Cumplir años se ha convertido en todo un evento infantil de curiosa y difícil organización logística. Celebrar el aniversario del nacimiento de nuestros hijos es, sin duda, una cosa estupenda y necesaria. Pero en ocasiones, la frontera entre convertir ese día en una ocasión especial y familiar o en una gran celebración es difusa. La cuestión es: ¿cómo celebrar cumpleaños infantiles a medida?
Hacer una fiesta por el cumpleaños de tu hijo supone una ocasión ideal para demostrarle nuestro cariño en el día de su nacimiento, hacerle especial y único recordando ese momento, uno de los más importantes en nuestra vida y en la suya, en el que vinieron al mundo.
Aunque a simple vista nos parezca que tan sólo se trata de una gran fiesta, los cumpleaños infantiles son una oportunidad perfecta para potenciar unas cuantas virtudes que ayudarán a nuestros hijos a «hacerse» mejores personas y, por tanto, debemos esforzarnos para celebrar los cumpleaños infantiles a medida de las necesidades de los niños.
Despliegue de medios en los cumpleaños infantiles
Payasos, cine, piscinas de bolas, castillos hinchables, bolsas de chucherías que escandalizarían a los pediatras y dentistas, invitaciones personalizadas, listas de regalos en jugueterías, numerosos invitados… son elementos cada vez más habituales que rodean a las fiestas de cumpleaños. El tema no es poner en duda si nuestros hijos se lo merecen o no, claramente se merecen lo mejor, sino en plantearnos qué es realmente lo mejor para ellos.
Es cierto que estamos en tiempos muy distintos a los de antes. Las familias de hoy son notablemente menos numerosas que hace unos años (lo que hace que podamos permitirnos con uno o dos niños, lo que antes con cinco era impensable). Además, que la madre trabaje fuera del hogar y disponga de menos tiempo hace que tenga que recurrir a contratar servicios externos (empresas de ocio) para poder celebrarlo. Y por último, las casas suelen ser pequeñas y es imposible juntar en ellas a un montón de niños que puedan jugar y correr a gusto…
Pero también es cierto, que las necesidades han cambiado y probablemente, lo que antes hacía a un niño feliz, ahora es insuficiente. El afán de los niños por querer y pedir más suele ser directamente proporcional a la capacidad nuestra de darles lo que quieren. Nos pasa a los adultos: cuanto más tenemos, más queremos. Y se difumina la línea de lo necesario y lo superfluo.
A veces, confundimos el educarlos bien, con el que no les falte de nada. Sin quererlo, potenciamos a los pequeños unas necesidades un tanto peligrosas, que van creciendo conforme más les damos, y mientras antes éramos felices en nuestro cumpleaños con la comida especial, con la visita de nuestros primos, ver una peli de video y de regalo un buen balón de fútbol, ahora es difícil contentarlos incluso con las decenas de regalos que abren en una tarde llena de sorpresas. Es verdad que cada vez cuesta más hacer de un momento una ocasión especial, porque nos volcamos a diario ofreciéndoles, sin excusa y con nuestra mejor intención, demasiados «medios» especiales para su satisfacción.
Difícil elección: los invitados del cumpleaños
«Pues como no me dejes el coche, no te invito a mi cumple». Javier cumple 3 años la próxima semana, y ya tiene muy claro que a su fiesta, sólo irán los que se lo merezcan. Lleva unos días amenazando a sus compañeros de clase con no invitarles si no hacen tal o cual. Alrededor de los cumpleaños infantiles se crea una auténtica guerra y corrillos de amistades que, sin quererlo, potenciamos o les damos mayor importancia los padres.
No olvidemos que en estas edades, los niños todavía no tienen capacidad crítica y sus amistades son fruto de la necesidad, oportunidad y son casi siempre interesadas. No podemos perder de vista que se trata de una ocasión ideal para que disfruten, que conozcamos a sus compañeros y veamos cómo se desenvuelven con sus amigos. Así que habrá que pensar bien cómo hacemos esa selección, e incluso si es bueno potenciar en niños tan pequeños esa necesidad de elegir o discriminar sin apenas baremo convincente.
A veces queremos asumir tantos aspectos que la celebración se va de nuestras manos: que si hay que invitar a todos los que invitaron a mi hijo, que si esta madre dirá tal o cuál, que si toda la clase para que no se enfaden… Tendremos que plantearnos si nos compensa hacer este gasto extra, buscar otra solución, o incluso esperar a que el niño cumpla algún año más y sea más consciente y pueda disfrutar mejor del evento.
María Mira
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