El desarrollo de un niño es un proceso lento y difícil. Conforme van pasando los años, el pequeño va adquiriendo valores de distintos entes, en especial de la familia. Sin embargo, por mucho que dentro del hogar se vele porque esta educación sea correcta, no se puede negar que en el futuro aparezcan comportamientos nada deseables. Un ejemplo es la presencia de actitudes violentas.
¿Por qué un niño se vuelve violento? ¿Cómo deben reaccionar los padres ante estas actitudes? ¿Hay alguna señal de que el pequeño está cambiando y por tanto prevenir antes de que sea tarde? Sobre este asunto habla la Fundación Understood y en donde explica que esta agresividad es un problema serio a tratar ya que encierra un mal control de la ira.
Violencia y agresividad: escaso control de emociones
Desde la Fundación Understood explican que la agresividad y la violencia es la respuesta del niño ante una situación que no le es cómoda. Ya sea que sus padres no le han permitido seguir viendo una película o que un compañero no le deja jugar con su pelota. Ante esta frustración el niño explota emocionalmente bien alzando la voz o agrediendo físicamente.
El escaso control sobre sus emociones que demuestra el niño no debe traducirse en una dura reprimenda en el menor. Muchos padres pretenden hacer valer su autoridad contestando con una mayor violencia. En estas situaciones lo primero que hay que hacer es calmar a los hijos ya que en estos momentos es imposible tratar de dialogar con ellos para enseñarles una lección.
Aunque la primera regla para manejar las rabietas es ignorarlas, cuando estas se tornan violentas y agresivas, no es aconsejable esta actitud ya que puede hacer daño a otras personas o causar desperfectos en la casa. Si se aprecia esta conducta lo mejor es actuar por ejemplo sentándolo en una silla hasta que se calme.
La misión es que el niño comprenda que su comportamiento tiene consecuencias y que la última autoridad en casa la tienen sus padres. Por mucha agresividad que demuestren en estas situaciones, de nada les valdrá para triunfar en este debate con los mayores. Por su parte, los adultos deben mostrarse dialogantes para hablar sobre la situación que originó este comportamiento pero intransigentes ante un conflicto. De esta forma se premiará el debate por encima de la explosión de emociones.
Cómo evitar la violencia y la agresividad en los niños
Los padres pueden trabajar antes de que aparezcan estos comportamientos. Estos son algunos consejos para poder prevenir las actitudes violentas en los más pequeños:
– Elogiar la conducta apropiada. Actitudes empáticas y de respeto a sus compañeros deben ser aplaudidas y los padres deben invitar a seguir con estos comportamientos en el futuro.
– Educar en el respeto y la no violencia. Desde pequeños los padres deben mostrar la paz y la concordia como valores ante la resolución de conflictos y predicar con el ejemplo día tras día.
– Enseñar límites. Muchas veces la agresividad responde a una ausencia previa de límites en los más pequeños. Algunos padres son demasiado permisivos y por ello ante la intención de retirar elementos como videoconsolas o de evitar que sigan viendo la televisión, aparecen estos problemas.
Damián Montero
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