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Cómo saber si es vago: descubre sus conductas características

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Un niño vago se aprecia con facilidad, por su dejadez, por no importarle las consecuencias de su inacción, por su incapacidad para el esfuerzo. Los niños que se esfuerzan lo mínimo, harán lo mismo de adultos. Son niños que siempre argumentan excusas.

Las causas en el relajamiento del esfuerzo para aprender, se encuentran entre otras en la menor exigencia genérica sobre los hijos. Asimismo, influye el que hoy con sólo ponerse delante de la televisión o del ordenador se obtiene una pasiva información, todo es fácil, se arrincona la voluntad: «Aprenda alemán sin esfuerzo». Todo parece «venir dado», por los vídeo-juegos, Internet, etc. Un mundo cada vez más cómodo que exige menos esfuerzo físico casi reducido a lo digital, a la orden dada con la voz, conlleva lasitud.

Los medios de comunicación desempeñan un papel negativo; hay programas basura que crean a los jóvenes unas falsas expectativas de alcanzar sin esfuerzo unos objetivos ambiciosos. Ellos, sin embargo, comprueban que en la vida real hay que trabajar duro para poder alcanzar las metas, y que no siempre van a tener lo que deseen. La pintada «Vive a costa de tus padres hasta que puedas hacerlo a costa de tus hijos» se hace en muchas ocasiones realidad.

Conductas características de un vago

Aunque no tienen por qué darse todas, estas son algunos de los comportamientos que nos pueden servir de preaviso para saber si es vago:

– Sólo realiza actividades que no exijan esfuerzo.
– No se exige perfección en lo que hace: apuntes, encargos, deberes…
– No lucha cada día contra los defectos que tiene y que conoce perfectamente.
– Se deja vencer por el desánimo.
– No entiende el valor positivo del sacrificio, cuando, por ejemplo, tiene que quedarse a atender a un hermano.
– No cuida los pequeños detalles.
– No piensa las cosas antes de hacerlas.
– En ocasiones, no tiene nada que hacer.
– No cumple un horario.
– No cumple los compromisos.
– Revela los secretos que le confían.
– Empieza una actividad, aunque sospecha que no la va a terminar.
– No asume responsabilidades.

El esfuerzo se aprende si se enseña y valora

Hay que exigir desde muy pronto la colaboración, y la práctica de la superación. Asociar el esfuerzo con la recompensa. Hemos de educar en el esfuerzo colectivo, empezando por el nuestro. Somos modelos de aprendizaje, deberemos tener en cuenta nuestros comportamientos, a enseñar con el ejemplo, si le llamamos la atención por algo, deberíamos pensar si nosotros lo hacemos igual; si damos instrucciones podrían ir acompañadas de demostraciones reales.

Ejemplo sí, y educación en el esfuerzo cotidiano, en el creciente fortalecimiento de la voluntad referida a todos los ámbitos ya sean afectivos, intelectuales, deportivos, culturales, psicológicos o espirituales.Hay que desarrollar el nivel de logro que se marcan y exigirles autonomía y responsabilidad.

Para vencer la pereza de los niños vagos, en el colegio habrán de establecerse metas, inocular el placer de aprender, hacer atractivo el currículo, el poder saber más, el entender cosas, el poder explicarlas…

La valoración de los padres es esencial. Es un error de los adultos creer que su trabajo es más meritorio, intenso y agotador que el de los hijos. Apreciemos su esfuerzo, su progreso. Pensemos que el rendimiento académico es importante, pero no es la balanza que calibra la valía global de nuestros hijos.

La práctica deportiva es un magnífico hábito para desarrollar el esfuerzo y la constancia.Hemos de educar en el desarrollo de la voluntad, en el sentimiento del deber. Cuando esto no se ha hecho, cabe inducir estos valores privando de comodidades y beneficios. Siendo intolerantes con la pereza.No debemos solucionar todo a los hijos, sino propiciar que se esfuercen para que aprendan a resolver sus dificultades.

Debe erradicarse el simplista y engañoso mensaje de que el éxito llega casi por azar y desmitificar su contenido. Para alcanzar el éxito, es necesario tener fe en uno mismo, aplaudiendo el valor del esfuerzo y la superación.

Algunas ideas que ayudan a esforzarse más 

– Un horario de tarde o de fin de semana, desarrolla su capacidad de autoexigencia. Que no sea ni agobiante ni fácil, así siempre sabrá lo que tiene que hacer y lo que no.

– Terminar lo que se ha empezado, como una actividad extraescolar deportiva en el curso.

– Exigir perfección en los deberes, de acuerdo con su madurez y edad.

– Hacer de vez en cuando lo que no le apetece y no es su encargo, como algún recado molesto, robustece su voluntad.

– Dejar pasar tiempo entre una petición y su cumplimiento, si se lo gana, aún mejor.

– Intentar que haga él algo, antes de hacérselo tu. (ordenar su ropa).

– Exigirle autodominio en sus impulsos: mal humor, impaciencia, curiosidad…

– No permitir quejarse de las contrariedades que no tienen mayor importancia.

– Acostumbrarle a asumir sus responsabilidades.

Además, podemos proponerle una serie de objetivos concretos a corto y a largo plazo y los controlamos diariamente. Por ejemplo: «En esta semana, vas a intentar decirle algo bonito a siete niñas que te caigan peor, y te vas a esforzar aunque no te apetezca»; «En este mes, te vas a proponer como meta estar sentado en la mesa durante media hora todos los días sin levantarse, haciendo los deberes. Descansas cinco minutos, y de nuevo, otra media hora».

Javier Urra. Psicólogo con la especialidad de Clínica. Pedagogo Terapeuta.

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