La inteligencia social consiste en esa capacidad para comprender a los demás, la de saber ponerlos de tu parte y la de desarrollar unas buenas relaciones. Es la clave de la simpatía y de la capacidad de caer bien a los demás. La familia proporciona al niño sus primeros modelos y son los hermanos, sobre todo, quienes le «ayudan» a encontrar su posición en el mundo.
Al nacer, los niños llegan al mundo totalmente preparados para entenderse y tratar con sus padres y en este intercambio de padres a hijos, y viceversa, se basa toda la relación social. Los niños buscan y reclaman afecto y cuidados, algo que solo hallan en otros seres humanos. Los padres debemos ser capaces de formarlos como seres sociales. Esta búsqueda de sensibilidad hacia los demás se manifiesta en todos los recién nacidos, y si deseamos que nuestros hijos se conviertan en adultos abiertos, comunicativos y cordiales, tenemos que ponernos a su disposición desde el principio.
La relación que establece un niño con sus padres, en especial con la madre, es el molde de todas sus relaciones futuras.
Los niños aprenden sociabilidad por imitación; primero copian expresiones faciales, luego gestos y movimientos y después su forma de comportarse.
Todo ello le facilitará poder desenvolverse en diferentes ambientes y situaciones, y con distintas personas y caracteres, favoreciendo las relaciones con los demás. De esta manera, van adquiriendo sensibilidad hacia el prójimo, amabilidad, trato cordial y cariño.
¿Qué es la inteligencia social?
La inteligencia social trata del conocimiento de los demás y de cómo conducirse con cierta habilidad en las relaciones que establecemos con las personas de nuestro alrededor. La inteligencia social se encamina hacia cómo se sienten y piensan los demás.
Dado que somos seres racionales y sociales, necesitamos de las relaciones con el mundo exterior, con las personas que nos rodean, y poseemos la capacidad de llevarnos bien o mal con los demás. La verdadera felicidad y el éxito como personas radica en cómo son esas relaciones. De cada uno de nosotros depende que nos llevemos bien o mal con los demás. Teniendo en cuenta los diferentes caracteres y personalidades, y sabiendo que con ciertos caracteres podemos chocar, hemos de desarrollar la habilidad para saber llevarnos bien con todo tipo de personas.
Aprender de los demás: el secreto de la simpatía
Todos nos dejamos llevar y disfrutamos con la compañía de personas amistosas, con gran sentido del humor, alegres, con habilidad para descomplicar situaciones tensas, con facilidad para hacer reír a los demás, optimistas, aparentemente tranquilas, que transmiten serenidad, que saben escuchar, disponibles siempre, etc. Este tipo de personas caen bien a todo el mundo, son líderes sin proponérselo, tienen una gran capacidad de atracción, les gustan los juegos en equipo, estudiar en grupo, siempre tienen algo que decir, son grandes amigos de sus amigos y suelen tener amigos en todas partes.
En la vida cotidiana de una persona, en su trabajo, su familia y su entorno, se necesitan unas buenas habilidades sociales y de comunicación que implican directamente a otras personas. La inteligencia social consiste en esa capacidad para comprender a los demás, la de saber ponerlos de tu parte y la de desarrollar unas buenas relaciones.
3 aspectos importantes de la inteligencia social
Cabe destacar tres aspectos importantes que abarcan la inteligencia social. Aspectos que no son fáciles de desarrollar ya que implican a los demás y dependen de ellos.
1. La primera característica es la empatía, la capacidad de comprender y de sintonizar con otra persona, siendo consciente de lo que piensa y de lo que siente.
2. La segunda es la de llevarse bien con los demás, beneficiándose de la relación de los demás a través de la amistad.
3. La tercera característica nos permite desarrollar y adquirir valores morales a través de las relaciones que establecemos.
Cómo se desarrolla la inteligencia social
La inteligencia social se inicia con los lazos que se establecen entre los padres y sus hijos. Los bebés aprenden con rapidez a imitar los sonidos, las palabras, y las expresiones faciales. A través de la expresión, especialmente de nuestra cara, nos comunicamos con nuestro bebé y le ayudamos a desarrollar la comprensión social. Esta comprensión comienza en la familia y va ampliándose con personas del entorno: vecinos, colegio, ciudad, etc., adquiriendo cada vez una mayor experiencia del contacto humano.
En general todos los niños, cuando son pequeños, suelen ser muy sociables, aunque hay niños a los que le resulta más fácil comunicarse con los demás, tienen una actitud abierta y hacen amigos con facilidad.
La familia proporciona al niño sus primeros modelos y son los hermanos, sobre todo, quienes le «ayudan» a encontrar su posición en el mundo.
Los hermanos se quieren, se ayudan, pero también compiten por la atención de sus padres. Estas primeras relaciones entre hermanos pulen sus habilidades para manipular, engatusar o encubrir a las personas que le rodean; el niño aprende a tener «mano izquierda», a salir airoso de una disputa comenzada por él, a conseguir cosas «utilizando» a sus hermanos, y todo con gracia y mucha habilidad.
La inteligencia social se desarrolla también a través de la amistad. Es más probable que los niños se peleen con sus amigos que con otros del grupo. El amigo es alguien con el que se comparte toda la experiencia diaria; alguien con el que se conecta, en el que uno se apoya y con el que se riñe.
Resolver los pequeños conflictos con los amigos ayuda a desarrollar la comprensión social, las habilidades sociales. Es necesario aprender a resolver esos primeros conflictos que surgen en la familia, con los amigos, con los compañeros. A través de la discusión se suelen ver y resolver los pequeños problemas. Normalmente, en las familias en las que hay una mayor cercanía emocional hay más discusiones.
Montse López. Profesora de Educación Infantil del Colegio Guadalaviar
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