Crecer no significa sólo aumentar de tamaño. A medida que se van cumpliendo años se van desarrollando distintas facetas en los más pequeños de la casa, algo en lo que deben participar los padres para asegurar que este proceso se desarrolla adecuada. Un ejemplo es el reconocimiento emocional de los propios niños y a aprender a gestionar sus propios sentimientos para regularlos.
En este sentido la educación emocional pretende desarrollar las competencias emocionales y contribuir a afrontar mejor los retos de la vida y aportar mayor bienestar personal y social tanto a edades más tempranas como en etapas más difíciles como el paso de la niñez a la adolescencia y al final en la vida adulta para encarar conflictos laborales y sentimentales, depresión, situaciones de violencia, evitación de comportamientos de riesgo, etc.
Trabajar en la educación emocional
Desde la Universidad Internacional de Valencia se parte del concepto de Goleman para hablar de la inteligencia emocional. Este autor explica en su libro Emotional Intelligence los principios de estas enseñanzas:
– Conocer las propias emociones. El primer paso y más importante de la inteligencia emocional es ser capaz de identificar o tener conciencia de las propias emociones. La persona que falla en este aspecto queda a merced de unas emociones incontroladas, lo cual es más que probable que le provoque muchos conflictos y situaciones negativas. 2. -Manejar las emociones. Una vez identificadas las emociones, las personas deben tomar conciencia de las mismas, con el objeto de manejar hábilmente esos sentimientos, filtrándolos, suvizándolos si es necesario y reconduciéndolos por la senda adecuada.
– Motivarse a sí mismo. La orientación de las emociones hacia el logro de objetivos contribuye a aumentar la eficacia de las motivaciones. Por este motivo, emoción y motivación son dos sentimientos que están íntimamente relacionados y pueden retroalimentarse.
– Reconocer las emociones de los demás. La empatía debe centralizar las relaciones con los demás. Las personas empáticas tienen una gran habilidad para sintonizar con el resto de personas, captando sus señales, aunque sean sutiles, para averiguar y hasta adelantarse a sus necesidades y anhelos.
– Establecer relaciones. La competencia y las habilidades sociales constituyen la base para interactuar de forma asertiva con los demás, expresando nuestras ideas y puntos de vista sin molestar a los otros.
Enseñar a reconocer emociones
¿Cómo se educa emocionalmente? La respuesta es sencilla, aprovechando cuando estas aparezcan. Por ejemplo si alguna actividad no sale bien, es un buen momento para explicar al niño que lo que ocurre se llama ira y cómo canalizar este sentimiento. Se debe explicar que si bien este sentimiento es natural porque nunca todo ocurre como uno espera, hay que volver a insistir para poder sentir alegría por conseguir el objetivo.
También hay que enseñar qué significa cada emoción y animar a que su discurso incluya estas palabras para definir cómo se siente. Por ejemplo, al final del día, durante la cena cuando esté comentando cómo fue el día hay que intentar que el niño sea capaz de definir todo aquello que ha vivido a través de sus emociones.
Por otro lado, los padres deben enseñar a que las emociones no deben ser algo a reprimir, en todo caso a controlar. Por ejemplo, en el caso de los niños se les enseña que llorar es de débiles, algo que supone no mostrar un sentimiento como es la tristeza y que a través de las lágrimas es una buena válvula de escape. En el caso del enfado hay que hacer ver al niño que frente a la frustración no puede hacer nada y que ha de tratar de calmarse en estos casos.
Damián Montero
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