Parece que el prefijo «smart» está ahora de moda en la tecnología. Hasta nosotros han llegado ahora los Smart Toys, pero antes ya hemos conocido las Smart Watch como las televisiones contectadas a Internet, los SmartPhone como nuestros teléfonos móviles y los Smart Car con navegadores para conectarse a la red.
Los Smart Toys son juguetes conectados capaces de preguntar y responder y de interaccionar con los niños. Estos «juguetes inteligentes» llevan insertada una tecnología sofisticada que le permite elegir las mejores respuestas y las mejores acciones en función de una inteligencia artificial. Los Smart Toys hacen con los niños algo similar a lo que hace «Ok Google» o «Oye Siri» con los adultos.
Estos juguetes también pueden conectarse a otros dispositivos mediante comunicaciones inalámbricas (bluetooth o Wifi), pueden recoger datos para el análisis y desarrollo de tecnologías de voz y usar tecnologías de reconocimiento para conseguir interactuar con los niños respondiendo a sus instrucciones o siguiendo sus movimientos.
Jorge Flores Fernández, fundador y director de la plataforma PantallasAmigas, asegura que «si el juguete dispone de cámara web o micrófono, podría ser activado de forma remota o fraudulenta. Además, podría recoger dependiendo, de los sensores de que disponga, elementos que caractericen al menor de edad, sus comportamientos o su forma de vida. Esto puede ser más o menos incómodo si, por ejemplo, también se conoce la identidad del mismo. Por otro, está el reto de la comunicación en caso de que permitan entablar conversaciones con otras personas. La persona con la que se habla puede no ser quien pensamos o bien el contenido de esas comunicaciones ser almacenado y/o utilizado para otros fines».
De momento los SmartToys no gozan de funciones educativas, son juguetes conectados a Internet que incorporan funciones de red en tiempo real y que permiten la interacción con otros dispositivos y usuarios a través de tablets, smartphones….
El riesgo de los Smart Toys
Igual que para darse de alta en cualquier aplicación móvil, los SmartToys solicitan datos personales de los niños como nombre, edad, sexo, correo electrónico… y además disponen de webcam y micrófonos para grabar imágenes o audios, que los niños pueden manipular mientras juegan y como parte del propio juego, y que pueden suponer una valiosa información para alguien con dudosas intenciones.
Siempre que terceras personas puedan acceder con cámaras o dispositivos de audio a los juguetes conectados se está comprometiendo la seguridad de los niños y por este motivo, expertos en ciberseguridad están alertando a los fabricantes y consumidores de las vulnerabilidades que pudieran aparecer en dichos dispositivos.
La solicitud de datos es necesaria para que el juguete funcione con sus prestaciones correctamente, y no debería ser causa de preocupación de no ser por el riesgo que corren nuestros hijos en el caso de que su juguete, con toda esa información almacenada, sea interceptado por un ciberdelincuente. En este sentido, Jorge Flores matiza que «la ciberseguridad del juguete y en ocasiones de otros elementos que interactúen con él, se puede ver comprometida porque es, en definitiva, un dispositivo y un software conectado a Internet».
¿Sabemos lo que estamos comprando?
Algunos padres piensan que la forma lúdica a través de la cual los niños pueden introducirse en el amplio universo tecnológico y en el creciente entorno virtual que ofrecen los dispositivos eletrónicos puede ser a través de los smart toys, que se presentan ya en todo tipo de formatos, desde los robots y muñecos hasta rompecabezas inteligentes.
Por esta razón, antes de comprar un juguete conectado a Internet es fundamental que los padres se informen y entiendan cómo funciona, la información que recopila, y a dónde se va a parar dicha información. Se trata de encontrar alguna «configuración» adicional que permita mejorar la seguridad del dispositivo. Una simple búsqueda en Internet puede ayudar a despejar muchas dudas sobre la seguridad del juguete. Así, evitaremos exponer a los niños a una industria que puede recopilar abundantes datos sobre ellos y su entorno sin el consentimiento de los adultos.
Además, la adicción a esta nueva forma de entretenimiento es muy fácil. Estos juguetes están pensados para generar adrenalina y dopamina en el cerebro, dos sustancias placenteras que se activan con el acto de jugar y que son las responsables de crear conductas adictivas.
Por último, tenemos que advertir que estos juguetes necesitan una actualización constante que lleva un coste económico y que puede suponer un gasto constante para las familias.
Actualmente, ya cualquier muñeco, robot o juego de mesa pueden incorporar diversas capas digitales para llegar mucho más lejos como por ejemplo la impresión en tres dimensiones, las aplicaciones remotas, los sensores, los videojuegos… Esta actualización y transformación constante es una advertencia también para dar la importancia que se merece al papel de los padres en este sentido.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Jorge Flores Fernández, fundador y director de la plataforma PantallasAmigas
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