MADRID, 12 Diciembre, 2012
Si usted es de los que sufren lumbalgia recurrente, o de los que cada dos por tres se ve atacado por una migraña, quizás debiera prestar atención a sus hijos y tener cuidado en cómo afronta sus síntomas, ya que sus pequeños podrían aprender a tener dolor.
Un estudio realizado con más de 5.000 adolescentes muestra que aquellos chicos cuyos padres tienen dolor crónico, de cualquier tipo, son el 50% más propensos a sufrir un trastorno doloroso crónico inespecífico. Aunque todavía no está clara la causa de ese vínculo, parece que la estructura familiar, los factores medioambientales y la manera en que los padres actúan frente a la enfermedad están detrás de esa relación.
Aunque es cierto que los genes nos influyen en nuestra salud, no lo es menos que los hábitos que adquirimos según vamos cumpliendo años influyen de forma considerable en el desarrollo de enfermedades. Los niños suelen aprender por imitación de conductas y de la misma manera que un adolescente puede animarse a hacer deporte si ve que su padre practica alguno, también puede dar el paso a fumar o beber si estos hábitos se dan de forma habitual en su familia. Y lo mismo ocurre con el dolor, que también se aprende.
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