En compañía todo se disfruta más, compartir es un valor muy importante a inculcar en los niños. Sin embargo, una escena muy habitual en los hogares es escuchar al pequeño negándose a compartir uno de sus juguetes con un amigo o hermano. El «mío, mío» es una frase que pronuncian muchos menores haciendo ver su lado más egoísta, una versión de ellos que hay que remediar.
La empatía y la generosidad es un valor a tener muy en cuenta en las personas y que se puede enseñar a los más pequeños a través del instrumento por el que mejor se transmiten estas enseñanzas: la educación. Estas son algunas formas de transmitir este valor a los hijos.
Enseñando generosidad a los niños
Desde Baby Center se dan una serie de consejos para enseñar la generosidad a los más pequeños:
– Compartir es divertido. Los niños pueden pasárselo muy bien mientras comparten y para ilustrarlo nada mejor que los juegos de equipo en los que varios niños trabajen juntos para alcanzar una meta común. Para ello deben aportar algo para conseguir este objetivo de modo que todos aporten su grano de arena para conquistar lo propuesto,
– No castigar su resistencia a compartir. Si el niño ve que hay efectos negativos por no compartir, sólo verá una amenaza en estos momentos y tendrá más rechazo aún a esta actividad que encima le reporta consecuencias negativas.
– Cuando los niños peleen por un juguete, hay que ayudarlos a descubrir qué pasa en realidad. Su amigo también tiene derecho a probar la diversión de la que él disfruta, de esta forma él también podrá jugar con sus juguetes.
– Preguntar el motivo por el que no comparte, quizás todo se deba a un miedo porque su compañero le robe el juguete o lo rompa. Hay que tranquilizarlo y hacerle ver que no hay peligro alguno.
La generosidad nos hace felices
Un grupo de investigadores de la Universidad de Lübeck, Alemania, encontraron que la generosidad reporta felicidad al individuo a través de un mecanismo en el cerebro de las personas que se activa cuando alguien se comporta de este modo. Una conexión que hace que aquellos que se son amables con quienes los rodean, sean recompensados en su cerebro haciéndolos sentir más felices y plenos. Un motivo más para inculcar este valor en los niños.
Los responsables de este trabajo congregaron a un total de 50 participantes que fueron dividieron en dos grupos aleatorios. A todos se les asignan 25 francos suizos cada siete días y durante cuatro semanas. A la mitad de estos voluntarios, se les dijo que este dinero era para gastarlo en ellos mismos. Al resto les pidió que lo empleasen en otras personas. Estos últimos debían detallar en quienes lo invirtieron y en qué.
Tras estas cuatro semanas, los participantes tenían pasaron a la segunda fase del estudio en donde debían realizar una toma de decisiones en la que debían elegir una persona a la que hacer un regalo. En el caso del segundo grupo no podía ser el mismo individuo en quien habían invertido el dinero. Mientras elegían, los investigadores medían los cambios que se producían en el cerebro a través una resonancia magnética funcional.
Para ello, los investigadores les presentaron varias opciones que relacionaban beneficios que se reportaba a las otras personas y el coste que suponía, una inversión que iba desde los 3 francos a los 25. Los responsables de este trabajo también midieron el nivel de felicidad de los voluntarios a través de un cuestionario y un escáner cerebral.
Los resultados de ambos grupos confirmaron a los investigadores que quienes en la primera fase de este trabajo habían usado el dinero en otras personas también eran los que tomaban decisiones más generosas en la segunda parte. Estos también mostraron un mayor aumento del sentimiento de felicidad gracias a su generosidad.
Esto se debe a que quienes elegían las decisiones más generosas activaban la unión temporal varietal en mayor medida que primer grupo y modulaban las conexiones entre las dos áreas, el estriado ventral y la unión temporal parietal de forma distinta. El sentimiento de recompensa se activa más en las personas que optan por portarse bien con el resto de su círculo.
«El compromiso funciona. Cuando las personas se comprometen a realizar una acción generosa, como invertir el dinero recibido en otra persona. La unión temporal parietal desempeña un papel esencial en superar los motivos egoístas personales, incluso aunque la generosidad tenga un coste para uno», explican los responsables de esta investigación, quienes animan a inculcar la generosidad en nuestro día a día.
Damián Montero
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