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El mutismo selectivo de los niños: ¿un problema de comunicación?

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A muchos nos cuesta vencer la timidez cuando nos presentan a alguien o cuando nos encontramos en un ambiente que nos incomoda o al que no estamos acostumbrados. Cuando se trata de niños pequeños, no es raro que se escondan detrás de sus padres si no conocen a la persona con la que estos están hablando. Pero en el caso de algunos niños, lo que pensamos que es pura timidez puede resultar ser un trastorno psicológico conocido como mutismo selectivo.

¿Qué es el mutismo selectivo de los niños?

Algunos niños son muy charlatanes cuando están con sus padres y, sin embargo, no son capaces de hablar con sus abuelos, con algún primo  o con sus profesores. Muchos de estos niños, cuando se encuentren en una situación o entorno que les incomoda, se verán incapaces de hablar en voz alta y tendrán que susurrar al oído de aquellas personas con las que se sientan más a gusto. Eso sí, cuando nadie más les esté mirando.

El mutismo selectivo es un problema de inhibición del habla que suele comenzar en la etapa preescolar. El niño inhibe de forma selectiva la respuesta verbal con ciertas personas o en determinadas situaciones sociales, a pesar de no presentar ningún impedimento del habla. Uno de los muchos peligros de este trastorno es que el mutismo puede llevarles a actuar sin consultar primero con un adulto. Podrán, por ejemplo, desaparecer sin haberle dicho a nadie que se iban.

Características del mutismo selectivo

Estas son algunas de las características del mutismo selectivo:

1.  Un trastorno de ansiedad. El DSM encuadra al mutismo selectivo en los trastornos de ansiedad y las fobias. Aunque se desconocen las causas,  se cree que se debe a una mezcla de factores genéticos y ambientales. Puede comenzar por una timidez extrema y derivar en mutismo de forma progresiva, o surgir a partir de una situación estresante como una hospitalización, la separación de los padres, la pérdida de un familiar o cambiarse de ciudad.

2.  Un círculo vicioso. En algunos niños se produce casi como un vicio: al sentir ansiedad frente a alguna nueva situación el niño puede verse incapaz de hablar y el adulto que le acompañe irá a su «rescate» y contestará por él. El niño sentirá un alivio a corto plazo de su ansiedad y este comportamiento se verá reforzado. Y antes de que su padre o su madre se den cuenta, se ha convertido en un hábito para el niño hasta el punto de que ya no considerará que hablar sea una opción.

Elena Villa, psicóloga infantil, asegura que el mutismo selectivo no es muy habitual (su prevalencia se sitúa alrededor  del 1% de la población infantil) y es más frecuente en niñas que en niños. Sin embargo, es un trastorno que preocupa a los expertos porque el 50% de los niños que sufren mutismo selectivo padecen también de algún otro tipo de trastorno de ansiedad, casi siempre una fobia social o un trastorno de ansiedad por separación.

Cómo reconocer el mutismo selectivo en un niño/a

El diagnóstico no siempre es fácil ya que los niños con mutismo selectivo suelen hablar con normalidad en casa y los padres pueden no darse cuenta hasta que han pasado meses (o incluso años) desde que empezó.

Además, es fácil confundir el mutismo selectivo con timidez. Lo más normal es que los niños con mutismo selectivo no hablen en clase, por lo que suelen ser los profesores los que alerten a los padres al notar como el niño, a pesar de parecer contento, no habla con sus compañeros o se comunica con gestos.

Sin embargo, es normal que durante los primeros meses de colegio el niño hable mucho menos o incluso nada en absoluto. Para poder diferenciar el mutismo de otros problemas, la duración de la alteración debe durar por lo menos un mes (sin contar el primero de colegio). Se debe apreciar una incapacidad persistente para hablar en situaciones concretas, a pesar de que el niño hable con normalidad en otras, sin que pueda deberse a un impedimento del habla. Otro indicio importante es que su inhibición interfiera en su rendimiento escolar.

También puede ser signo de ansiedad el mal comportamiento del niño antes de tener que enfrentarse a una situación que le resulta difícil; pueden llegar a hacer todo lo posible por evitar un evento social que les produce ansiedad. Por lo general, los niños con este trastorno tienen una inteligencia superior a la media y son especialmente sensibles a los sentimientos de otros. Si son muy activos y habladores cuando están cómodos (algo nada raro en estos niños), será más fácil identificar las situaciones en las que padecerán el mutismo.

¿Mutismo selectivo infantil o timidez?

No es raro que los niños se muestren tímidos ante determinadas situaciones pero, ¿hasta qué punto su timidez es normal? Si tu hijo no hace algo que sabes que le gusta de forma sistemática cuando está con una persona concreta o en un cierto lugar o se paraliza por completo en determinadas situaciones, lo más seguro es que se trate de algo más que una simple timidez. Si, por ejemplo, le gusta mucho pintar pero no lo hace en casa de sus abuelos o de unos amigos, no se trata de una timidez normal.

A la hora de diferenciar a un niño con mutismo selectivo de un niño tímido o introvertido, se puede apreciar que a este último, si bien le puede costar hablar con extraños, a medida que vaya cogiendo confianza será capaz de interactuar con ese desconocido, aunque sea de forma mínima. Sin embargo, un niño con mutismo selectivo no hablará en determinados contextos ni ante determinadas personas sin que esto se corrija con el tiempo.

Además, un niño tímido puede seguir el ritmo académico y no tiene por qué presentar problemas académicos, mientras que un niño con mutismo, por lo general, tendrá dificultades en el colegio. Los niños con este trastorno tendrán problemas para hablar con sus compañeros, lo que no ocurre en caso de mera timidez en el que no se verán afectadas las relaciones con sus iguales.

Reducir la ansiedad para tratar el mutismo de los niños

Aunque pueda parecer un trastorno sin mayor importancia, si no se trata, el mutismo selectivo puede derivar en un trastorno de ansiedad social más serio y más complicado de tratar. De hecho, hay casos en los que personas de 40 años, que parecieron este trastorno de niños, son ahora completamente incapaces de hablar (ni siquiera con sus familiares). Otros desarrollan depresión o trastorno de ansiedad severo.

Cuando se haya identificado el mutismo, la intervención se enfocará a reducir la ansiedad. Se enseñarán al niño técnicas de relajación para más adelante exponerle, de forma gradual, a las situaciones temidas. Para la modificación de la conducta, se podrán utilizar, con control, premios para motivar al paciente a cambiar y castigos mínimos (como pérdidas de puntos, etc.). Para tratar los casos más severos en los que se ha necesitado medicación, se han utilizado inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina como la fluoxetina (más conocida como Prozac).

Como ocurre con cualquier enfermedad, es importante tener mucho cuidado con lo que se conoce como ganancias secundarias. Cuando nuestro hijo está enfermo aumentamos las muestras de cariño, las atenciones y, con frecuencia, le relevamos durante un tiempo de sus obligaciones. El problema es que el niño puede dejar de percibir la enfermedad como algo negativo, lo que implicará que no dedique todos sus esfuerzos a mejorar.

Elena Villa recomienda identificar cuanto antes el problema para proporcionar al niño un tratamiento adecuado y para evitar conflictos en las áreas más afectadas por este problema: la familiar, la social y la académica.

Marga Wesolowski
Asesoramiento: Elena Villa, psicóloga infantil.

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