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Vacaciones de Navidad: ideas y juegos para llenar el tiempo libre

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Las vacaciones de Navidad deben significar un tiempo de descanso y también de ocio, pero no para «hacer el vago», tumbarse en el sofá sin más, tragarse todo lo que pongan en la televisión, o enfrascarse horas y horas delante del ordenador o del videojuego.

Hay muchas actividades y juegos que pueden divertir a nuestros hijos durante las vacaciones de Navidad, a la vez que estimulan su curiosidad, les ponen en contacto con los demás y les desarrollan sus habilidades e inteligencia.

Sin embargo, vivimos en una sociedad opulenta en la que el ocio es cada vez más abundante; una sociedad que establece mecanismos para combatir el aburrimiento, llenar el tiempo libre y dar sentido a una vida generalmente carente de otros estímulos más elevados. Y nuestros hijos, por mimetismo, se sumergen también en esta sociedad.

El ocio no es pasividad

Para el doctor Javier San Sebastián, médico psiquiatra y Jefe de Unidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Hospital Ramón y Cajal, el ocio no significa pasividad. «El ocio es tiempo disponible para hacer, imaginar, para desarrollar la fantasía, para crear», señala. Este especialista añade además, que el ocio imaginativo puede ser decisivo para ayudar a encontrar el sentido de la existencia. En la capacidad de observar, de inventar, de explorar, de experimentar, de combinar piezas para buscar nuevas formas, están la base y los cimientos, no sólo de un desarrollo psicosocial adecuado, sino de muchas vocaciones científicas y artísticas.

A partir de los 8 años y en el período de la preadolescencia, los distintos juegos se van haciendo cada vez más complejos y exigentes. El niño se va haciendo cada vez más sensible a los mensajes consumistas de nuestra sociedad de mercado implacable. El niño preadolescente busca juegos acorde con sus preferencias y también con sus aptitudes.

Las vacaciones de Navidad se convierten en la exaltación del juguete de todo tipo y los padres deben hacer esfuerzos ímprobos para impedir que nuestros hijos entren en una especie de rivalidad establecida sobre la base de cuánto tiene cada uno.

El juego como elemento socializador

El juego tiene que desarrollar su conducta de socialización y tiene que constituir la base sobre la que se asentará el inicio de la relación de amistad. Por eso, de forma paulatina, las actividades lúdicas deben hacerse cada vez más sociales y con los amigos.

Suele iniciarse en esta etapa el juego con videoconsolas y videojuegos, y en la medida que se pueda, deben orientarse más a practicarlas en grupo que en solitario. Los roles masculinos y femeninos condicionan también mucho el tipo de juego, tanto ligados al movimiento como simbólicos.

La improvisación y el ingenio, con la creatividad y el ajuste a unas normas, pasan a ser la clave de juegos sociales con representaciones, dramatizaciones, simulaciones, imitaciones, adivinanzas etc…

La práctica del deporte también tiene que ser una actividad que debemos fomentar los padres, siempre que el deporte se ajuste a las cualidades y aptitudes del niño, sin forzarle.

El juego de las reglas

A partir de los 7 años, se inicia la etapa en la que los juegos tienen reglas que los jugadores deben acatar y cumplir. La estructura psicológica del niño ya le permite la comprensión y asimilación de las mismas, y el aprendizaje está lo suficientemente consolidado como para que se establezca en los pequeños jugadores, una incipiente conciencia ética que les indica que el no cumplimiento de las normas que rigen cada juego les coloca en la situación de tramposos, suscitando con ello el rechazo por parte del grupo.

Las reglas serán, en adelante, los patrones que definirán los juegos en grupo, y su implantación y asimilación dependerá de los modelos que tenga el niño en sus hermanos mayores, en el colegio al que asiste, en casa…

El objetivo es que, a través del juego, se aprenda progresivamente a aceptar al otro con sus peculiaridades, a respetar la autoridad de los árbitros y líderes, a experimentar la frustración de perder, a tratar adecuadamente a los compañeros de juegos y a asimilar tanto la adversidad como la suerte, mejorando el autocontrol.

Ocio en solitario

Existen actividades que ayudan a ocupar el ocio en solitario de forma positiva y constructiva, además de divertida, como la lectura o la música. Durante las vacaciones de Navidad, la lectura es, probablemente, la actividad más recomendable y saludable en que puede emplearse un niño cuando está solo. Aporta información, emoción, estimula la imaginación y la fantasía, mejora la capacidad dialéctica etc…

También, la expresión artística en sus múltiples facetas, como la pintura, el dibujo, modelado, escultura, literatura incluso la danza o el baile, son actividades muy educativas para realizar en solitario.

Alejandra Márquez
Asesoramiento: doctor Javier San Sebastián, médico psiquiatra y Jefe de Unidad de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Hospital Ramón y Cajal

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