En materia educativa, correr demasiado es peligroso. Si se queman las etapas necesarias para desarrollar todas las habilidades y destrezas, es posible que el aprendizaje posterior no sea el adecuado. Ocurre, por ejemplo, con la escritura, un logro que debe alcanzarse a su tiempo. Si se exige a los niños escribir antes de tiempo, no habrán desarrollado otras capacidades como el equilibrio o el control del cuerpo, necesarios para conseguir una letra clara.
El desarrollo madurativo comprende una evolución en el que cada niño lleva su propio ritmo. Durante este proceso, va poniendo en marcha sus habilidades, que pueden ser predecibles en función de una edad cronológica, que responde a un periodo de tiempo aproximado. Podemos predecir que el niño va a caminar de forma autónoma entre los 9 y 17 meses, pero no podemos decidir a la edad que lo hará. Cada niño tiene un ritmo madurativo propio que debemos tener en cuenta a la hora de iniciarle en los diferentes aprendizajes.
Incluso la propia ley de Educación Infantil establece que «la intervención educativa debe contemplar como principio la diversidad del alumnado adaptando la práctica educativa a las características personales, necesidades, intereses y estilo cognitivo de los niños y niñas, dada la importancia que en estas edades adquieren el ritmo y el proceso de maduración».
El riesgo de empezar antes de tiempo
Sin embargo, la realidad escolar es que las distintas capacidades que deben adquirir los niños están adjudicadas a un curso académico concreto. Un ejemplo claro es el de la escritura. El paso a Primaria lleva consigo la adquisición de esta destreza, por lo que su aprendizaje está condicionado a la etapa de Educación Infantil. La escritura es un proceso muy complejo que requiere la adquisición de habilidades manuales, intelectuales y madurativas que el niño va logrando a lo largo de su desarrollo en función de su ritmo madurativo propio.
Lo que ocurre al determinar de manera generalizada el momento en el que se inicia este aprendizaje es que no todos los niños han adquirido el grado de madurez suficiente para afrontarlo. Además, entre los niños de un mismo curso escolar puede haber una diferencia de edad de casi un año. Esta diferencia es muy significativa desde el punto de vista madurativo en la etapa infantil.
Cuando se obliga a un niño a iniciarse en el aprendizaje de la escritura antes de que haya desarrollado las habilidades necesarias, decimos que se da un aprendizaje precoz que, en ocasiones, pasa factura a medio plazo, puesto que se puede desarrollar una disgrafía. «La disgrafía -según explica Julián Ajuriaguerra- es una escritura defectuosa sin un déficit neurológico o psicológico que lo justifique. Son niños y niñas intelectualmente normales que escriben despacio y de forma ilegible, cosa que retrasa el avance escolar».
Entrenar la aptitud o tener en cuenta el ritmo madurativo del niño
Si el niño de segundo o tercero de Primaria tiene mala letra, no nos planteamos las causas. Consideramos que debe entrenar más esa aptitud. Entonces comienza la presión: ejercicios de caligrafía, copias… Lo que estamos haciendo es entrenar una grafía defectuosa. No consideramos la posibilidad de un mal aprendizaje y la necesidad de una reeducación.
En la actualidad, puede pasar que la Educación Infantil no prepare correctamente al niño para el aprendizaje de la escritura. Esto se debe a un abuso del material editado, que obliga a los maestros a dedicar gran parte de las horas lectivas a trabajar con sus alumnos en la realización de las fichas diseñadas por las editoriales. Esto ha ido en detrimento de las horas empleadas en la estimulación, la experimentación y el trabajo psicomotor que proporciona al niño los estímulos necesarios para iniciarse con éxito en los diferentes aprendizajes, entre ellos la escritura.
Cristina Palacios Hernando. Pedagoga
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