Obligar a un niño a comer si no tiene ganas o no le gusta la comida pueda ser uno de los orígenes de la bulimia, la anorexia o el sobrepeso durante la adolescencia y en la edad adulta.
En la infancia, se comienzan a forjar los primeros hábitos de alimentación y los padres deben saber que no es bueno que el niño deje el plato vacío en contra de sus deseos y de su apetito. Lo óptimo es que deje de comer cuando se sienta saciado. Por este motivo, lo recomendable es no llenar demasiado el plato, sino ajustar las raciones de comida en función del apetito del niño y añadir más alimentos solo si lo pide.
Pero además, hay que pensar que el origen puede estar en una mala regulación de los estados emocionales desde la propia niñez, es decir, si se han calmado los estados de ansiedad, nerviosismo o enfado con dulces u otro tipo de alimentos o bien a base de atracones de comida.
Por este motivo, en cuanto a la ingesta de chucherías, bollos, helados y, en definitiva, todo lo que les encanta, pero resulta malo para la salud si lo consumen en exceso, la psicóloga Pilar Conde, directora de Clínicas Origen advierte que «es necesario inculcar una alimentación saludable tanto en productos como en número de veces y ahí si que el menor podrá relacionarse de manera adecuada con las sensaciones de su cuerpo».
Las dietas en la vida de tus hijos
Generalmente, la preadolescencia y la adolescencia son edades vulnerables para establecer una correcta relación con la comida. Por tanto, la psicóloga Pilar Conde recomienda «tener mucho cuidado, si las dietas entran en la vida de tu hijo, si no es por motivos de salud, en casos de sobrepeso y obesidad. Son un indicio claro de descontento con la imagen corporal y un peligro de que un trastorno de la conducta alimentaria haya entrado o está a punto de entrar en su vida».
Por tanto, si notas que ha perdido peso de forma significativa, está decaído/a, nervioso/a, y se comporta de manera extraña en la mesa y después de comer o bien compra demasiados dulces y chucherías para picar entre horas o ha dejado de consumir alimentos calóricos que antes le encantaban, ponte alerta. Estos son algunos indicios que pueden hacerte sospechar que tu hija o tu hijo están padeciendo un trastorno de la conducta alimentaria. Lo que debes hacer es actuar rápido, aunque sea para descartarlo, porque, si es verdad que existe dicho problema, es importantísimo evitar que se convierta en una conducta habitual y se cronifique.
Ahora bien, matiza la psicóloga Pilar Conde, «puede suceder que una intervención familiar inicial, sin la asesoría de un experto, resulte contraproducente, ya que es habitual que al plantear el tema en casa se produzcan situaciones conflictivas, sobre todo, con adolescentes».
Por tanto, lo correcto en estos casos es buscar primero la asesoría médica y después, conjuntamente, si es posible, abordar el problema con un equipo interdisciplinar nutricionista-psicólogo.
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Los trastornos de alimentación, un camino difícil
La clave es encontrar el origen del trastorno y de qué manera lo está manteniendo la persona. No es, ni mucho menos, un camino fácil. El problema tiene una raíz emocional y psicológica que hay que abordar. El enfoque puede hacerse desde la identificación de los sentimientos y los pensamientos que le han llevado a los desajustes en su manera de relacionarse con la comida y con su imagen corporal. También mediante la toma de conciencia de su manera de comportarse y de hacia dónde le conduce.
Esa reestructuración cognitiva se complementa enseñando al paciente a identificar los distintos tipos de hambre y orientándole hacia técnicas que le ayuden en su lucha contra la enfermedad. El mindfull eating, comer siendo conscientes de qué ingerimos y de qué manera lo estamos haciendo, es una de ellas.
En casa, la labor debe centrarse en la elaboración de menús saludables. Los productos hipercalóricos que puedan dar lugar a atracones deben ser eliminados de la lista de la compra. También es relevante que se mantengan unas pautas de horarios en las comidas y que se elimine la posibilidad de comer en el sofá, en bandejas, y de picar entre horas.
Con respecto a la conveniencia de que el joven o adolescente afectado haga público su problema en su entorno cercano, dependerá de cómo quiera afrontarlo, en base a sus creencias y valores, aclara Pilar Conde. «Es un tema que se suele abordar en terapia y es el paciente quien decide como gestionarlo».
La autoestima, tanto en los problemas de sobrepeso como de infrapeso, es clave en este asunto, como lo es en todo el desarrollo psicológico y emocional de niños y adolescentes. Este último grupo es uno de los más afectados por los denominados TCA -anorexia, bulimia, trastorno por atracón, trastorno por evitación y vigorexia -, y durante la pandemia ha visto aumentar su incidencia, a la vez que disminuía la edad de los afectados.
El aislamiento físico que supuso el confinamiento trajo consigo un incremento notable de los niveles de ansiedad y estrés en toda la población, pero de manera específica en los adolescentes y los jóvenes. Algunos expertos suman a este factor la realización de ejercicio de manera intensiva durante a través de tutoriales on line o el seguimiento de dietas en las redes sociales.
Estos pueden haber sido factores desencadenantes, pero el origen puede estar en una mala regulación de los estados emocionales desde la propia niñez. En este caso, a través de la comida. Por eso, es importante que en nuestro aprendizaje y desarrollo personal se incluya la capacidad introspectiva, con el fin de conocer qué hay tras nuestras conductas.
Marina Berrio
Asesoramiento: Pilar Conde. Directora técnica de Clínicas Origen
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