Escribió Chesterton: «El objetivo de tener un Año Nuevo no es que tengamos un nuevo año, es que debemos tener un alma nueva.» Nos podemos preguntar: ¿Cómo se puede hacer el amor nuevo? ¿Cómo se puede amar con un amor de calidad?
El amor se basa en un encuentro entre dos personas para formar una nueva unidad, una «unidad en el amor»: es una llamada a algo grande. Suele comenzar con el enamoramiento, que capta nuestra atención en forma de belleza, y nos sorprende al ver esa dimensión inesperada. Estar enamorado es algo que nos viene dado, un regalo impresionante que nadie puede decir que lo ha merecido. Y ese deslumbramiento inicial permite que vislumbremos la meta a la que podemos llegar. Nos ayuda a salir de nosotros mismos, para tender un puente hacia el «tú», y formar un «nosotros». Además, el amor nos torna el corazón más cálido, más comprensivo, más empático.
Porque el amor consiste en una reacción de los sentimientos y de la voluntad que se complacen en el bien de la otra persona y nos empuja a quererla con todo el corazón, con toda el alma, y a ponernos a su servicio para ayudarle a ser feliz. Ya no concebimos un mundo sin su presencia; es más, es esa persona la que ha iluminado todo nuestro mundo.
Entonces, ¿cómo mejorar el amor?
¿Crece solo con dejarnos llevar por los sentimientos? En este planeta todo lo valioso hay que cultivarlo y hay que poner esfuerzo en ello. Si no, puede debilitarse, secarse y desaparecer… Por eso, hay que poner empeño en hacer que nuestro amor hoy se parezca a ese destello que tuvimos, que nos deslumbró. Es decir, que nos encaminemos a lo que nuestro amor está llamado a ser.
Porque para que el amor no decaiga, podemos alimentarlo cada día con pequeños detalles, que con el tiempo se transformarán en hábitos y virtudes. El amor nos estimula y nos ayuda a crecer, a mejorar; y esos hábitos conseguidos alimentan al amor. Pueden ser hábitos de generosidad, de amabilidad, de servicio, de agradecimiento…
Recurriendo a una metáfora, el amor es como un fuego que hay que avivar con pequeñeces continuas todos los días y grandes troncos en los inviernos fríos; pero la hojarasca, los detalles, es lo que mejor prende. Hay que evitar que el fuego disminuya o se apague: hay que estar pendiente para que nos dé su luz y calor. Además, las exteriorizaciones sensibles del amor, esos gestos cariñosos, hacen que aumenten los sentimientos positivos hacia el otro, y hay que esmerarse en avivarlos cada día.
Para renovar nuestro amor podemos descubrir lo mejor del otro, para agradecerlo y estimularle a que lo desarrolle, con todo nuestro cariño; y no dejar de demostrarle que le queremos, con sentimientos favorables o no.
Mª José Calvo. Médico de Familia. Optimistas Educando
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