El niño acusica es el que corre a decirles a los adultos las faltas que han cometido otros niños, ya sean sus hermanos o compañeros de clase. Probablemente todos hayamos sido de pequeños un poco chivatos, y es una actitud normal a estas edades. Pero eso no quita que los padres «pulamos» un poco esa tendencia a acusar a los demás.
Conviene que le enseñemos a ser buen compañero y hermano y a ponerse en el lugar de los demás.
Una acusación puede estar motivada por celos o por llamar la atención. La actitud del acusica puede hacer sufrir mucho a otros niños y probablemente el niño quiera destacar y mostrarse como modelo ante sus padres.
El chivato de la clase
Cuando los niños empiezan el colegio, se encuentran con un ámbito más formal que en casa, donde se hay unos horarios rigurosos, unas reglas de comportamiento claras, unas calificaciones… y un montón de compañeros con los que va a convivir día tras día. Los niños sienten la necesidad de agruparse y los juegos colectivos sustituyen a los individuales, que tienen ahora menos atractivo.
En el trato con los demás, empieza a reconocer su papel dentro del grupo, qué puede aportar y qué puede recibir. Sin embargo, a estas edades no existe aún una verdadera camaradería, por lo que es habitual que surja la figura del chivato. Sin embargo, la actitud del acusica puede hacer sufrir mucho a otros niños, que se ven humillados antes sus compañeros con acusaciones como «Seño, Luis se ha hecho pis, ¡qué cochino!«.
Educar la empatía de los niños
Pero en el caso de que el niño busque con las acusaciones llamar la atención o incluso ridiculizar a otro niño para reírse de él, tendremos que tratar de enseñar a ese niño a ser empático y ponerse en el lugar de los demás, ya que él mismo no se da cuenta del daño que hace cuando acusa a alguien frente a los demás. Esto no es algo que se consiga a la primera de cambio, ya que a estas edades los niños son más bien egocéntricos, pero también saben escuchar muy bien a sus padres y tratan de aprender lo que ellos les enseñan.
Poco a poco y con paciencia, podemos enseñar a nuestro a distinguir las situaciones en las que una persona puede sentirse ridícula y humillada. A veces, basta con decirle «no te rías de tu hermano, ¿te gustaría que a ti te hiciesen lo mismo?» para que vaya asimilando lo que es ponerse en el lugar de los demás.
Cómo enseñar a los niños a decir la verdad
Con el tiempo, con constancia y nuestras enseñanzas, el pequeño irá aprendiendo a dar a los demás la oportunidad de contar las cosas por sí mismos, incluso ayudar a arreglar lo que hayan hecho mal. Para esto es también necesario que los padres enseñemos a nuestros hijos que valoramos su sinceridad, y que no tienen que temer a un castigo desproporcionado ni a nuestra furia.
Es bueno que aprendan que, si cometen alguna falta y piden perdón por ello sin esconderse, nosotros les vamos a perdonar e incluso a felicitar por tener la valentía de dar la cara. Enseñar a los niños a pedir perdón y ser sinceros ante sus fallos, además de todo lo positivo que tiene en sí, tiene como efecto colateral el no dejar muchas posibilidades a algún hijo para que se convierta en un chivato.
Por nuestra parte, hagamos el esfuerzo de controlar nuestro genio y enfados ante los hijos cuando se muestren sinceros ante un fallo que hayan cometido. Si es así, se puede lograr que el pequeño no tenga miedo a decir la verdad y no tenga que esconderse, de manera que no daremos lugar a que alguno de sus hermanos le acuse para que «se haga justicia».
Además, hay que animar a nuestro hijo a ayudar a la persona que ha cometido un fallo para que pida perdón y diga la verdad. Por ejemplo, si su hermano ha roto un objeto de un golpe, valoremos que, en lugar de venir corriendo a decírnoslo, venga con su hermano y le anime a pedir perdón.
Si esto no fuese así y, al romper el objeto el niño no dice nada y se evade, mientras que nuestro otro hijo viene corriendo al grito de «¡Mamáááá, Carlos ha roto la lámpara!», tendremos que tomar medidas: castigar a uno por lo que ha hecho y decirle que, para que esto no vuelva a pasar, ha de ser valiente y decir la verdad, y al otro, darle un pequeño toque de atención: «la próxima vez que Carlos haga algo malo, recuérdale que tiene que decir la verdad y decírmelo, así no le castigaré. Tienes que darle la oportunidad de que venga a pedirme perdón y ayudarle, antes que venir corriendo a decírmelo». Si además le animamos con un «no hay cosa que más me guste que cuando ayudas a tu hermano, eres el mejor», que le hará sentirse valorado, podremos estar seguros de que el hijo chivato puede cambiar de actitud en poco tiempo.
Conchita Requero
Asesoramiento: Manuela Manso, licenciada en Educación por la Universidad de Gales.
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