Cuando cualquier persona se pone a trabajar el objetivo está claro: conseguir que su objetivo se consiga de la mejor forma posible. En este punto surge una duda, ¿basta con hacer las cosas bien, hay que intentar siempre dar un plus? ¿Dónde está la diferencia entre una buena labora y un perfeccionamiento excesivo?
Demasiada exigencia tiene consecuencias en los niños y en su desarrollo. Así lo indican la Asociación Mundial de Educadores Infantiles, AMEI-WAECE, que advierten de los efectos que el perfeccionismo puede tener sobre los niños el conjunto de ideas que los más pequeños tienen sobre lo que deben ser y para conquistar un ideal que se vuelve inalcanzable. Encontrar el punto intermedio entre la autoexigencia y la demasiada carga de trabajo.
La buena exigencia
El perfeccionismo puede ayudar a los más pequeños a conseguir sus objetivos y a no conformarse. Querer crecer y mejorar la situación en la que uno se encuentra, es un valor a tener en cuenta y que tiene grandes beneficios en los más pequeños. AMEI-WAECE recomienda la autoexigencia siempre y cuando:
– Se fijen metas adecuadas y al alcance de los niños.
– Se mantenga la constancia necesaria para alcanzar estas metas.
– Se hayan inculcado hábitos de trabajo necesarios para conquistar las metas.
– Exista una motivación real para mejorar y no conformarse con la situación actual en la que se encuentre el niño.
– Se cree un plan de trabajo adecuado para la conquista de los objetivos.
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Metas razonables
Si se entiende el perfeccionismo como la capacidad de superación y de siempre querer dar lo mejor de ellos, estamos hablando de un valor muy deseable. Sin embargo, el problema aparece cuando las metas fijadas no son razonables ni existan medios para alcanzarlas. En algunas situaciones los niños tienen expectativas demasiado altas de ellos mismo, lo que los llevan a ser demasiado críticos.
En estas situaciones los niños no son capaces de razonar sobre sus objetivos, y cualquier resultado que no sea este ideal, será visto como un fracaso que los afectará a nivel anímico. Una frustración que dará otro resultado distintos al esperado ya que esta sensación bloqueará a los pequeños dando lugar a sentimientos de tristeza o culpa, haciendo que su autoestima decaiga.
Un perfeccionismo excesivo hace que los niños centren su atención en sus aspectos negativos, que exageren sus errores y que experimenten un pensamiento rígido. Para ellos no hay término medio entre el éxito total o el fracaso absoluto. No existe la posibilidad de equivocarse, a su juicio. Por ello, iniciar nuevas aventuras o itinerarios les causa miedo ya que podría significar un fracaso.
¿Qué pueden hacer los padres en estas situaciones? Estos son algunos consejos ofrecidos por AMEI-WAECE:
– Conocer las limitaciones del niño y nunca pedir más de lo que pueden dar. Sin dejar lugar al conformismo, los padres deben aceptar que su hijo tiene limitaciones.
– Potenciar las emociones positivas y educar emocionalmente para que el niño sepa afrontar las sensaciones negativas.
– Brindar apoyo constante. El apoyo de los padres es imprescindible, en especial cuando los resultados no son los esperados.
– Potenciar la confianza de los más pequeños y hacerles entender que equvocarse es humano.
– Dar ejemplo. Los padres son el espejo en el que se miran los más pequeños, afrontar las malas épocas sin frustración será una gran lección para los hijos.
Damián Montero
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