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Agenda tiempos específicos para la vida en pareja

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Con la vorágine del curso, los matrimonios olvidamos a veces lo importante que es ocuparse el uno del otro. Entre el trabajo y los niños, la vida de pareja se convierte en una especie de carrera de relevos en la que estamos todo el rato ocupándonos de tareas: «yo recojo a Fulanito, tú te ocupas de Menganita, ¿has comprado pan? Por eso es tan importante reservarse un tiempo especial para la pareja. Y reservarlo a conciencia.

En el trabajo, si tenemos agenda una reunión para trabajar un tema concreto con una persona determinada, normalmente lo marcamos en nuestro calendario. Si otra persona distinta nos pide otra reunión el mismo día a la misma hora, lo más probable es que le digamos que no podemos. Si esa segunda reunión sobrevenida es importantísima, entonces llamaremos a la persona con la que hemos quedado primero para pedirle otra fecha para posponer o adelantar la reunión. No la cancelamos, la movemos de sitio en la agenda.

En el matrimonio, a veces cometemos el error de no cuidar lo suficiente esos encuentros tan importantes para mantener la comunicación fluida y cuidar el uno del otro. Lo vamos dejando para «cuando podamos». Y si por fin conseguimos una fecha pero surge cualquier problema, lo cancelamos sin más para mejor ocasión. Y así se van pasando los días sin que cuidemos de la pareja como es necesario para garantizar que la familia funciona perfectamente.

En su libro El encuentro de tres amores, Tomás Melendo, catedrático en Filosofía, explica la clave para evitar caer en esa costumbre. Nos propone que demos a esos ratos reservados en pareja la misma importancia que le damos a una reunión de trabajo. Lo agendamos. Literalmente. En nuestra agenda en papel o la digital. Ponemos un recordatorio si hace falta. Así sabemos que ese rato está ya «ocupado» y que no lo podemos utilizar para otra actividad. Si, por lo que sea, surge un inconveniente que nos pisa la fecha elegida, al tenerlo agendado previamente, seremos mucho más cuidadosos y no cancelaremos sin más, sino que procuraremos buscar otro hueco adecuado, mejor antes que después.

Esas citas a solas del matrimonio no tienen que ser ni perfectas ni especiales ni caras. A lo mejor nuestro encuentro es simplemente desayunar un día a la semana después de dejar a los niños en el colegio, o comer un viernes mientras están en el comedor, o merendar una tarde o abrirse un buen vino cuando ya todos están en la cama. Cada uno ha de valorar sus circunstancias. Lo importante es tratarlo con esa misma eficacia y profesionalidad con la que tratamos las reuniones laborales para que no nos ocurra que se nos acaben pasando las oportunidades de estar juntos porque no hemos reservado el momento en agenda.

 

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