Con la llegada del verano las temperaturas suben y los hábitos alimenticios cambian. Es frecuente que el apetito sea menor y que el cuerpo pida comidas más ligeras y que aporten sensación de frescor. Por ello, además de mantener una hidratación adecuada mediante la ingesta de líquidos, la alimentación resulta también un aspecto clave para ayudar al organismo a controlar las altas temperaturas.
Comer de forma saludable e hidratarse en profundidad son los básicos durante los próximos meses. «No podemos dejar de lado que, también en verano, es fundamental seguir una dieta variada con gran protagonismo de alimentos ricos en agua, como frutas y verduras, que además ofrecen un aporte de vitaminas y antioxidantes sin provocar digestiones pesadas», apunta Irma Rey Gómez, ingeniera química experta en dietética y nutrición de Ondalium
Guía nutricional para los días más calurosos del verano
1. Aumentar la ingesta de líquidos: la OCU indica que el agua no es nutritiva, pero sí imprescindible y constituye la principal fuente de hidratación. Normalmente hay que consumirla sin esperar a tener sed y aproximadamente cada dos horas. Sin embargo, en ambientes de calor y con temperaturas elevadas, se recomienda ingerir tres litros (fundamentalmente de agua natural), según el Observatorio de Hidratación y Salud. Además, se debe tener en cuenta que no solo el agua contribuye a la hidratación; las infusiones, zumos, batidos naturales, sopas frías o caldos también son efectivos y particularmente convenientes en verano porque contienen vitaminas y minerales.
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2. Aprovechar los efectos de algunos alimentos: al contrario de lo que se pueda creer, el consumo de picante, presente en especias, guindillas…, provoca, de forma natural, la ingesta de líquidos e influye en los procesos de regulación de temperatura, favoreciendo la sudoración, debido a la estimulación de los termosensores que se encuentran en la boca. Por su parte, la menta puede aliviar la sensación de calor, ya que actúa sobre los receptores del frío presentes en las mucosas, haciendo que envíen la señal de que sienten frío al cerebro. Aporta frescor aunque no disminuya la temperatura corporal.
3. Consumir más frutas y verduras: combinan hidratación con aporte de vitaminas. La sandía, compuesta por un 95% de agua es la opción más refrescante, seguida del melón, aunque cualquier fruta de verano, como el melocotón o las cerezas, es buena, incluyendo el plátano, perfecto para combatir la fatiga. Con ellas pueden elaborarse helados caseros o granizados de lo más saludables. Los frutos rojos, como arándanos, frambuesas o fresas, son ricos en antocianinas, compuesto que disminuye la presión arterial, y ayudan al organismo a reducir la temperatura a través de la circulación. Otro de los aliados son las verduras como el tomate, el pepino, la lechuga, las zanahorias y las espinacas, el calabacín o la berenjena.
4. Incluir superalimentos y complementos alimenticios en la dieta: el brócoli, compuesto por un 91% de agua, o el aguacate, una fuente de ácido fólico, poseen grandes propiedades que ayudan al mejor funcionamiento del organismo. En esta línea, el consumo de complementos alimenticios, compuestos por ingredientes como la cebolla o el ajo negro, ayuda a fortalecer el sistema inmunitario. Además, aportan vitaminas y nutrientes, que pueden verse reducidos por la falta de apetito o una menor ingesta de alimentos y combaten el cansancio y la apatía provocados por el calor.
«Beber abundante agua no es el único hábito que debe incorporarse. La clave para combatir el calor es la hidratación a todos los niveles, que puede conseguirse a través de complementos y alimentos que cuentan en su composición con un elevado porcentaje de agua, ayudan a refrescarse y, por tanto, también hacen que la mente funcione mejor», concluye Irma Rey Gómez, de Ondalium.
Marina Berrio
Asesoramiento: Irma Rey Gómez, experta en dietética y nutrición, de Ondalium.
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