Categorías:

Julia Jiménez: «La salud y la delgadez no siempre van de la mano»

Tabla de contenidos

Julia Jiménez es dietista-nutricionista especializada en Nutrigenética y Nutrigenómica y Mindfulness y Gestión Emocional, además de Nutrición Clínica, Nutrición Deportiva y Nutrición Vegetariana. Es la fundadora y directora de la consulta de psiconutrición No Sé Qué Cenar (@nosequecenar) y autora de cinco libros entre ellos el último, Otra nutrición es posible (Zenith).

Su propuesta parte de que es imprescindible entender que delgado no es equivalente a sano si para mantenerlo es necesario vivir restringiendo la alimentación, el ocio y la felicidad. No se trata únicamente de comer bien, es necesario ir más allá y aprender a nutrirnos con materias primas de calidad que nos ayuden a mantenernos saludables, pero, sobre todo, debemos encontrar un equilibrio entre nuestro cuerpo y nuestra mente, aprendiendo a llevar una vida y una alimentación más pausadas, conscientes y sostenibles.

Abandonar la cruzada contra la comida y la imagen personal

¿Qué es la psiconutrición y cómo nos puede ayudar a cuidar de nuestra salud física y mental?
La Psiconutrición o Psicología de la Alimentación, es la ciencia que estudia nuestra relación con la comida. Para poder explicar y abordar dicha relación, la Psicología de la Nutrición tiene en cuenta nuestras emociones, conductas, así como nuestro contexto social y relaciones.Es imprescindible abordar la salud desde una perspectiva integrativa para no sacrificar jamás la salud mental a costa de la salud fisiológica, como sucede a menudo.

¿Por qué cree que nos importa más estar delgados que sanos? ¿Cómo explica que se cometan tantas barbaridades en virtud de un cuerpo perfecto?
Es necesario que comenzamos a entender que la salud no se determina por el cuerpo, ni la salud física, ni la mental. La salud, entendiéndola como completo estado de bienestar físico y mental y no solo la ausencia de síntoma o enfermedad, no viene acompañada de una imagen determinada. La salud puede verse más o menos delgada, con más o menos celulitis, con más o menos culo, brazo, muslo, cintura, cadera, músculo, pecho… ¡Entendamos que la salud y la delgadez no siempre van de la mano! A veces sí, a veces no.

¡Entendamos también que a menudo, estar en un peso mayor o tener una forma más voluminosa o diferente de la estipulada como normativa y «saludable», podría ser definitivamente más sano para muchas personas!

Creo que lo que ha fallado para llegar a este punto es nuestro sistema de creencias. Es algo muy común de lo que somos víctimas porque vivimos en un sistema dominado por la cultura de la dieta y es difícil escapar de ello si no lo cuestionamos.La realidad es que la sociedad, la industria, nos quiere inseguras. Manipulables. Inseguras generamos más riqueza. Nos quieren inestables, con frustraciones, con vacíos, de tal forma que nunca estemos del todo satisfechas con lo que ya somos y creamos que para querernos lo que necesitamos siempre es adelgazar.Es la estrategia perfecta del miedo, la manipulación y el control. Es otra forma de reducirnos a una imagen, una etiqueta, un aspecto que vender y consumir.

A las personas que piensan que todo les engorda, ¿cómo les convence cuando les habla de una no-dieta?
Mi mejor forma de convencerles de este cambio de mentalidad es explicarles que las dietas tienen principio y final, e infantilizan a las personas. Las dietas no educan, ni dan herramientas, ni hacen autónomo al paciente.

Las dietas no confían en la capacidad de aprender y elegir por uno mismo, y se viven como un proceso pasivo.

Yo prefiero empoderar a las personas y confiar en sus capacidades para adquirir nuevos hábitos y conocimientos. Por eso, en lugar de hacer dieta, propongo hacer un plan de alimentación consciente, basado en la educación alimentaria. En ellos se buscamos que la persona adquiera los conocimientos necesarios, no durante el proceso de pérdida de peso, sino para siempre, y crear así unos hábitos saludables y duraderos. De esta manera, la pérdida de peso no será simple y llanamente el objetivo de una dieta, sino la consecuencia natural de unos nuevos hábitos de vida mucho más conscientes y saludables que llegan para quedarse.

¿A qué otra nutrición se refiere cuando aborda este tema en su libro? ¿Cómo adelgazar o mantener el peso sin pasar hambre o aburrirnos de las ensaladas?
No, en mi libro busco lo contrario, abandonar el concepto de salud pescocentrista. Mi intención con este libro es ofrecer toda la información básica relevante que debemos conocer acerca del extenso mundo de la nutrición y la salud, pero con una idea algo más compasiva, amorosa y realista de lo que significa cuidar de nosotros mismos y mantenernos saludables, a todos los niveles. En él acompaño la ciencia más escrupulosa de la empatía más humana para dar paso a una nueva forma de divulgar sobre salud.

Para mí es verdaderamente inconcebible hablar de salud sin entender que prima el bienestar emocional de la persona.

No somos máquinas, somos seres complejos que merecemos ser tratados y abordados entendiendo esa complejidad, siempre con amor y respeto. Simplificar la salud a y llevarla a modas y corrientes es simplificar profundamente a las personas y reducirlas a la naturaleza de una máquina.

¿Comemos más con los ojos? ¿Cómo podemos librarnos de la obsesión por la comida?
No, creo que comemos con la mente, porque tenemos demasiadas creencias erróneas asociadas a lo que podemos «permitirnos» o no comer, en función de sus calorías, grasas, azúcares, etc. La mejor forma de librarnos por la obsesión por la comida es abandonar la presión estética por la imagen, y sobre todo el miedo, la culpa o la vergüenza al comer. Lo mejor para ello será acudir a una clínica especializada en Psiconutrición.

Cómo experta en psiconutrición, ¿cuáles son causas del hambre emocional y cómo podemos controlar esta tendencia?
El hambre emocional es nada más y nada menos que el acto de experimentar emociones, normalmente placenteras (aunque pueden no serlo), mientras comemos, y puede ir acompañada o no de un hambre física o fisiológica. El hambre emocional puede ser ser adaptativa, funciona y agradable, apareciendo de la mano de la calma, la presencia, el amor propio, la decisión, la consciencia, el bienestar, etc. ; o también puede que no. Es decir, el hambre emocional puede desarrollarse de forma funcional y positiva para el individuo (tomar una onza de chocolate de forma consciente y voluntaria, aunque no exista hambre fisiológica) o bien de forma disfuncional y con sentimientos que en este contexto pueden resultar desadaptativos, como la culpa y la vergüenza.La alimentación emocional o hambre emocional no es mala, todo lo contrario. Es sana y necesaria. Al igual que lo es el hambre físico o fisiológico. De hecho, en aquellas personas que son incapaces de experimentar hambre fisiológica y/o hambre emocional, es decir, que son incapaces de saber cuándo necesitan comer o de sentir placer con la comida (pérdida de hedonismo con la alimentación), esto suele ir asociado la ausencia de salud, en alguna de sus formas: depresión, estrés, ansiedad, anorexia nerviosa, adicciones, etc.

Por el contrario, para estar sanos necesitamos experimentar el hambre en todos sus tipos, incluido por supuesto el emocional y no privarnos de él.

Experimentar emociones agradables cuando comemos no es nada por lo que culparnos o señalarnos. Que la comida sea una fuente de placer no es ningún pecado sino más bien una necesidad. Es un signo de que somos humanos. ¡Menos mal que sentimos placer al comer! De no ser así, habría sido imposible que la especie humana hubiera podido persistir a lo largo de los siglos y los siglos.

El picoteo, los aperitivos, la cervecita de los fines de semana… nos gusta, nos encanta y es lo que más nos prohíben. ¿Qué consejos nos podría dar para una convivencia con estos placeres en equilibrio?
Hay bebidas más interesantes que otras, a nivel nutricional, por no contener alcohol ni azúcar añadido, como pueden ser el agua con gas y limón o la kombucha orgánica. Además, por supuesto, los tés, cafés e infusiones sin azúcar. Lo mismo sucedería con los snacks y el picoteo. No obstante, como suelo decir: «no solo comemos y bebemos para nutrirnos; al igual que no solo tenemos relaciones sexuales para reproducirnos».El placer también es importante y sí se trata de un consumo social ocasional, cada uno debe decidir de forma consciente, adoptando una actitud balanceada, tanto para la salud nutricional, como para la salud mental y social. Más que hablar de bebidas aptas o no aptas, prefiero enfocarlo desde una frecuencia de consumo coherente y responsable.

Marisol Nuevo Espín

Te puede interesar: 

– Trucos para cocinar más sano

 Cinco consejos para ahorrar cocinando de forma sana

 Los beneficios de la dieta mediterránea

 Obesidad infantil: la mayoría de los médicos responsabiliza a los padres

Otros artículos interesantes