El juego no es solo una forma de entretenimiento. Para un niño, jugar es vital. De hecho, es fundamental para su buen desarrollo. Cuanto más juega, más experiencias acumula y más capacidades adquiere. Los niños necesitan jugar, es su actividad natural; a través del juego ponen en práctica todas esas habilidades que favorecen su maduración.
El desarrollo intelectual al que llegan los hijos depende mucho del grado de estimulación que hayan recibido durante sus primeros años. Los niños, hasta los seis años, tienen una enorme capacidad de aprender. En estos años, el desarrollo intelectual está íntimamente ligado a su maduración cerebral. Por esta razón, hay niños que aprenden antes que otros a dibujar, escribir o leer, según estén más o menos maduros en su organización neuronal, y tengan más o menos destrezas motoras (corran, repten, salten).
Está claro que, con una estimulación abundante y adecuada, el desarrollo es más rápido y está mejor cimentado, pero no se trata de forzar el ritmo natural de la maduración, sino de estimularlo y reforzarlo. Por querer avanzar mucho en la enseñanza del pequeño, no madura antes.
¿Qué desarrolla el juego?
El juego infantil es una actividad que desarrolla numerosas habilidades:
– desarrollo físico
– adquirir conocimientos y habilidades- espontaneidad
– imaginación
– creatividad
– agilidad mental
– memoria
– atención
– observación
– sentidos
– capacidad de movimiento
– sensibilización
– sociabilidad
– condiciones y aficiones
– forjar la voluntad
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1. Juego de las banderas
En este ejercicio, los niños andarán libremente por la habitación o el jardín cuando escuchen música; cuando no la oigan, se quedarán quietos en el sitio, haciendo de banderas que se mueven con el viento. Al escuchar de nuevo la música, volverán a andar, y así sucesivamente. Para variar el juego, pueden elegirse otros objetos: hojas que caen, árboles, etc.
2. Ranas y gigantes
Les propondremos que anden como si fueran ranas, con lo cual se pondrán a andar en cuclillas. Después, les diremos que son gigantes y andarán de puntillas estirándose lo más posible y levantando los brazos como si quisieran tocar el techo. Cuando lo hayan captado, con cada palmada que demos, tendrán que cambiar de personaje o cada vez que oigan la palabra «rana» deberán andar en cuclillas hasta que oigan «gigante».
3. ¿Quién manda?
En este juego, por parejas, tiene que haber uno que mande y decida de qué forma quiere andar, qué quiere hacer… Su compañero tendrá que hacer lo contrario. Si el que manda camina con los pies hacia dentro, su compañero deberá hacerlo con los pies hacia fuera. Papá, mamá o un hermano mayor pueden ir diciendo al oído del que manda lo que tiene que hacer.
4. Como equilibristas
Diremos a los niños que son equilibristas de un circo y que tienen que andar por la cuerda floja. Puede servir una cuerda en el suelo, o las líneas de las baldosas. Irán de puntillas, con los brazos extendidos en horizontal, pisando siempre la misma línea y procurando no salirse. Si les resulta fácil, también pueden intentarlo con los ojos cerrados.
5. Por las baldosas
Cuando vayamos por la calle, o también en casa, podemos aprovechar los cuadros de las baldosas para sugerir a los niños que anden de puntillas sin pisar ninguna de las rayas. Podemos realizar una competición entre los pequeños a ver quien consigue andar más tiempo sin pisar ninguna raya. Aunque también puede jugarse al contrario, pisando las rayas poniendo el pie en el mismo sentido que ellas.
6. Buenos observadores
Pondremos a todos los niños sentados en un corro. Cada uno deberá mirar atentamente un objeto o una prenda que lleve otro niño, mientras contamos hasta diez. A continuación, uno por uno dirá lo que ha visto, y lo describirá lo más exactamente posible.
7. Somos escultores
Realizaremos este ejercicio por parejas. De los dos, uno será el escultor y el otro un trozo de arcilla. Debemos dejar bien claro que la arcilla no hace nada, sólo se deja hacer. El que juegue de escultor colocará a su pareja como él quiera, como si fuera una escultura, de diversas formas. Luego, cada niño puede explicar qué ha pretendido hacer con su escultura.
8. Un circo
Ahora vamos a convertir la casa en un circo durante un rato. Vamos a sugerir a los pequeños que se conviertan en caballos de circo, diciéndoles que galopen (subiendo las rodillas) en corro, unos detrás de otro. Nosotros haremos de domadores y les diremos: «más rápido», «despacio», «parad», etc. También podemos hacerles galopar de dos en dos, uno al lado de otro, o cogidos a un palo.
Juegos con los que se aprende
A través del juego ponen en práctica todas esas habilidades que favorecen su maduración. Para ellos, el juego más divertido es aprender. Y pueden aprovecharse mil situaciones. Por ejemplo, sacando partido a los fines de semana y sobre todo ahora, en las vacaciones de Navidad, el pequeño podrá desarrollar su motricidad mediante ejercicios, juegos que supongan poner en práctica habilidades motoras, como el triciclo, la bicicleta, los patines, el ping-pong…
El niño siente unas ganas locas de jugar. Jugar supone para él abrirse a un mundo diferente que le aporta diferentes conocimientos, experiencias, sentimientos y, por supuesto, valores de continuo.
Con un poco de previsión, podemos pensar en diferentes juegos. De esta manera, esta actividad no se queda en un mero entretenimiento, sino que a través de ella buscamos reafirmar su imaginación, memoria, obediencia… pasando un rato entretenido. Hay que tener cuidado, porque los niños de hoy en día solo juegan «con» cosas y no están acostumbrados a jugar «a» cosas. Por otra parte, muchas diversiones actuales le condicionan en cierto modo a una actividad pasiva (cine, televisión…).
Beatriz Bengoechea. Psicóloga y orientadora familiar
Ilustraciones: Pablo Alvarez Rosendo
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