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Mery Viñas: «La salida a cualquier problema con la comida no está en cambiar el cuerpo, sino en nuestro interior»

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Los Trastornos de alimentación son muchas veces el origen de una baja autoestima, ansiedad, depresión… y esto lleva a grandes desequilibrios en la salud mental de adolescentes y jóvenes. El origen, a veces, está en la mentalidad que padres y madres (mayoritariamente mujeres) insconscientemente trasladan a sus hijos/as.

En esta entrevista Mery Viñas, psicóloga especializada en la relación con la comida y la autoestima corporal, habla de estas creencias que repercuten en nuestra calidad de vida, aunque se lleven de forma escondida, como suele suceder. Mery Viñas asegura los problemas con la comida se viven de forma solitaria y este tabú genera mucho complejo y vergüenza.

Lo que comes es solo la punta del iceberg

¿Cuál es tu secreto para haber ayudado a tantas mujeres a aceptar su cuerpo sin tener que cambiarlo?
Las mujeres que acompaño son mujeres que ya han intentado cambiar sus cuerpos muchas veces, con métodos que incluso han dañado su salud física o mental. Por lo que están buscando otro camino para dejar de sufrir, para ganar paz y serenidad. El acompañamiento tiene como base un profundo trabajo emocional, de creencias, de valores y de aceptación. No es algo que se haga de un día para otro, pero las mujeres decididas a vivir en paz entienden que los problemas en sus vidas nada tienen que ver con cómo se ve su cuerpo, sino con todo lo que le decimos, con todo lo que le privamos y con lo poco que le escuchamos.

En este mundo tan centrado en la imagen física, ¿cómo podemos vivir en paz las mujeres sin obsesionarnos por lo que comemos o lo que bebemos, por empezar una dieta una y otra vez, sin culpa ni vergüenza?
Primero es importante darse cuenta del daño que nos ha hecho esta cultura de dieta a lo largo de los años. Vivir rodeadas de mensajes que indican que hay algo mal en nosotras, en nuestros cuerpos, en la forma en la que nos alimentamos nos desempodera, nos hace más pequeñas y totalmente dependientes de dietas externas.

Incluso este tipo de mensajes nos han hecho renunciar a planes (playa, piscina, cenas, etc.) por miedo a exponernos.

La pregunta es: ¿hasta cuándo vamos a seguir así? Segundo, debemos entender que la culpa y la vergüenza están asociadas lo que la sociedad espera sobre nuestros cuerpos y el canon establecido. Aquí es donde hay que entender que no nacimos odiando nuestro cuerpo, sino que nos han enseñado a hacerlo. Es el momento de quitarnos las vendas que nos ha impedido ver lo realmente valioso de nosotras mismas, y que nada tiene que ver con nuestro físico. También es muy importante redefinirnos como mujeres adultas que somos. Es decir, definir bien qué es importante en nuestra vida, qué es dónde quiero ponerle foco el resto de mis días. Porque donde pongo el foco, lo haré más grande. ¿Quiero ser una experta en dietas y estética el resto de mi vida? ¿O quiero vivir en paz y agradecida con la comida que puedo consumir y el cuerpo que tengo?

Si el 87 por ciento por ciento de las mujeres no se siente a gusto con su cuerpo y solo el 13 por ciento se sienten cómodas delante del espejo, ¿qué hace diferente a este 13% y qué deberíamos aprender de ellas?
Hay mujeres, con todo tipo de cuerpos, que entienden que resistirse a la forma de su cuerpo y quererlo cambiar les lleva a sentir frustración año tras año, dejándose arrastrar por la culpa y la vergüenza de no conseguir verse como espera la sociedad. Renunciando a planes, viajes y experiencias de vida. Llega un momento que se dan cuenta de que hay otro camino posible y deciden trabajar desde la aceptación, el autocuidado en muchos aspectos (no sólo el físico), el autoconocimiento y que deciden atender a sus emociones, apostando por poner en valor sus aptitudes y valores como definición de sí mismas (y no el cuerpo).

¿Cómo podemos llegar a entender que la relación con la alimentación poco tiene que ver con los alimentos, sino con una misma?
La relación con los alimentos es, en muchas ocasiones, un gran indicador de cómo es nuestra vida emocional y mental, de cómo nos sentimos, de cómo son nuestras relaciones y de cómo manejamos nuestras vidas.

La comida no es la culpable de nada, aunque nos lo hagan sentir así, la relación con comida es el síntoma y siempre nos da información.

Más que tenerle miedo a la comida o sentir culpa al comer, deberíamos acercarnos a ella con más curiosidad, amabilidad y gratitud, buscando qué es lo que hay en mí que hace que tenga una determinada relación con la comida en un momento de mi vida.

¿Qué consejos les darías a esas mujeres que argumentan que no tienen tiempo para cuidarse?
Creo que nos han explicado mal qué es cuidarse. A veces se viste como algo que requiere tener mucho tiempo para una misma, hacer planes para ti, reservar un momento a la semana para tus cosas… Pero esto a veces se hace aún más complicado, porque no tenemos quién esté con nuestros hijos mientras estamos en ese supuesto tiempo de «cuidado» o por otros motivos. Para mí el cuidado comienza en nuestra mente, y para ello no necesitas dedicar dinero ni excesivo tiempo. Comenzar a hablarte bonito es una forma de autocuidado, parar a respirar 3 veces antes de entrar en una reunión, es autocuidado, también lo es comer con presencia y sin distracciones, agradecer a tu cuerpo por todo lo que hace por ti, agradecer la comida, etc. Y sí, parar, dedicarte tiempo para ti también lo es, pero podemos comenzar por algo muy sencillo que nos cuide mental y emocionalmente.

Muchas mujeres argumentan que pagan sus frustraciones y su estrés con la comida, ¿Qué hacer para evitar comer cuando queremos calmarnos, distraernos, dejar de aburrirnos, superar la ansiedad o reducir el estrés?
Primero debemos entender que comer emocionalmente es lo más normal. No somos robots. Así que resistirnos a que quizá vamos a comer cuando sintamos tristeza, cansancio o soledad, sólo hará empeorar las cosas. La comida, o tu relación con ella, te da información sobre cómo estás tú, así que para mí es un indicador. Cuando veo que estoy comiendo por cansancio, al llegar del trabajo y quizá me doy un atracón, en lugar de sentir culpa y vergüenza, puedo ser más compasiva conmigo. Entender que en ese momento no tenía otros recursos para atender el cansancio, y una vez pase la ingesta, ya puedo preguntarme: ¿Esta emoción que estoy sintiendo, qué me quiere decir? Quizá necesitas más descanso o delegar, por ejemplo. Se trata de buscar más recursos, que no sólo sean comida, para atender las emociones, que están constantemente tratando de expresarse a la vez que nos tratamos con amabilidad durante el proceso.

¿Cuál es tu filosofía de trabajo?
La base está en hacer un trabajo desde dentro, que es lo que se verá reflejado fuera. Siempre es así. Porque la salida a cualquier problema o complicación que tengamos con la comida, no está en la comida en sí o en cambiar el cuerpo, sino que la salida es hacia adentro, hacia descubrir qué hay en nuestro interior que merece ser visto y atendido.

En este trabajo interior hay grandes descubrimientos a nivel emocional, de historias de trauma, de comparaciones, de heridas y de emociones no expresadas.

También hay una gran profundización a nivel mental, para ver de dónde vienen nuestros pensamientos saboteadores acerca de nuestro cuerpo o de todo aquello que se supone que es correcto o incorrecto comer. Aquí se debería cuestionar todo. Y por otro lado, entramos en contacto con el cuerpo, con poder sentirlo más, agradecerlo, escuchar qué necesita, conectar con las señales de hambre y saciedad tan olvidadas… Es un trabajo muy completo que requiere trabajar todas las piezas para que la conducta que tengas con la comida o con tu cuerpo, sea desde el amor y la paz y no desde el odio o el rechazo.

¿Cómo crees que influye la percepción de una misma en las relaciones de pareja?
A nivel íntimo influye muchísimo. Hay muchas mujeres que, al no sentirse satisfechas con sus cuerpos, no se permiten disfrutar en sus momentos más íntimos y están más en la cabeza que en el cuerpo y el disfrute. La sexualidad es otra área que se ve muy afectada en mujeres que no aceptan su cuerpo, a lo que añadimos más frustración en ellas.

¿Los complejos son los principales enemigos de las mujeres que no aceptan su imagen delante del espejo?

Los complejos vienen derivados de las creencias, expectativas y exigencias de cómo creo que debería verse mi cuerpo.

Los complejos los alimenta esa voz saboteadora que vive en esta sociedad que quiere que nos ajustemos a un determinado modelo, por lo que compararnos nos va a hacer mucho daño. La comparación es natural, el problema viene cuando esa comparación me hace más pequeña, me limita, me lleva a tomar decisiones perjudiciales para la salud (dietas extremas, operaciones, etc.). Ahí es donde deberíamos darnos cuenta de que esa comparación no nos lleva a ningún lugar. Sería mejor que, por cada parte de mi cuerpo con quien me compare, pueda hacer un reconocimiento hacia la mía. Por ejemplo: «¡Qué bonitas piernas tiene esa chica! Ojalá las tuviera yo…» vs. «¡Qué bonitas piernas tiene esa chica! Mis brazos son maravillosos y me permiten abrazar». Es muy poderoso lo que nos decimos, así que podemos empezar por compensar esas comparaciones con un lenguaje más amable hacia nosotras mismas.

¿Qué patrones de pensamiento debemos controlar para que no desencadenen desequilibrios físicos, mentales y emocionales a lo largo de la vida? ¿Es el perfeccionismo uno de ellos?
Es necesario hacer un trabajo profundo de creencias. Todo aquello que hemos creído y dado por válido desde la infancia, como por ejemplo, que en un cuerpo delgado tendríamos más éxito, que tendríamos pareja sólo si nos veíamos bien y «arregladas», que la gente que es gorda es porque es vaga… Todo esto se ha «aprendido» en algún momento de nuestra infancia y ahora es momento de cuestionarlo todo. De ver que todo aquello no es verdad y de buscar nuestros propios referentes.Lo que nos desequilibra es creer que somos libres (de pensamiento, de acción, de sentimiento), cuando en realidad no lo somos tanto. Por esto es imprescindible cuestionarlo todo. ¿Es cierto que este alimento va a tener este efecto en mí? ¿Qué pasaría si mostrara más mi cuerpo como es ahora sin cambiarlo? ¿Qué pasa si me dejo comida en el plato o si quiero repetir? ¿Qué pasa si no soy perfecta ni cumplo con las expectativas de mi familia y de la sociedad? Ir viendo qué hay detrás de todas esas preguntas, dónde las escuché y qué efectos ha tenido en mi vida es el primer paso para desmotar esas creencias que nos han limitado durante tantos años y así poder tener un mayor equilibro mental y emocional.

Marisol Nuevo Espín

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