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Rabietas infantiles

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No falla: le llevamos la contraria a nuestro hijo o algo no es de su agrado y pasa de ser un niño tranquilo a transformarse en una fierecilla furiosa que llora entre pataleos. ¿Por qué reacciona así, de una manera que parece tan desmesurada? ¿Cómo podemos calmarle e intentar que no tenga estas reacciones en otras ocasiones?

Las rabietas infantiles son una reacción típica en la primera etapa del desarrollo en la que el niño carece de madurez suficiente para actuar de otro modo. Cuando son bebés reaccionan de manera instintiva, dejándose guiar completamente por el adulto.

Sin embargo, en el momento que empiezan a crecer y a tener sus propios criterios, tratan de conseguir lo que quieren sin ser conscientes de su comportamiento o de los medios que utilizan para lograrlo y así surgen las rabietas infantiles. Lo único que quieren es lograr su objetivo y, además, de forma inmediata. A esta edad, entre los 2 y los 6 años, todavía no son capaces de pararse a pensar si les conviene lo que quieren, si es el momento adecuado o si los medios que están empleando para lograrlo son correctos o afectan negativamente a otras personas.

Aunque ya tienen capacidad para decidir lo que quieren y empiezan a despertar sus gustos e intereses, no tienen la madurez suficiente para entender el modo en que pueden lograrlo. Las rabietas infantiles son una conducta propia de inmadurez que, si no son bien gestionadas, pueden crear un carácter complicado y difícil en el niño.

¿Por qué surgen las rabietas infantiles?

1. Falta de madurez. La primera vez que surge una rabieta suele ser debido, además de a la falta de madurez, a la falta de recursos para comunicar lo que quieren. Al no conseguir lo que quieren se enfadan y si el adulto atiende a esa demanda, la rabieta se repetirá de manera constante porque entenderán que ese es el modo de lograr las cosas. Si las rabietas perduran en el tiempo es porque esa manera de actuar les ha servido en alguna ocasión para conseguir lo que querían. Es fácil que el adulto tenga un momento  de debilidad, de cansancio o un despiste, pero lo importante es evitar que se convierta en una constante.

2. Llamada de atención. Las rabietas pueden llegar a utilizarse, también, como una llamada de atención. Los niños reclaman una gran atención y, a veces, pasan momentos especiales en los que tienen mayor necesidad. Si descubren que con la rabieta tienen esa atención, podrán utilizar esta estrategia de manera habitual, a veces porque son «adictos» a esa atención y todo lo que se les ofrece es poco, y otras veces, porque están pasando una etapa complicada y no somos capaces de darnos cuenta.

3. Actitud caprichosa. Detrás de una rabieta no sólo hay un mal comportamiento del niño y una situación de conflicto entre padre e hijo, sino una actuación caprichosa o una llamada de atención. En ambos casos debemos actuar de forma que se pueda extinguir la conducta y no lo vea como el modo de lograr las cosas.

María Campo, directora de Escuelas Infantiles Kimba

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