Cuando no quieren escuchar, al pedirles algo a los niños y no responden de forma positiva, o simplemente tras un mal día llegar a casa y encontrarse a los hijos revoltosos. Estas son algunas situaciones en donde los padres pueden terminar por gritarles a los hijos con el fin de mantener el orden y hacer que los más pequeños cambien su comportamiento a una actitud más aceptable.
Pero gritar a los hijos nunca es una respuesta adecuada para la crianza. Perder el control es posible, en especial en determinadas situaciones. Enfrentarse a la realidad de la paternidad es comprobar que los niños no se portan bien siempre, aunque siempre hay que mantener la tranquilidad, enfrentarse a estos momentos con mano derecha y tener muy presentes las reglas de una buena enseñanza.
Lo malo de gritar a los hijos
Si no me escuchan, ¿cómo consigo su atención? Este puede ser el pensamiento de muchos padres cuando ven que sus hijos no obedecen a sus charlas, es en estos momentos cuando surge la idea de gritarles para que su mensaje cale. Sin embargo, esta es una mala decisión si se tienen en cuenta todos los efectos negativos que tiene gritarles a los niños:
– Se pierde el mensaje a transmitir a los hijos. Los gritos no son la mejor opción para transmitir el mensaje, porque las emociones se sobreponen. También es posible que se agrande y empeore la situación y la agresividad del niño.
– Los niños pueden bloquearse o ignorar a sus padres porque siguen escuchando el mismo mensaje, aunque de forma más agresiva.
– Es malo para el desarrollo de la autoestima de los hijos. Los gritos y un estilo severo de crianza se asocian con una baja autoestima para los niños, y pueden afectar su rendimiento en el colegio y otros entornos. Esto puede desembocar en un comportamiento agresivo o disruptivo.
– Se pierde cualquier atisbo positivo en el mensaje. Cuando el grito se conviertees el modo frecuente de comunicación, tanto los hijos como los padres pierden la oportunidad de formar vínculos positivos y afectuosos. Y en el caso de los hijos con predisposición a la ansiedad y la depresión, asimilar estas interacciones negativas puede ser un punto crítico.
– Los padres también se se siente mal. Los gritos fruto del estallido de la ira pueden hacer que los padres se sientan culpables, frustrados y desanimados.
Hablar calmado es mejor
¿Por qué es mejor hablar calmado? Los profesionales del Child Mind Institute sugieren estos beneficios de hablar con calma cuando se quiere inculcar un buen comportamiento en los hijos:
– Modelar el comportamiento es importante. Cuando los padres practican una autorregulación saludable, ayudan a los niños a aprender a gestionar sus propios sentimientos y emociones a sí mismos.
– Los niños se sienten más seguros. Optar por un buen estilo de crianza hará que los niños se sientan seguros al tener frente a ellos las figuras de autoridad calmadas, consistentes y justas.
¿Y cómo alcanzar este nivel? Estas son algunas recomendaciones de los expertos:
– Identificar las situaciones que dan lugar a la pérdida de nervios. Detectar los problemas recurrentes que provocan estos momentos es una de las soluciones ya que podrá aplicarse la regulación emocional. Ser consciente del contexto en el que ocurre el comportamiento permite responder de maneras más calmadas.
– Comprensión y paciencia. Es importante que los padres conozcan y entiendan las capacidades de sus hijos, ya que esto les ayudará a ser más pacientes.
– Manejar los tiempos. Saber dialogar también pasa por manejar los tiempos, detectar los momentos de mayor tensión y no hablar en ellos permitirá no perder los nervios y terminar gritando.
Damián Montero
Te puede interesar:
– Alternativas a los gritos en la educación de los hijos
– Por qué gritar a los niños nunca es la solución
– ¿Tienes permiso para gritar a tus hijos?