Es algo que todos sabemos, la Dieta Mediterránea es la «number one«, la más saludable çy la que nos hará vivir más y mejor. Además nos es fácil recordar y repetir este mensaje, incluso con cierto grado de satisfacción y autocomplacencia, porque nos han dicho que es la nuestra, nuestra dieta, es justamente esa «la Mediterránea», y claro está, siempre gusta saberse en el lado de los ganadores… ¿o no?
Sin embargo, ¿qué sabemos en realidad de la Dieta Mediterránea? Si preguntamos en la calle a cualquier transeúnte, seguro que obtendremos respuestas como: tomar frutas y verduras, una copita de tinto al día, legumbres, pasta, tomar cinco comidas al día (desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena) (muy importante el desayuno) y, por supuesto, usar aceite de oliva (en esta respuesta seguro que coinciden el 99 por ciento de los «encuestados»)… pero, siendo todo esto cierto… ¿es esto todo?
¿Quién puso el nombre a la Dieta Mediterránea?
El término Dieta Mediterránea se atribuye a Ancel Keys, un fisiólogo norteamericano conocido por su contribución al estudio del efecto de la dieta sobre las enfermedades cardiovasculares. Keys y sus colaboradores publicaron, en los años 80, el «Estudio de los Siete países» que aun hoy es un referente en la ciencia de la Nutrición. Keys murió en 2004, en Italia a la edad de 100 años.
¿Son sólo alimentos?
Keys y su equipo advirtieron que la incidencia de las enfermedades coronarias era menor en las zonas rurales del sur de Europa, deduciendo que debería haber un factor protector en el estilo de vida, que etiquetaron como «manera mediterránea» (mediterranean way). Posteriormente, en la difusión de los resultados de Keys se asimiló el concepto de «estilo mediterráneo» con el de «dieta mediterránea».
Pero ya lo apuntaba el «padre de la criatura», para Keys, la diferencia encontrada no sólo estaba en qué comían los mediterráneos, sino en cómo lo hacían y, en definitiva, cómo vivían estos pueblos .
La población que Ancel Keys estudió era eminentemente rural de escasos recursos. Así que comían los alimentos que le daba la tierra y estaba a su alcance: olivas, cereales, frutas, hortalizas, frutos secos o legumbres. La fuente de proteínas eran productos como la leche, el queso , el yogur y el pescado, que podían extraer de sus costas. La carne y los productos derivados de ella (embutidos) era de consumo escaso y en pequeñas cantidades.
Pero además la mediterránea, era una población que cultivaba la tierra de forma manual, aun sin la ayuda de las máquinas, es decir, que era una población campesina y de recursos limitados, comía lo justo y las labores del campo les obligaban a hacer lo que hoy llamamos «ejercicio».
¿Qué nos queda de todo aquello?
1. Nos queda la tradición culinaria, que debemos cuidar y no perder, amenazada por la pérdida de interés y tiempo de hombres y mujeres en aprender lo que antes hacían las madres, cocinar.
2. Nos quedan los productos que aun se cultivan en nuestro entorno y cuya calidad debemos fomentar mediante la selección de una agricultura pesca y ganadería menos intensiva y más amable con el planeta; que huya de esquilmar el mar o agotar la tierra para producir más de lo que necesitamos.
3. Nos queda el gusto por comer en familia, dando a la comida un valor mas allá de las calorías y los nutrientes que nos proporcionan; porque lo importante no es sólo que ponemos en la mesa sino con quien y cómo lo compartimos.
Y ¿qué hemos olvidado?
1. Hemos olvidado la frugalidad y el ejercicio. Además de comer lo que debemos y cultivar sólo lo que necesitamos, tendremos que recuperar la memoria de cuando se comía para reponer lo que se gastaba.
2. Cultivar la variedad en lugar de la cantidad y reducir las raciones, en general pero fundamentalmente de lo que es más caro en la cesta de la compra, las carnes.
10 recomendaciones básicas de la Dieta Mediterránea
Según la «Fundación dieta Mediterránea«, éstas son las 10 recomendaciones básicas que aportan un mayor beneficio para la salud.
1. Utilizar el aceite de oliva como principal grasa para el cocinado.
2. Consumir alimentos de origen vegetal en abundancia: frutas, verduras, legumbres y frutos secos.
3. El pan y los alimentos procedentes de cereales (pasta, arroz y especialmente sus productos integrales) deberían formar parte de la alimentación diaria.
4. Los alimentos poco procesados, frescos y de temporada son los más adecuados.
5. Consumir diariamente productos lácteos, principalmente yogur y quesos.
6. La carne roja se tendría que consumir con moderación y si puede ser como parte de guisos y otras recetas. Y las carnes procesadas en cantidades pequeñas y como ingredientes de bocadillos y platos.
7. Consumir pescado en abundancia y huevos con moderación.
8. La fruta fresca tendría que ser el postre habitual. Los dulces y pasteles deberían consumirse ocasionalmente.
9. El agua es la bebida por excelencia en el Mediterráneo. El vino debe tomarse con moderación y durante las comidas.
10. Realizar actividad física todos los días, ya que es tan importante como comer adecuadamente.
Marisol Nuevo Espín
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