Alrededor de los tres o cuatro años, comienza la edad de las palabrotas en los niños y muchos realizan sus primeros pinitos en el mundo de las palabras malsonantes o palabrotas. A partir de los cuatro y cinco años, los pequeños comienzan a decantarse por las palabras y conductas escatológicas y aquellas que se encuentran relacionadas con el descubrimiento del propio cuerpo y sus actividades fisiológicas.
Un buen día, casi sin darnos cuenta, nuestros hijos comienzan a escupir por sus lindas boquitas un sin fin de palabrotas. Las emplean casi para todo: para insultar a sus compañeros de parque, para demostrar su disgusto o contrariedad ante una situación e, incluso, para dejar claro que están enfadados con nosotros. ¿Qué les ocurre? ¿De dónde sacan esas palabrotas?
Cuándo aparecen las palabrotas en el lenguaje infantil
Estas son algunas de las preguntas que se realizan la mayoría de los padres a estas edades.
Y es que, desde que comienzan a hablar los pequeños asimilan el lenguaje a una velocidad de vértigo y la edad de las palabrotas de los niños tiene su momento cuando van ampliando su vocabulario. Esto incluye, claro está, las palabrotas o los tacos que, aunque no comprenden su verdadero significado, han podido observar cómo los adultos recurren a ellos para demostrar su desagrado ante cualquier situación o para meterse con los demás.
– A partir de los tres o cuatro años, es el momento inicial de la edad de las palabrotas de los niños. Les encanta aprender nuevas palabras y les llaman especialmente la atención aquellas que expresan énfasis o enfado.
– A partir de los cuatro y cinco años, los pequeños comienzan a decantarse por las palabras y conductas escatológicas y aquellas que se encuentran relacionadas con el descubrimiento del propio cuerpo y sus actividades fisiológicas. Términos como caca, culo o pis les resultan divertidos hasta tal punto que les provoca la risa el mero hecho de decirlos.
En cuanto a las palabrotas o palabras malsonantes que no tienen nada que ver con la fisiología del cuerpo, nuestros hijos suelen escoger aquellas que oyen más a menudo y las que más les llaman su atención.
¿De dónde sacan las palabrotas los niños?
Nosotros somos, sin lugar a dudas, su mayor ejemplo. Por ello, nuestra forma de actuar será realmente importante si deseamos que nuestro pequeño no eche mano a este tipo de terminología. En ocasiones, no nos damos cuenta. Simplemente vamos conduciendo. El coche situado a nuestro lado intenta adelantarnos y… no podemos evitarlo se nos escapa un inevitable: «imbécil, ¡que no sabes conducir!» o algo mucho peor.
Evidentemente, a nuestro hijo que va plácidamente sentado en el asiento del coche de atrás no se le escapa esta situación. Dos días más tarde el imbécil es su hermano mayor que le ha quitado su coche preferido.
En otras ocasiones, su fuente de alimentación son los niños del parque, la televisión, sus compañeros de guardería… Las palabrotas están ahí y lo único que podemos hacer nosotros es intentar combatirlas desde el primer momento.
Recordemos que la primera vez que sueltan al aire una palabrota no saben exactamente lo que significa, pero normalmente se encuentran con una reacción que les maravilla: risas, atención, enfados, cuchicheos… En un instante, comprenden que cada vez que «escupen» una de estas palabras se convierten en el centro de atención.
Irene Gutiérrez
Asesora: Lucía Herrero. Psicóloga y orientadora familiar.
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