La llegada de un hermano es un acontecimiento emocionante para toda la familia. Es un cambio que implica adaptación, no solo por parte de los padres sino también del hermano mayor. Será el que más afectado resulte puesto que es habitual que perciba al nuevo miembro de la familia como un intruso, un rival contra quien hay que luchar.
La llegada de un hermano supone uno de los motivos más frecuentes de celos en los niños. La reacción emocional de los hijos mayores hacia el nuevo miembro de la familia se conoce como «complejo de Caín o de hermano mayor», término acuñado por primera vez por el psicólogo francés Charles Baudouin. Sin llegar al extremo del relato bíblico, estos caínes protestan porque nadie les ha preguntado si están de acuerdo en compartir a sus padres con otra persona.
Los celos son respuestas normales y esperables ante la pérdida percibida de atención, afecto y cuidado. Resultan positivos en la medida en que implican un desarrollo sano del apego con los cuidadores primarios, herramienta necesaria para amar y ser amado en un futuro. Además, son adaptativos, le permiten defenderse ante un cambio desconocido. Según Carl Rogers, padre de la terapia centrada en la persona, «no son más que consecuencias secundarias de la frustración de necesidades tan vitales como la seguridad, la aceptación o el afecto».
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Los celos del príncipe destronado
Aunque destacan como protagonistas tras el nacimiento del bebé, también pueden aparecer en momentos en los que este alcanza hitos importantes de su desarrollo, que hacen más patente su competencia. Normalmente desaparecen al tiempo, cuando el niño comprueba que compartir el amor de sus padres no implica su fin. Al contrario, el amor no se divide, se multiplica. Sin embargo, pueden convertirse en un problema cuando conducen al niño a hacer daño al pequeño o se extienden alcanzada ya cierta madurez.
Es lógico que los padres inviertan gran energía ante el nacimiento de un nuevo hijo. Sin embargo, el hermano mayor puede no entender este cambio y llegar a sentirse «destronado». Por ello, el modo en que se prepare al niño para la llegada de su hermanito, tanto durante el embarazo como después del parto, influirá en cómo lo acepte e incorpore al grupo familiar.
¿Cuándo y cómo se lo decimos?, ¿cómo reaccionará?, ¿cómo podemos actuar para evitar sus celos? Estas son algunas de las preguntas habituales entre los padres ante este acontecimiento.
¿Cómo puede reaccionar el primogénito?
La vivencia del cambio de rol puede desencadenar sentimientos de desplazamiento o soledad y miedos al rechazo o abandono. Su reacción (temerosa, recelosa, curiosa, ilusionada, indiferente) estará determinada tanto por su temperamento, como por la actitud que mantengan sus padres en su proceso de adaptación al cambio.
Reacciones ante la llegada de un hermanito
Los niños, ante la llegada de un hermanito, pueden reaccionar con:
– Hipersensibilidad e irritabilidad.
– Diferentes manifestaciones de ansiedad (por ejemplo, alteración de la alimentación o sueño).
– Retraimiento y timidez.
– Desobediencia a la autoridad (padres y profesores) y actitud oposicionista (especialmente ante la participación en actividades que supongan atención hacia el pequeño).
– Agresividad, con su hermano como la principal víctima de su hostilidad.
– Actitudes regresivas (por ejemplo, volver a orinarse en la cama, a succionar su pulgar o a reclamar el biberón o el chupete).
– Síntomas físicos diversos (por ejemplo, dolor de tripa o cabeza).
Es fundamental distinguir entre un mal comportamiento y una respuesta defensiva ante el miedo a lo desconocido. Es importante escucharle y transmitirle que, aunque sus sentimientos son habituales, debe aprender a expresarlos de un modo más apropiado.
La respuesta a este cambio suele pasar por tres etapas, variables en cada niño:
– Protesta: conductas para recuperar la atención demandada.
– Desesperación: ansiedad ante la ausencia de respuesta.
– Adaptación: aceptación de la nueva situación.
Cómo influye la edad en el príncipe destronado
El resentimiento originado por el nuevo hermano varía en función de la edad:
– Si son realmente pequeños cuando nace el hermano, es posible que no noten demasiado la presencia y se adapten prácticamente sin esfuerzo a una situación que no alcanzan a entender, como tantas otras situaciones de su entorno.
– Hasta los 3 años, aproximadamente, el niño establece una relación causa-efecto entre su llegada y la pérdida de atención de sus padres. A partir de entonces, empieza a comprender qué función representa para él. Sin embargo, durante la etapa preescolar, caracterizada por el impulso de satisfacción inmediata de sus deseos, le cuesta comprender que un bebé requiera mayor atención que él.
– A partir de los 6 o 7 años, momento en el que empieza a superar el egocentrismo, empieza a verle como una persona más.
Irene Alústiza Quintana
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