Hacer la Comunión es un acontecimiento muy importante, vital en la vida de un católico y cobra todavía más relevancia al ser un niño el protagonista, y como todos los acontecimientos importantes en la vida, puede causar en ocasiones situaciones de estrés.
Estas situaciones de estrés muchas veces están relacionadas no con la ceremonia de la Comunión en sí, sino más bien por la celebración posterior y miles de circunstancias que surgen alrededor de este momento. Para los niños la comunión es un momento que llevan preparando mucho tiempo, que saben es importante para ellos y para su familia, y es normal y natural que el momento del sacramento les produzca algo de ansiedad sin que esto sea nada raro, sino más bien lo normal.
La ansiedad de los niños al hacer la Primera Comunión
Esta ansiedad es una reacción natural ante acontecimientos nuevos e importantes y es incluso en muchas ocasiones beneficiosa y positiva puesto hace al niño estar más atento, activo y centrado en las cosas.
De todos modos el pequeño puede dormir peor esos días, estar más nervioso, más movido, más desobediente, más callado o preocupado o al contrario exaltado y excitado. Los niños/niñas están nerviosos y sienten curiosidad ante este día tan especial y el momento de recibir el Cuerpo de Cristo. Hasta aquí todo es normal.
El nerviosismo: de los padres a los niños comulgantes
Parte de la ansiedad de los niños es reflejo de la ansiedad o nerviosismo que pueden percibir en casa ante este día y cómo los padres lo viven, y aquí es donde sí podemos y debemos hacer cambios. Los padres muchas veces también están estresados, en este caso es frecuente que a la ansiedad de la propia ceremonia religiosa se sume la preocupación porque todo lo demás vaya bien.
Y, ¿qué es todo lo demás? En las comuniones, están preocupados por ir bien vestidos, que los hermanos se porten bien en la ceremonia, de que en la celebración posterior la comida esté bien, haya suficiente bebida, no llueva, todo el mundo lo pase bien; también preocupados de que la abuela no se canse, de que el tío Javier que está peleado con la tía María no discutan y no monten un número… etc.
Todas estas preocupaciones son legítimas, pero debido a todo ello puede ocurrir que los adultos estén esos días más nerviosos, corriendo, con muchas cosas que hacer, discutan entre los padres por algún detalle, hablen o se enfaden con algún familiar por teléfono en presencia de los niños, hagan comparaciones, etc. Es decir, se estresen por cosas que no deberían ser tan importantes y transmiten a los niños este estrés, ellos lo perciben y manifiestan perfectamente la ansiedad o el estrés de los adultos y del ambiente que respiran en casa. Por lo tanto, somos los adultos los que tenemos que disminuir esa ansiedad o estrés que puede acompañar a los momentos importantes de la vida.
¿Qué podemos hacer para disminuir esta espiral de tensión?
– Centrarnos en lo importante de ese día que es el sacramento, quitando importancia, incluso relativizando riéndonos de todo lo demás. Esto nos debería ayudar a no preocuparnos tanto o disgustarnos por esas cosas. Si nosotros damos importancia y nos estresamos por estas cosas, el niño también lo hará y transformaremos un día tan especial en un montón de preocupaciones y posibles fracasos, cuando es un día en el que el éxito en lo importante está asegurado.
– Afrontar con mucha alegría e ilusión este día. Eso tiene que manifestarse en nuestra actitud, nuestras expresiones, en palabras de seguridad hacia nuestro hijo, etc. Por ejemplo, no es lo mismo agobiar al niño diciéndole que ese día tiene que hacer esto o lo otro, de esta u otra manera, que decirle no te preocupes si algo no sale bien, no pasa nada eso no es importante, mamá y papá estamos felices porque recibes tu Primera Comunión y eso ya es suficiente, lo demás no tiene importancia.
– Es importante mantener los horarios, las normas y el ritmo de casa con normalidad.
– Facilitar momentos en que el niño nos pueda preguntar sobre el tema, si algo no entiende o le preocupa. En ocasiones para facilitárselo podemos contarles cómo nos sentimos nosotros de pequeños cuando hicimos la Primera Comunión, o cómo nos sentiríamos si la hiciéramos ahora, pequeñas anécdotas sobre el tema para dar así pie al niño a que exprese también sus sentimientos, emociones y preocupaciones.
Somos los padres y los adultos los que tenemos que hacer cambios sobre cómo vivimos y afrontamos este acontecimiento tan importante, si queremos que los niños lo vivan de manera positiva, tranquila y centrados en lo importante. Las preocupaciones y el estrés de los niños en su mayor parte son reflejo de las preocupaciones y el estrés de los adultos, por lo que animo a todos los padres y las madres a iniciar cuanto antes un cambio en la perspectiva y la manera de afrontar acontecimientos importantes que se nos presentan a lo largo de la vida.
Pilar Gamazo. Psiquiatra de la Clínica Universidad de Navarra en Madrid
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