A todos los niños les hace falta responsabilizarse de algo en su hogar. Los padres debemos distribuir las tareas domésticas de forma que cada uno de nuestros hijos tenga obligaciones que les ayuden a desarrollar su sentido de la responsabilidad.
Favorecer su responsabilidad
Es en torno a los seis años cuando aparece en el niño la capacidad de ser responsable. Por eso, cuando desde pequeños sobreprotegemos a nuestros hijos les estamos haciendo un flaco favor. Sin quererlo, impedimos que desarrollen ese sentimiento de autoeficacia, tan importante en su desarrollo. Si no permitimos que nuestro pequeño intente vestirse solo, hacemos todo por él o simplemente, le ponemos demasiadas pegas a la hora de que colabore en determinadas tareas, no cabe duda de que estaremos desaprovechando esta oportunidad de oro que nos brinda su propio desarrollo.
Poquito a poco
Lo importante es no exigirle demasiado y mucho menos, de golpe. Si lo hacemos así, lo más probable es que se termine desanimando ante su incapacidad para hacer las cosas perfectamente y a la primera. Es mucho mejor que le pidamos pequeños resultados al principio para luego, una vez que haya aprendido y tenga más confianza en sí mismo, le exijamos más. Así, por ejemplo, podemos pedirle que se encargue de hacer su cama todos los días. Al principio lo más probable es que se eternice y que las sábanas nunca queden en su sitio, pero al cabo de un tiempo seguro que nos sorprenderá con su habilidad y rapidez en este pequeño encargo.
Pautas a seguir
Para empezar, tendremos que explicarle con paciencia y mucho cariño cómo se hacen las cosas. Llegado el momento ofrezcámosle instrucciones claras y precisas. De este modo, le resultará mucho más sencillo enfrentarse a cada nuevo reto que le propongamos.
Asimismo, debemos procurar fomentar su iniciativa. Es bueno que el niño proponga nuevas ideas y que exponga sus propios gustos. El simple hecho de que papá y mamá escuchen sus opiniones le motivará y animará a cumplir con sus obligaciones.
Y si el niño falla, no le critiquemos ni nos burlemos de él. Con esta actitud sólo conseguiríamos que nuestro hijo se desanimase y se mostrase reacio a volver a intentarlo. ¿Qué importa que sus zapatos no estén realmente limpios, si el niño pone todo su interés en hacerlo lo mejor posible?
Educar la generosidad
Por otro lado, es fundamental que los encargos que le solicitemos no sólo le sirvan a él mismo (tener su cuarto ordenado es algo de lo que se beneficia el propio niño), sino que nuestro hijo aprenda a ser responsable de sus cosas y también que desarrolle la generosidad. Le podemos proponer responsabilidades que le hagan ver que puede ser de gran ayuda a los demás para, de esta manera, fomentar su generosidad.
Cambiarlos cada cierto tiempo
Dependiendo de la edad del niño y en la medida de lo posible, es preferible que respetéis las iniciativas de vuestro hijo, dándole la posibilidad de elegir sus encargos e incluso la forma y el momento de cumplirlos (en la medida de lo posible). No obstante, también con el tiempo deberá aprender a hacer, no sólo lo que le divierte, sino también lo que le cuesta.
Variar periódicamente los encargos puede ser también una buena medida, ya que los niños de entre 1 y 6 años precisan de mucha motivación desde fuera. Cambiar los encargos contribuye a que se sientan más motivados y no se cansen.
Para pensar…
– Tendremos que ser constantes. No podemos delegar en él unas cuantas obligaciones y luego permitir que no cumpla con ellas.
– Si nosotros no damos ejemplo, no cabe duda de que nuestro hijo por pura imitación terminará haciendo lo mismo.
– No hagamos distinciones entre tareas de niños y tareas de niñas. Todos tienen que colaborar.
– Un peligro de los encargos familiares es que cada uno sólo asuma su encargo y no ayude espontáneamente en nada más porque «no es mi encargo».