Los hijos pequeños de la familia tienen cierta tendencia a escurrir el bulto porque saben que siempre hay alguien detrás para hacerles las cosas. Este es sólo uno de los rasgos comunes de la personalidad del hijo pequeño, que se suelen atribuir a los benjamines de la casa, pero hay más. Concretamente, los profesores son los que, generalmente, se dan cuenta en seguida de que un alumno suyo es «el hijo pequeño».
Rasgos de la personalidad del hijo pequeño
¿Qué características pueden presentar los hijos menores, los pequeños de la familia? Estos son algunos de los rasgos que les delatan:
– Felices, pero menos responsables. Suelen ser niños felices y poco complicados, en ocasiones suelen manifestar cierta «vaguería», a efectuar acciones porque están acostumbrados a que los demás le resuelvan los asuntos (y saben como conseguirlo); tienen cierta tendencia a escurrir el bulto, son menos responsables porque saben que siempre hay alguien detrás para hacerles las cosas.
– Comportamiento en el colegio. En el colegio, el hermano pequeño de una familia numerosa suele tener una especie de sello. Son niños muy autónomos, que se integran rápidamente en la dinámica de la clase, tienen facilidad para relacionarse con los otros niños, son alegres y extrovertidos; aunque también suelen ser peleones, les cuesta compartir, son acaparadores, y tratan de salirse con la suya.
– En las familias numerosas. Los hijos pequeños de una familia extensa, por ejemplo, en la que hay poca diferencia de edad entre unos y otros, suelen ser más alegres y sociables, muy resueltos, saben manejarse y son autónomos, suelen estar bastante estimulados tanto en el área del lenguaje como en el desarrollo motor, tienen ganas de aprender y hacer las cosas por sí solos porque quieren parecerse a los mayores.
– Afectuosos y mimosos. Si los benjamines están demasiado atendidos y protegidos por los hermanos mayores, la atención que los hermanos pequeños reciben de sus padres es solo por la vía afectiva. Entonces, suelen ser niños más afectuosos, a los que se les mima y contempla más, hacen más gracia a los padres, la relación con ellos resulta agradable y gratificante. No suele haber enfrentamientos, se cede con facilidad a sus demandas, pero les hace falta una atención intelectual y formativa en hábitos, que es la que se suele delegar en los hermanos mayores (cuéntale un cuento, báñale, ayúdale a vestirse, dale de comer,…).
– Pequeños tiranos. Otras veces, sin embargo, se nota que es el «benjamín» porque actúa como un pequeño tirano. Suele ser más dependientes de lo normal, no se le deja crecer porque es el último y todos los miembros de la familia le tratan como al «peque», se le solucionan todas las dificultades y se le hace «blando». Sin darnos cuenta, les estamos convirtiendo en un «pequeño tirano» al que nadie le lleva la contraria. Le estamos consintiendo acciones que no se les permitió a los mayores.
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Consecuencias de una educación más relajada
Los padres solemos ablandarnos a la hora de educar al hijo menor. Solemos tender a tratarle siempre como el pequeño, el que más nos puede necesitar, el que no puede hacer ciertas cosas por su edad, al que no le debemos exigir…
Cuesta mucho superar la posible pena de que todos crecen y ya no hay un niño pequeño en casa, pero no por eso debemos de hacerle pequeño al que aún siéndolo por el orden de hermanos no lo es como persona.
Pensemos que este modo de tratarles les puede llevar en un futuro a lo siguiente:
– Ser más inmaduros, actuar siempre como niños más pequeños de lo que son.
– Ser dependientes de los padres. Al no exigirles, no saben hacer las cosas por sí mismos, dependen de los demás, en especial de sus padres.
– Ser inseguros. No tienen seguridad en sí mismos porque no saben hacer las cosas solos, ni han podido comprobar de lo que son capaces de hacer o su valía como personas.
– Ser menos fuertes o luchadores. No saben lo que es luchar y esforzarse por lo que quieren lograr, por eso, muchas veces ni lo hacen, pudiendo llegar a adoptar posturas muy cómodas en la vida. Esperan que les hagan las cosas.
Consejos para educar al hijo pequeño de la familia
Algunos padres ven a su hijo menor como el pequeño e indefenso, y es por esta razón por la que tienden a sobreprotegerle. Cuando se tienen más hijos, la educación deja, en cierta forma, de ser tan personalizada.
– Celos. En ocasiones estos niños tienen celos de los hermanos mayores, quieren tener todo lo que tienen ellos y hacer todo lo que ellos hacen. Ellos mismos se comparan y reclaman derechos que les iguale a los mayores (¿Por qué yo me tengo que ir a la cama? ¿Por qué no puedo ver la tele?). Por eso, hay que tratarle según su edad, y no consentirle lo que no permitimos con nuestros otros hijos cuando tenían su edad.
– Atención personalizada. Prestemos atención a su evolución personal y en el colegio, como se ha hecho con los demás. Aunque sea el pequeño no podemos pensar que en todo va a ser como los demás y que ya nos lo sabemos todo.
– Objetivos. Hemos de marcarnos unos objetivos, pocos pero concretos, como se hizo con los mayores. Esto conlleva establecer y cumplir unos horarios, fundamentalmente de sueño, higiene y alimentación (hora del baño, cena, siesta,…).
– Sobreprotección. Evitemos solucionarle los pequeños problemas a los que tiene que enfrentarse (vestirse, ordenar, comer,…) y sobreprotegerle.
– Tiempo y dedicación. Frecuentemente, el menor de los hijos pilla en un momento en que los padres tienen más edad y los juegos con sus hijos les cansa más. Sin embargo, el hijo pequeño también merece que los padres se impliquen en sus juegos, y, si es necesario, que se echen con él al suelo a jugar.
– Trato. Mira cómo sueles tratar a tu pequeño: si le mimas demasiado y todo se lo consientes, acuérdate de que para ayudarle a madurar es necesario darle una responsabilidad y ponerle un encargo (ordenar sus juguetes o ayudarte a poner la mesa) y negarle chucherías o algún premio cuando no se lo merezca, además de corregirle cuando sea oportuno.
Conchita Requero.
Asesora: María Campo Martínez. Directora de Escuelas Infantiles Kimba
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