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Rebeldes en la mesa: las claves de una buena alimentación

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Entre los 7 y los 12 años, son muchos los niños que comienzan a mostrarse especialmente rebeldes a la hora de sentarse a la mesa y cuando no se realiza un seguimiento diario de lo que comen los niños, no sólo pueden llegar a aparecer peligrosos sobrepesos sino también dietas desequilibradas.

La base sobre la que debemos apoyarnos será siempre el equilibrio y la variedad. Los nutricionistas suelen establecer, en este sentido, una distribución de calorías por porcentajes: un 50% de hidratos de carbono, un 35% de grasas y el 15% restante de proteínas, pero si el niño/a siempre ha sido de poco comer, procura que su alimentación sea equilibrada sin forzarle, siempre y cuando coma más o menos moderadamente.

Mejorar la alimentación de los hijos constituye una de las principales preocupaciones de padres y educadores. Desde un punto de vista pedagógico, es entre los 7 y los 12 años, precisamente, cuando debemos inculcar a nuestros hijos unas ciertas nociones sobre educación nutricional.

No podemos fomentar ni permitir malos hábitos alimenticios en casa pues si el niño se acostumbra ahora a sustituir la fruta o el tradicional bocadillo por las golosinas y la bollería industrial no cabe duda de que el día de mañana estas «pasiones» podrían llegar a pasarle factura.

Recordemos cuántas enfermedades tienen su origen en un exceso de comida o en un determinado tipo de comida. Esto no quiere decir, claro está, que existan alimentos especialmente buenos o malos. Lo importante es tratar de aportar al organismo proporciones equilibradas de los distintos grupos alimenticios, sobre todo si tenemos en cuenta que una correcta alimentación se mide por dos conceptos básicos: cantidad y calidad.

Qué cantidad de comida deben comer los niños

En cuanto a la cantidad de comida, cada chico es distinto a todos los demás. Así, si nuestro primer hijo o, simplemente, nuestros sobrinos poseen unas determinadas necesidades alimenticias no debemos caer en la tentación de utilizar la misma «vara de medir» y alimentar a todos por igual.

Es cierto que hay niños que necesitan tomar más cantidad de comida para ponerse en marcha pero hay otros, en cambio, que simplemente no la necesitan sin que ello signifique que están enfermos (son más fibrosos, por ejemplo). Así, si el chico siempre ha sido de poco comer, procuraremos que su alimentación sea equilibrada sin forzarle, siempre y cuando coma más o menos moderadamente. Si, por el contrario, nuestro hijo es un auténtico glotón, intentaremos llevar a cabo una reeducación de sus pautas dietéticas para evitar que su peso se llegue a disparar.

La base sobre la que nos apoyaremos será siempre el equilibrio y la variedad. Los nutricionistas suelen establecer, en este sentido, una distribución de calorías por porcentajes: un 50% de hidratos de carbono, un 35% de grasas y el 15% restante de proteínas. Este total calórico intentaremos aportárselo en cuatro comidas: 25% en el desayuno, 30% en la comida, 15% en la merienda y otro 30% en la cena.

La importancia del desayuno

De la anterior proporción podemos deducir la importancia que conceden los expertos al desayuno. Tanto ahora que nuestros hijos están de vacaciones y realizan mucho más ejercicio físico como en periodo escolar, no debemos permitir que salgan de casa sin desayunar. Se ha comprobado que los niños que no desayunan bien suelen manifestar peores elecciones de alimentos a lo largo del día, con consumos superiores de grasa y una menor ingesta de fibra, vitaminas y minerales. Es decir, la dieta final suele ser más equilibrada cuando se cuida especialmente la primera comida del día.

En cuanto a los tentempiés de media mañana y a la merienda, debemos procurar decantarnos siempre por las frutas o cereales y el tradicional bocadillo frente a las chucherías o los famosos bollos.

Por encima del peso ideal

Los chicos, sobre todo cuando están creciendo, necesitan contar con todos los nutrientes. Si se encuentran por encima de su peso ideal, será su pediatra el encargado de aconsejarnos el tipo de patrón alimenticio a seguir. Lo que sí que tendremos que desterrar desde el primer día son las golosinas, los dulces y los «picoteos» entre horas. El endocrino, nos recomendará una dieta equilibrada en la que aparezcan reflejados los principales alimentos y las veces que el niño tendrá que ingerirlos a lo largo de la semana. Así por ejemplo, se considera que a estas edades los niños deberían consumir al menos medio litro diario de leche con el fin de cubrir una parte sustancial de sus necesidades de calcio y proteínas (30%).

Sobre la elección de entre carne y pescado, la pauta consiste en variar mucho. Ambos alimentos poseen un papel fundamental y su deficiencia puede llegar a producir retrasos en el crecimiento, mala cicatrización y respuestas débiles del sistema inmunológico. Ni uno ni otro alimenta más, sino que son equivalentes, aunque el pescado, al contener más agua, exige una ración superior para que el aporte de proteínas sea el mismo.

Un ejemplo vital en casa

Cuando de educación se trata, nuestro propio ejemplo suele ser determinante. Si en casa todo el mundo come a base de fritos y chucherías está claro que el niño tenderá a reproducir esos mismos patrones. Precisamente por ello, aunque a todos nos encante comer procuraremos evitar los excesos. Eso no quiere decir que debamos convertir el acto de sentarse en la mesa en un auténtico castigo, ni mucho menos. Simplemente procuraremos comer cantidades moderadas y plantar cara al capricho evitando, de este modo, que el niño se habitúe a dejarse llevar sistemáticamente por el «hoy me apetece comer…».

Muchos padres, en vista de lo mucho que les cuesta hacer comer a sus hijos, recurren al triturado o puré para que el niño coma más rápidamente aquellos alimentos que «no les apetece comer». Esta costumbre entraña varias pegas. Por un lado, los sabores, textura y colores quedan enmascarados por lo que los chicos no se acostumbran a reconocer lo que están comiendo. Por otro lado, estamos dificultando el aprendizaje de la masticación por lo que, los más probable, es que nuestros hijos busquen siempre en el futuro alimentos blandos que puedan comer con el mínimo esfuerzo posible.

María Viejo
Asesoramiento: José Fernando Calderero. Licenciado en Ciencias Químicas.

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