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El perfeccionista ¿nace o se hace?

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Uno de los trastornos más significativos entre las alteraciones y los trastornos de la personalidad, es el perfeccionismo, conocido también como «Síndrome del Perfeccionista» o Trastorno Anancástico de la Personalidad. Es un condicionante sigiloso, fuertemente arraigado, desconocido y capaz de conducir a vidas aparentemente envidiables pero realmente infelices.

Para entender si el perfeccionista ¿nace o se hace?, hay que valorar que hacer bien lo que hay que hacer, esforzarse en ello, gozarse en el logro, complacer a quienes te rodean y disfrutarlo, servirse de la vida y obras para alcanzar la felicidad, es algo que las personas pretenden siempre. Pero en este proceso se entremezclan factores biológicos, psicológicos, actitudes, entornos educativos y sociales y ese íntimo núcleo operativo, que es la libertad personal, donde el perfeccionista se pone grandes limitaciones.

La influencia de los padres en el perfeccionismo

El perfeccionismo se lleva en los genes y ha de salir al pensamiento y a la conducta desde la educación y el aprendizaje. Es cuestión de predisposición o vulnerabilidad y de «expresión de los genes». Una madre victimista, un padre hiperexigente, es decir, la aportación de modelos de excelencia sin espacio vital para los errores, son espacios favorecedores del perfeccionismo.

En este sentido, no hay que olvidar que quienes aportan los genes son, de ordinario, los mismos que educan. Aquí radica la importancia de estar atentos para contrarrestar las tendencias perfeccionistas y equilibrar los rasgos de la personalidad.

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Así, la mejor sensibilidad que tienen los chicos a lo largo de su desarrollo psicológico evolutivo hace que la edad comprendida entre los 4 y los 7 años sea la más propicia para el despertar de los rasgos obsesivos que caracterizan al Síndrome del Perfeccionista, que pueden ser, entre otros:

1.  Ordenar repetidamente, hasta adquirir sentimientos de que uno lo hace todo y que es la víctima al entero servicio de los demás.
2.  No tolerar el desorden, el desequilibrio o la asimetría. Algo fuera de su sitio es tomado como una bofetada y la agresión defensiva es dirigida hacia otros que «no entienden nada».
3.  Previsión exagerada, hipercontrol hasta agotarse en el empeño.
4.  Necesidad de respaldo en cuanto a la buena voluntad con que actúa, requiriendo expresiones que nunca acaban de satisfacer.
5.  Intolerancia de los propios errores. Radicalidad al enjuiciar la propia tarea en razón de la calidad lograda o del tiempo empleado, tendiendo a excluir las calificaciones intermedias.
6.  Hipersensibilidad ante las injusticias propias y ajenas, incluso las más nimias.
7.  Inseguridad interior, pero con el empeño de aparecer como persona de segura actuación y generando un creciente desasosiego.
8.  Estimación alta de la normativa. Elevada valoración del orden, la limpieza, la puntualidad.
9.  Tendencia a la rigidez. Dificultad para vivir la imprevisión o la indeterminación de los planes.
10.  Subjetivismo marcado. Tendencia a la adhesión al propio punto de vista, de tal manera que tiendo a pensar que si los demás discrepan es porque les faltan datos, experiencia, o entendimiento del problema.
11. Dificultad para disfrutar. Exagerada valoración de la eficacia y del trabajo con detrimento del disfrute por lo que se hace y por lo que se ha hecho.
12.  Afán por conservar. Tendencia a conservar cosas por si resultan útiles alguna vez.

Cómo diagnosticar el «Síndrome del Perfeccionista»

Además de observar algunas señales de alarma que pueden ayudar a identificar a un perfeccionista, existe una prueba diagnóstica conocida como el Cuestionario Sevilla a partir de la cual es posible diagnosticar a un perfeccionista. Es un instrumento de medida que consta de 24 puntos. En versión reducida con 12 ítems, la respuesta positiva en más de 6 indicaría una clara predisposición al perfeccionismo. Y en más de 9 la conveniencia de una atención orientativa o terapéutica.

Cómo tratar el perfeccionismo

La corrección del erfeccionismo requiere un abordaje psicoterapéutico amable y confiado, dada la resistencia del paciente a aceptar el diagnóstico y su tratamiento. En adultos y casos más arraigados suele ser precisa una medicación con fármacos antiobsesivos. Al ser el perfeccionismo un trastorno de la personalidad ha de considerarse como un patrón de conducta genéticamente arraigado. Será, pues, una tendencia permanente en la disposición, la actitud y la conducta de quien la presenta.

Su abordaje terapéutico no trata de erradicarlo sino de compensarlo, aminorándolo de tal modo que  ya no aparezca como perturbador, corrigiendo lo negativo de su condición temperamental, pero conservando lo positivo.

Los valores del perfeccionista

Al decir «perfección» se alude a un quehacer excelente. En este sentido, hay que considerar el perfeccionismo desde un nuevo enfoque, el de la eficiencia, el hacer algo bien considerando además el coste que conlleva. Así, la perfección es más bien el camino que la meta. Es saber a dónde vamos y acercarnos a ello desde la felicidad. Ahí está la felicidad, en el camino cuando se siguen los dictados de la ley moral natural que cada uno llevamos consigo y sobre sí mismos. Así, el camino hacia la perfección comporta:

–  Responsabilidad.
–  Esperanza.
–  Ilusión y pensamiento positivo.
–  La alegría de rectificar.
–  Magnanimidad.
–  Perseverancia.
–  Saber priorizar.
–  Compaginar amor y desasimiento.
–  Dotar de sentido al propio quehacer.

Dr. Manuel Álvarez

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