabar sus estudios… Pues dice: uno de los misterios del dolor es que para el que lo sufre es un camino ascendente, —una oportunidad de crecimiento—, por más que sea arduo. Y, además, apunta su amigo Lewis, estimula la compasión y la ayuda en las personas cercanas, les anima a ser más empáticas y mostrar cariño. Y eso es siempre bueno, poner el corazón con los que sufren.
Fortalezas y sinergia
Por otro lado, con el paso de los días, si se cuidan y se fomentan, se hacen más reales y hondas las cualidades y virtudes de cada uno, y esos puntos fuertes propios y de la persona amada, junto con los que surgen con esa nueva unidad de los dos. Así como la sinergia que se produce al ponerlos al servicio del amor mutuo. De esta forma se va desarrollando y armonizando la vida entera en pareja, y en familia, que refleja el crecimiento personal de cada uno, y de ambos, como equipo fundador de esa realidad tan especial y entrañable. «Donde la libertad y el amor florecen”.
La familia contiene la esencia del cariño para todos: lo que más necesita el ser humano. O quizá, lo único necesario. Con palabras de J.W. von Goethe: “Cierto que en el mundo de los hombres nada hay necesario, excepto el amor”. Porque, «la familia no es sólo una institución, sino un fundamento, el fundamento de casi todas las instituciones”, apunta Chesterton con su agudeza y genialidad.
El tiempo a nuestro favor
Como el buen vino, la vida cotidiana se transforma y mejora cuando se cuida con esmero y adquiere “solera” como un buen vino añejo en barrica de roble… El tiempo juega a nuestro favor desarrollando y aquilatando lo mejor de ambos.
La imaginación, el cariño, la sorpresa, los detalles, la entrega… hacen realidad el amor que queremos construir y lo expresan, le dan nuevo brillo y reflejos llenos de matices singulares cada día.
Escribe Miguel Aranguren en Woman Essentia: “No se ama en el ayer, ni en la promesa, sino en el tic tac de oportunidades actuales y actualizadas. Nada refleja mejor el rostro de Dios que cada golpe de tic, que cada eco de tac en el corazón común de los esposos”.
¿Y las pequeñas crisis?
Pero no siempre es fácil. A veces molestan algunas cosas del otro, por rutina, cansancio, “yoísmos”, que pasamos a primer plano y no nos dejan ver a la persona que está con nosotros, con la que hemos prometido querernos en las buenas y en las menos buenas… Anteponemos esas pequeñas manías o caprichos, o quizá solo gustos y modos de ser diferentes, que no dejan percibir la belleza de la otra persona y el cariño atesorado.
Es preciso apartar todo ese cúmulo cuanto antes, vaciar el corazón de nimiedades, que además nos quitan la paz, para que la persona querida salga a la luz y refulja con su singularidad y cualidades, con su algo especial que nos cautiva y enamora.
Como refiere G. Chapman, «siempre podemos tratar de dar dirección al amor haciendo peticiones en lugar de críticas”.
Pero no podemos crear en el otro una voluntad de amar. Cada uno decide, cada día, en cada momento, en primera persona, amar o no amar. Quizá, a veces, cueste, sobre todo cuando llegan problemas, un trabajo desmesurado, el estrés y la falta de tiempo, pero siempre compensa poner un poco entre paréntesis el propio yo, pensar en el otro, ser empáticos y generosos. Amar. Todo mejora y ayuda a mejorar al que se siente querido de ese modo tan auténtico y entrañable.
Lo negativo desune y la crítica destruye y es ineficaz para pedir amor. Es mucho más efectivo dar amor, practicar el «primero yo», facilitar el amor, para que la otra persona se sienta valorada, admirada, y pueda amar. Que en el fondo es la única manera en la que podrá ser feliz: ¡amando!
Con palabras cargadas de significado y relieve de Gustave Thibon: «El realismo de la vida conyugal tiene por misión, no precisamente secar el ideal primero de los esposos, sino depurar ese ideal de las ilusiones que en él se mezclan y no retener sino su más alta esencia». De eso se trata, de aquilatar el cariño, de hacerlo mejor cada día, con la ayuda del otro, con el poder de la generosidad y el agradecimiento.
Los hijos
Los hijos se alimentan de ese amor recíproco, hondo y fuerte, que se desborda eficazmente hacia ellos, a cualquier edad, y les ayuda a desarrollarse bien en cuanto personas capaces de amar. Aprender a amar es lo fundamental de la vida y lo único que queda al despedirnos. La auténtica felicidad personal deriva y es proporcional al desarrollo de esa capacidad de amar, concretada en obras. Uno crece como persona solo en la medida en que ama más y mejor a quienes tiene que amar.
Por tanto, los esfuerzos dirigidos en la educación de los hijos han de surgir y concretar el amor que les tenemos y encaminarse a hacer de ellos personas que sepan querer a los demás. Educar es enseñar a amar y a poner cualquier otro logro personal al servicio de ese amor, sostiene Melendo.
Dar amor siempre es prioritario y fuente de plenitud, sin buscarla. Y las personas, muchas veces, cuanto menos lo merecen más lo necesitan para remontar… Saber percibirlo de ese modo y así ayudarles.
Intentemos centrarnos en la vida real, con los seres queridos, porque vivimos en la era del escaparate de lo virtual, que no nos «llena», pero engancha. Y, a veces, descuidamos la vida real y auténtica que dijera Pascal, de relaciones personales, donde podemos querer y sentirnos queridos… Especialmente en la propia pareja, y en familia. Pues, ¡a por ello!
Mª José Calvo
optimistaseducando.blogspot.com