Los niños son capaces de entretenerse con cualquier cosa siempre que sepan de qué va. Por eso, antes de ponernos en marcha con una actividad cultural, conviene que conozcan algunos datos relevantes de lo que se esconde detrás. Además, lo que más quieren nuestros hijos, aunque no lo verbalicen, es pasar tiempo en familia. Así que, como colofón de cualquier visita cultural, debemos incluir una comida juntos.
El invierno, los planes dependen de lo que diga el termómetro y el pronóstico del tiempo marca buena parte de nuestras decisiones. Las actividades culturales son una excelente opción para disfrutar el ocio en familia. Y les sacaremos mucho más partido si sabemos prepararlas bien.
¿Realmente podemos conseguir que una representación de ballet consiga atraer la atención de nuestros hijos? ¿Se pueden emocionar visitando una buena pinacoteca? ¿Seremos capaces de sacarle partido a esas vasijas griegas que hay en los anaqueles? ¿Aprenderán algo de historia si recorremos un castillo? La respuesta es siempre sí.
La cultura en familia no se tiene por qué circunscribir al séptimo arte. Podemos planificar todo tipo de visitas a museos y participar en espectáculos de cualquier clase sin que por ello estemos fastidiando a nuestros hijos. La clave está en tener en cuenta unos cuantos trucos que convertirán la ocasión en una cita irrepetible.
Trucos para hacer atractivas las actividades culturales a los niños
1. Solo se entiende lo que se conoce
Los niños pueden entretenerse con cualquier cosa siempre que la conozcan y por eso antes de hacer cualquier visita cultural, conviene darles información. Por ejemplo, si vamos a visitar unos yacimientos arqueológicos, en los que explican la evolución del hombre, podemos ver con ellos antes algunas películas que hablen de la prehistoria.
Son imprescindibles los capítulos de la ya clásica serie Érase una vez el hombre. Divertida, aunque menos histórica, es la película de Los Croods. Y si ya son suficientemente mayores, no hay problema en recurrir a algún buen documental. Para otras etapas históricas, la serie El Ministerio del Tiempo está resultando una gran apuesta. Y podemos utilizar libros de historia editados para niños, como la colección de Espasa que recorre la de España y la del Mundo con divertidas ilustraciones.
2. Un plan redondo y completo para el día
Si queremos que el día sea perfecto, tiene que estar perfectamente planificado. Esto no significa que tengamos que cumplir obligatoriamente un estricto horario, sino que conviene no llegar a ciegas a un museo, sin saber si es grande o pequeño y qué obras podrían gustar más a nuestros hijos. La improvisación no funciona bien.
Con los recursos digitales que ofrece cualquier entidad cultural, podemos conocer de antemano datos como cuáles son las principales obras que podemos visitar y un plano detallado del lugar. Si centramos la visita en conocer en profundidad algunos elementos y pasar por alto el resto, habremos hecho un plan entretenido del que tendrán un buen recuerdo.
Para dejar un buen recuerdo, podemos reservar para el final algún elemento que sabemos les va a impresionar más. Por ejemplo, si visitamos los cuidados jardines de La Granja de San Ildefonso y su fantástico palacio, que pueden no resultar de gran interés para todos nuestros hijos, podemos incluir en el itinerario el pabellón de caza de Riofrío, que conserva una extraordinaria colección de animales disecados que siempre les impresiona.
3. Nos gustan mucho los retos
Con un poco de maña, podemos elaborar algunos ‘entretenimientos’ añadidos a la visita con el aliciente de convertir a nuestros hijos en detectives culturales. Por ejemplo, si visitamos un museo, podemos utilizar las fotografías de los cuadros que encontremos en internet para preparar una búsqueda de detalles minúsculos en las obras en las que nos queremos detener.
O podemos preparar un test que tienen que responder antes y después de la visita. Antes lo harán todo mal, después se sorprenderán con lo mucho que han aprendido. Algunos museos, como el Arqueológico Nacional, ya tienen guías preparadas con lo imprescindible de cada planta. Basta con que vayan intentando localizar esas obras para que el paseo cobre un interés especial.
4. No hay que verlo todo
Lo mejor es enemigo de lo bueno. Cuando llevamos a nuestros hijos, pequeños o adolescentes, a empaparse de arte, nuestro objetivo no debe ser que conozcan a la perfección todo lo que esconde determinada etapa educativa. No lo vamos a conseguir. Lo importante es que descubran el gusto por la cultura y para eso tenemos que evitar los «atracones». Es mejor ver poco -y repetir siempre que sea posible- que saturarlos sin control.
5. El objetivo: tiempo en familia
Como colofón de cualquier visita cultural, debemos incluir una comida juntos. No tiene por qué ser en un restaurante, aunque sería bueno que el lugar fuera distinto de la casa, para que genere un impacto especial.
Por ejemplo, si visitamos Sagunto, Mérida o Segovia, podemos aprovechar para hacer un picnic en los alrededores. Los recuerdos emocionales se fijan con mucha más intensidad en nuestra memoria y habremos unido un día cultural a un recuerdo muy positivo.
Alicia Gadea
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