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Los tics nerviosos en los niños

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En algunos niños, los tics parecen formar parte de su personalidad y no plantean ninguna interferencia en lo cotidiano. Sin embargo, estos movimientos físicos o interferencias lingüísticas involuntarias pueden, en otros casos, convertirse en un auténtico lastre para la calidad de vida de quienes los sufren.

Según explica Carmen Ferrer, psicóloga clínica y vicepresidenta de la sección clínica del Colegio de Psicólogos de Cataluña, estos tics tienen en gran medida un significado y una causa inconsciente, se derivan de la relación con una persona con la que existe un importante vínculo de afecto y suelen ser fruto de un funcionamiento o comportamiento rechazado que requiere satisfacción.

Entre un 1% y un 6% de los niños puede desarrollar un tic, aunque en muchos casos es transitorio y no necesita un tratamiento específico. Los tics musculares se dan en gran medida en la infancia de forma benigna y pasajera y sólo su cronificación y la existencia de serias dificultades en el desarrollo normal del menor aconsejan acudir a consulta.

En muchos casos, los afectados por un tic nervioso, ya sean menores o adultos, acuden al especialista debido a otros aspectos de su salud mental como ansiedad, depresión o trastornos del aprendizaje. En los adultos, el tic puede ir asociado a situaciones de ansiedad o estrés, pero también a traumas, por ejemplo, acaecidos durante la infancia.

No se deben confundir estos tics con aquellos que tienen una base física y que son síntomas de trastornos neurológicos, un grupo de pacientes que, además, es mucho más reducido y que suelen seguir un tratamiento farmacológico derivado de la enfermedad.

Entre los tipos de tics más comunes, Ferrer apunta los movimientos involuntarios de ojos, cabeza u hombros, la ecolalia (repetir lo que dice el otro), coprolalia (decir palabras soeces o asociadas a la escatología de forma impulsiva), rascarse de forma compulsiva o el carraspeo repetitivo.

Cómo actuar para corregir los tics nerviosos

No hay que culpabilizar al niño y sobre todo no prohibirle realizar el tic, puesto que es algo que no pueden controlar y la represión, más que ayudarle, puede agravar la situación.

Es conveniente tranquilizarle y explicarle que es algo benigno, transitorio y con solución. Además, hay que darle mucho apoyo para que pueda superar las posibles burlas de otros niños en el colegio. Cuando en el niño se acompañan de ansiedad, estrés o una disminución del rendimiento escolar es necesario acudir cuanto antes al especialista.

Conversar con el niño y preguntarle qué está sucediendo. En ocasiones los niños disponen de una teoría que explica el tic y que puede ser la clave para erradicarlo. Además, hay que prestar atención al momento en el que comenzó y examinar las situaciones en las que se repite.

En cuanto a los fármacos, aunque pueden mejorar el desarrollo del tic, no lo curan y además poseen efectos secundarios, lo que obliga a valorar la conveniencia o no de su uso. Antes de emplear medicamentos hay que considerar que en ocasiones los tics desaparecen de forma espontánea o mediante un tratamiento con psicoterapia.

– Situaciones de rabia, miedo o rechazo pueden dar lugar a estos tics en niños en los que existen carencias en el entorno familiar.

– Debemos tener en cuenta que el tic en realidad no es una llamada de atención dirigida a los otros, sino más bien un comportamiento propio involuntario cuyo único destinatario es uno mismo.

Marisol Nuevo Espín

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