Antes de los tres años y hasta los cinco, se produce un periodo sentitivo especialmente maravilloso para captar nuevos conocimientos. En esta edad, los niños están especialmente preparados para desarrollar su lenguaje, su aparato psicomotor y su capacidad comunicativa. Así es cómo podemos darnos cuenta de su potencial y conocer cómo ayudarles a desarrollarlo de una manera práctica.
El lenguaje: así aprenden a hablar
Es común hablar con madres y escuchar historias de cómo sus hijos de tres años están leyendo por su cuenta, pero la verdad es que la mayoría de niños no leen hasta los cinco años. No obstante, entre los tres y cinco años de edad es cuando se crean las conexiones que permitirán al niño entender cómo funcionan los grafemas y cómo se traducen a fonemas de manera que permitan una lectura fluida en el futuro. Está demostrado desde los años 80 que hay una fuerte correlación entre la capacidad que tiene un niño en distinguir fonemas y su capacidad lectora.
El cerebro humano vive un periodo critico en cuanto al lenguaje en estos años. Una manera de sacar provecho a este periodo critico es leyendo a nuestros hijos e impulsándoles que nos cuenten historias inventadas. Es muy común que escuchen palabras nuevas y las empiecen a utilizar de manera cotidiana y correcta. La lectura en esta edad es una gran aliada. Es útil también procurar no solo leer historias y fabulas a nuestros hijos, sino ampliar un poco el vocabulario y los géneros literarios con textos sobre Historia, noticias e incluso manuales de instrucciones.
Otra manera de aprovechar este periodo crítico es preguntándoles a nuestros hijos qué significan ciertas palabras y explicárselas si no saben contestar. Esta es una actividad interesante ya que a veces aciertan conceptos que pensábamos que no comprendían y otras veces hacen uso de la inventiva con contestaciones graciosas y elaboradas.
Siempre se puede hacer un listado de «palabras de la semana» e intentar que hagan uso de ellas durante esos días. Pueden estar acompañadas con un dibujo explicativo y se puede hacer un juego didáctico. Por ejemplo: por cada diez veces que utilicen correctamente esta palabra ganan un punto de lectura. Al llegar a diez puntos de lectura, obtienen un libro nuevo. ¡Las posibilidades son ilimitadas!
Exponiendo a nuestros hijos al alfabeto o a palabras monosílabas o bisílabas de modo verbal y escrito, logramos que estén asociando los fonemas a la escritura. Nuestros hijos estarían haciendo uso de al menos tres áreas del lenguaje: las visuales, el área que asocia símbolos y sonidos y el área de comprensión lingüística.
Habilidades motoras: esto es lo aprenden antes de los 3 años
Durante estos años en los que un buen equilibrio está más que conseguido, nuestros hijos empiezan a escalar, saltar, y a realizar actividades físicamente más complejas. Se desarrollan las funciones ejecutivas encargadas de controlar la memoria, el ritmo y la secuenciación, todas clave para las actividades físicas complejas.
Es en estas edades en las que se aprende a dominar una bicicleta o a nadar a la perfección. La repetición es importante en el desarrollo de las habilidades motoras ya que permiten una conexión mas fuerte entre estímulos neuronales y movimientos musculares. Se puede apreciar muy rápidamente cómo los avances en deportes físicos son muy rápidos. Sucede también con la psicomotricidad fina. Los dibujos se vuelven cada vez más complejos, claros y definidos
Para sacar provecho a este momento culmen de aprendizaje motor se puede hacer un énfasis especial en dedicar tiempo al juego físico y a los ratos de pintura y dibujo.
La comunicación: hablar de sus intenciones y sentimientos
Muy asociada al lenguaje, no obstante, es un campo diferente. Es en esta etapa cuando nuestros hijos aprenden a escuchar mejor y a responder de manera más precisa y correcta cuando se les habla. No solo se ve reflejado en la longitud y complejidad de sus oraciones, sino también en la secuencia con la que relatan eventos. Además, empiezan a hablar en voz alta de sus sentimientos e intenciones, algo que hasta ahora solo sucedía de manera abstracta en sus mentes.
Las emociones: se desarrollan a partir del juego
La socialización empieza a jugar un rol más importante en esta etapa. Antes de los tres años no hay una verdadera diferencia entre niños que están expuestos a otros niños y aquellos que no. Pero a los tres empieza el juego conjunto. Las interacciones con padres, cuidadores y otros niños comienzan a ser una gran fuente de estimulación. El cerebro está afinado para fortalecer relaciones, normas y expresiones sociales.
El ambiente social y emocional en el que un niño se encuentra es fundamental para la formación de su cerebro y personalidad. Entre los tres y los cinco años se desarrolla la corteza cerebral de tal manera que permite que nuestros hijos vean que el mundo no está compuesto por una única opinión, la suya. A los cuatro, un niño es plenamente consciente de que existe la posibilidad de que un compañero suyo no quiera jugar al mismo juego que a él le apetece y que existen conflictos de intereses ya que el mundo ha dejado de ser unilateral y unidimensional.
Estos aprendizajes sobre el mundo, las emociones ajenas y su comunicación se desarrollan en gran parte a través del juego. Es durante estas edades y estos periodos de juego en el que los niños se exponen a sus primeras situaciones de conflicto social en las que, por un patrón de intentos y errores, cooperación y negociación, van encontrando un camino hasta lograr sus metas, compartir, formar y hacer uso de su tolerancia a la frustración y esperar su turno.
Maite Balda Aspiazu. Psicóloga y Máster en Neurociencias Cognitivas
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