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Premios y castigos en niños, cómo gestionarlos

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Cuándo y cómo castigar o premiar
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La educación de un hijo no es ninguna tarea fácil. Hacer de un niño alguien ejemplar no es algo que se consiga de la noche a la mañana, es una misión que se realiza en el día a día y en la que entran en juego demasiados factores. En la lucha por conseguir una buena actitud por parte de los niños, a menudo los padres recurren al sistema de castigo y premios.

Es decir, si hay un mal comportamiento habrá un castigo, pero si es bueno el niño conseguirá un premio. Pero, ¿saben los padres manejar bien este sistema? En ocasiones puede ser que no se consiga el resultado deseado y la actitud del menor siga siendo la misma. La misión es hacer entender cuál es el mejor camino a la hora de obrar y no simplemente provocar miedo a la reprimenda o deseo de recompensa.

Cuándo es preciso castigar a los niños

Es inevitable que los niños hagan alguna trastada. Son mentes inocentes que no conocen el alcance de sus actos y en algún momento harán algo que merezca una reprimenda. En función de la gravedad del asunto podrá bastar con una regañina, en otras hay que recurrir al castigo como método para solucionar esta conducta.

Lo primero que deben saber los padres es que no hay que posponer el castigo. Cuando el niño haga algo malo, los padres deben reaccionar inmediatamente. El adulto debe dejar claro al niño que esta situación ha sido fruto de su comportamiento y no porque estén enfados. Hay que mantener una actitud seria pero sin mostrar agresividad y por supuesto no menospreciar al niño.

Este castigo deberá ir en consonancia a la gravedad del asunto. Por ejemplo para acciones menores quizás baste con 10 minutos apartado de su diversión o si realmente se ha portado mal, o ha persistido su actitud, se le podrá dar por finalizado este ocio al próximo día. También es importante aplicarlo lejos de la mirada de otros, en el ámbito privado para evitar que el niño se sienta mal o incómodo.



 

A la hora de ordenar el castigo deben emplearse frases breves y un tono de voz seria. Nunca se debe dar lugar a una sonrisa, el niño debe entender que su actitud no encaja con lo que se espera de él y que debe ser algo que debe ser arreglado. Una buena forma de ayudar a entender el motivo de esta situación es elaborar un reglamento y advertir al pequeño que de incumplirse, habrá consecuencias.

Cuándo es conveniente premiar a los niños

Al igual que una actitud negativa merece un castigo, un comportamiento positivo debe desembocar en la respuesta contraria. Es decir, ofrecer una recompensa al niño por haber obrado bien. Los premios deben usarse de forma complementaria a las reprimendas, su combinación es uno de los métodos que mejor sirven para hacer entender a los menores cómo deben actuar.

Sin embargo en ocasiones los premios no suceden con tanta asiduidad como los castigos. Esto se debe a que las malas obras hacen más ruido que las buenas y cuando todo marcha de forma correcta es menos probable que uno se detenga a apreciar esta situación, especialmente después de un duro día de trabajo. Un buen ejemplo es el no pararse a apreciar que el cuarto del niño está ordenado, no obstante si está hecho un desastre los progenitores se darán cuenta antes.

Esto es visto por los niños como algo injusto ya que sus buenas actuaciones no reciben atención pero las malas sí. También puede ocurrir que el menor piense que es malo y que nada de lo que hace es bueno. Al igual que con el castigo, la reacción paterna debe ser inmediata y hay que fijarse más en la forma en la que obran los niños. Si los más pequeños han cumplido con sus obligaciones, los adultos deben aplaudir esta situación y en la medida de lo posible premiarla.

Damián Montero

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