La alimentación y la hora de la comida deberían resultar agradables y placenteras. Las disputas por la comida pueden provocar excesivo estrés en la familia y afectar muy negativamente a la relaciones entre sus miembros. Estos 8 consejos para acabar con las batallas y las peleas en la mesa con los niños nos ayudarán a crear un buen clima familiar.
La distribución de poder entre padres e hijos en lo que a comida se refiere puede ayudar a atemperar y calmar las luchas de poder. Además de eliminar estrés, el niño también está aprendiendo a mejorar sus habilidades de interacción social y a desarrollar una relación sana y saludable con la comida. Los esfuerzos realizados para reducir los roces y las tensiones causadas por la comida resultarán beneficiosos para todas las partes implicadas.
8 claves para terminar con el estrés en las comidas
Si nos basamos en los patrones de alimentación infantil, el mensaje con el que debemos quedarnos los padres para tratar de limitar las disputas que tenemos con nuestros hijos por la comida es el siguiente:
1. Los padres toman decisiones relativas a su hijo tratando de elegir lo que es mejor para él/ella. Aquí se incluyen decisiones sobre el tipo de comida que se les da, a qué horas se sirven las comidas, la merienda y los tentempiés, y en qué lugar se sirven dichas comidas. Tu hijo, al ser dueño de su propio cuerpo, va a decidir cuánta cantidad de comida va a comer o, incluso, si come algo o se queda sin comer.
Un aspecto importante de este equilibrio de poder es que si el niño decide no comer no se le puede ofrecer luego unas galletas a modo de tentempié antes de que llegue la siguiente comida programada.
2. Dale al niño suficiente tiempo para comer (p. ej., 20 minutos) y, transcurrido ese tiempo, retira el plato con la comida que haya dejado. Así, habrá tiempo de que al niño le vuelva a entrar el hambre, de modo que pueda disfrutar de su próximo encuentro con la comida.
3. No es necesario luchar. Todo lo que tienes que decirle al niño cuando pida comida es «Sé que tienes hambre. Esto te ha pasado porque no te has querido comer el almuerzo. Comeremos todos juntos después de que te eches un rato a dormir.» El niño aprenderá a comer lo suficiente para que no le entre el hambre antes de la próxima comida o tentempié.
4. Forzar a los niños a comer resulta contraproducente tanto cuando no tienen hambre o cuando no quieren comere todo lo que hay en el plato. Si lo que quieres es que el niño desarrolle una relación sana y saludable con la comida, los padres deben controlar el qué, el cuándo y el dónde. Recuerda, el niño lleva las riendas del cuánto e, incluso, de si come algo o nada.
Si a un niño delgado que no tiene apetito se le fuerza a comer más lo único que se consigue es provocarle ansiedad y un rechazo por aquellos alimentos que le estás forzando a comer.
Si a un niño más gordito, durante la comida, no se le permite comer hasta quedar satisfecho acabará afrontando las comidas con un cierto temor.
5. No hay ninguna necesidad de cocinar platos diferentes para los distintos miembros de la familia, a no ser que alguno tenga alguna enfermedad o problema médico documentado. Incluso los más pequeños pueden disfrutar de los mismos platos que come el resto de la familia. El minimizar los «platos especiales» anima a todos los miembros de la familia a explorar y a disfrutar de nuevos alimentos, en vez de limitarse a pedir siempre sus platos preferidos, ya conocidos.
6. Enseñar a los niños a comportarse correctamente en la mesa hará que las comidas -tanto en casa como fuera- resulten más agradables y placenteras para todos. Los niños se comportan fuera de casa del mismo modo que se comportan en casa. Los padres pueden potenciar que sus hijos coman con educación ayudándoles a adquirir las destrezas que van a necesitar para comer en un restaurante, para cenar en casa de otra persona o para comer en la guardería o en el colegio. A un niño que se hace con el control y domina la hora de la comida con su mal comportamiento le va a costar mucho cuando se quede a cargo de otros adultos que quizá no toleren su mala conducta. Cuando un niño se porta mal, es incapaz de disfrutar de la comida familiar con el resto de comensales. El establecer límites que sean acordes con las reglas familiares será beneficioso para tu hijo, tanto ahora como en el futuro.
7. Los padres son los que deciden cuándo pueden comer los niños. Establecer una rutina de comidas, meriendas y tentempiés es necesario para que el niño, según ese horario, aprenda a calcular y a controlar lo que come. Si el tiempo que transcurre entre comidas y tentempiés varía a diario, el niño puede acabar recibiendo un tentempié en un momento en el que no tenga hambre o pasarse hambriento varias horas esperando a la próxima comida. Tener unos horarios establecidos le permite al niño saber instintivamente cuánto necesita comer para sentirse lleno de energía hasta que llegue la próxima comida o tentempié.
8. Comer con los niños también es importante. Comer siempre solo en la cocina o delante de la TV no le ayuda al niño a aprender la componente social de la comida ni le permite tener una experiencia agradable mientras está comiendo. Las habilidades sociales, la conversación y el pulir la conducta son componentes importantes del proceso de aprender a tener una relación sana y saludable con la comida. Los niños no pueden adquirir estas destrezas si siempre comen solos.
Sentarse con los niños (al menos una vez al día) y compartir con ellos una comida constituye un elemento esencial del proceso de aprendizaje necesario para llegar a tener una relación sana y saludable con la comida.
Deanna Marie Mason, experta en educación y salud familiar. Autora del blog Dr. Deanna Marie Mason. Paternidad proactiva
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