Los niños y niñas difieren en sus ritmos de maduración, en sus intereses, inquietudes, aficiones, formas de socializarse, formas de reaccionar ante idénticos estímulos, maneras de jugar, afectividad y comportamiento. Todo esto provoca que tengan una diferente forma de aprender, por lo que ante una clase mixta tendremos que contar con la diferencia para ir conjugando diversos modos de impartir las lecciones para estimular a unos y a otras.
A los chicos se les puede motivar con un diez a los que trabajen mejor en el cuaderno, además de salir unos minutos antes al descanso. A las chicas exponiendo en el panel de clase sus cuadernos, además de recibir un aplauso.
En casa podemos organizar el horario de estudio de dos modos: para los niños, más inquietos, les permitiremos que jueguen un poco antes de estudiar (15 minutos) y se desahoguen, luego deberes (30 minutos) y antes de la cena entre un cuarto de hora y treinta minutos para desconectar. Las chicas, en general, prefieren terminar cuanto antes con los deberes pues suelen «angustiarse» más si no acaban a tiempo; así, le propondremos que estudien para más tarde hablar sobre sus cosas con mamá, leer un libro o ayudarnos en alguna tarea que tengamos que hacer esa tarde.
Las diferencias existentes entre los niños y las niñas se manifiestan en los cerebros masculino y femenino, en su estructura y funcionamiento (determinado a su vez por la influencia que en el mismo ejercen las respectivas hormonas sexuales) son las que marcan las diferencias en el aprendizaje; pertenecen al orden natural y biológico, pero inciden de forma directa en su desarrollo personal. Aunque todos seamos capaces de llegar a un mismo objetivo, si tenemos en cuenta estas diferencias y aplicamos métodos diversos, quizá el resultado final sea mejor tanto para chicos como para chicas.
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La facilidad para la escritura durante los primeros años de colegio radica también en el mayor desarrollo de su motricidad fina. Con la lectura y escritura las niñas llevan ventaja desde el primer momento, generando cierto agravio comparativo con los varones. Esta precocidad femenina, en educación infantil y primaria, tiene una enorme trascendencia, pues las asignaturas más importantes en estas etapas son precisamente las relacionadas con el uso del lenguaje.
Es importante tener en cuenta estas diferencias de cara a prestar el apoyo preciso a los muchachos, que actualmente son los que padecen los mayores déficits en comprensión lectora.
1. Así, por ejemplo, en 1º y 2º de Primaria, el profesor de un aula mixta, encontrará más alumnos varones con esas dificultades y deberá pasar más tiempo leyendo individualmente con ellos en su mesa. Además, los animará a tener siempre un libro a mano para utilizarlo cuando termine otras tareas. En el caso de los chicos les permitirá que sean «mortadelos» o similares, ya que, para que cojan afición a la lectura, vale casi todo.
2. En la segunda etapa de Primaria, 3º y 4º, a la hora de trabajar la lectura seguramente muchas más niñas que niños se ofrecerán voluntarias para leer en alto. Es lo que más les gusta, por lo que un eficaz castigo cuando se portan mal es no participar ese día en la sesión de lectura con los compañeros de clase. También debemos conocer sus gustos: en estas edades los niños se decantarán por colecciones tipo «Gerónimo Stilton» y las niñas por las del tipo «Kika Superbruja».
3. En 5º y 6º, etapa en la que la expresión oral y escrita adquiere gran importancia, seguiremos observando la mayor riqueza de vocabulario de las niñas. El profesor puede proponer temas para que investiguen chicos y chicas, observando cómo unos eligen personajes de la historia que sobresalen por su valor, situaciones de riesgo, peligro y por sus grandes hazañas; ellas por temas de medicina, naturaleza y literatura.
Chicas adolescentes, chicos infantiles
En la preadolescencia (las niñas alrededor de los 10-12 años y los niños entre los 11 y los 13), también el desarrollo psíquico de las niñas lleva la delantera a los muchachos, lo que las hace más responsables, aplicadas, perseverantes y, en definitiva, maduras. Por esta razón, dentro y fuera del aula, es en la última etapa de Primaria, 5º y 6º, cuando las diferencias entre ambos sexos son más significativas. El profesor se encontrará con mejores resultados académicos en las chicas, con más interés y atención en clase y, en general, con mejor actitud ante el estudio.
Este desarrollo dispar provoca conflictos en las aulas, pues los chicos se pueden sentir despreciados por las niñas que, en muchas ocasiones, se ríen de su «infantilismo» en sus razonamientos, comportamientos y reacciones. Además, el interés por aprender también se verá afectado, ya que las niñas ya van tomando conciencia de su importancia, mientras que los chicos siguen pensando en «sus batallas campales»: partidos de fútbol, competiciones de todo tipo, juegos de «polis y cacos», etc.
A los chicos les gusta la competencia
Los niños se pasan el tiempo compitiendo. Canalizan la agresividad proporcionada por su flujo hormonal en juegos de acción, competencia, dominio y liderazgo. El deseo de ganar les motiva, incentiva, excita y alimenta su espíritu de lucha y sacrificio. Chesterton decía: «los juegos masculinos son competitivos porque es el único modo de hacer que sean emocionantes». El varón, lejos de buscar, -por ejemplo en el trabajo-, la armonía, cooperación y conexión, su impulso biológico le dirige hacia la búsqueda de un estatus. Los chicos quieren y buscan la competencia.
Las clases estructuradas en torno al sistema de la exigencia y de la competencia personal son un éxito para los varones, que se sienten estimulados por la tensión. Los chicos necesitan alcanzar metas. Esto constituye para ellos un incentivo para su mejora personal.
Es preciso explotar la competencia natural de los chicos para así promover logros académicos. Es tarea de padres y profesores convertir la típica «combatividad» masculina en una sana y efectiva competitividad. En este sentido, a la hora de poner tareas resulta muy eficaz organizarlos por grupos de trabajo, por objetivos, donde ellos se vayan marcando metas en las que luchen por ganar posiciones, a la vez que aprenden a trabajar en grupo.
Sin mucha dificultad se podrá descubrir líderes naturales que sepan tirar de los equipos y estimular el aprendizaje del grupo. Por ejemplo, se pueden organizar campeonatos de ortografía, dividiendo la clase en cuatro o cinco equipos con un capitán al frente de cada uno que distribuya el trabajo, especializando a cada miembro en el estudio de las reglas, preparando preguntas para los equipos contrarios y organizando estrategias de dificultad. También puede organizarles la búsqueda de información. El profesor podrá sacar mucho partido y la competición podrá dar mucho juego, si existe la posibilidad de subir posiciones en la clasificación.
Las chicas son más empáticas
Las niñas son por naturaleza más afectivas, solidarias y colaboradoras. Están muy pendientes de los problemas de sus compañeras. La competencia no sólo no las activa, sino que suele bloquearlas y ser contraproducente. Es mucho más eficaz el uso de fórmulas en las que la colaboración y cooperación entre compañeras juegue un papel esencial. Las niñas desean agradar a las profesoras, tener una relación íntima, que conozca sus problemas y las comprenda.
En numerosas pruebas de empatía, sensibilidad emocional, inclinación a cuidar y afecto, niñas y mujeres obtienen mayor puntuación que niños y hombres. El origen biológico de la empatía se encuentra en gran medida relacionado con una hormona típicamente femenina: la oxitocina, ligada a su vez de forma íntima al comportamiento maternal y que impulsa a la mujer a relacionarse con los demás.
María Lucea
Asesoramiento: Almudena Narbón. Profesora del Colegio Montealto. Máster del Instituto de Estudios de Educación.
José María Gil. Profesor del Colegio Retamar. Pedagogo y Orientador Familiar.
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