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Niños difíciles, ¿qué hay detrás de su comportamiento?

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Las conductas en los niños es lo primero que vemos para actuar. Hay niños más o menos inquietos, así como hay niños más o menos sensibles. A cada emoción se le ofrece una reacción física o fisiológica, y lo que vemos es la corteza exterior de toda una serie de capas que protegen en el fondo un material muy sensible: las emociones.

Cuando atendemos a castigos y etiquetas a la hora de querer anular una conducta que decidimos que no debemos aceptar en los niños, antes, es importante tener en cuenta qué hay detrás de esa conducta y a qué responde. Puede que nos encontremos con una necesidad de curar heridas emocionales, y con el castigo estemos alimentando ese dolor. Todo lo contrario a lo que el niño necesita para aprender a canalizar su cortocircuito entre experiencia-emoción-conducta. Veamos de qué manera podemos mirar la conducta en los niños.

El resultado, a veces, no es lo que parece

A veces, sin ser demasiado conscientes, clasificamos las conductas de los niños de buenas o malas. Y esto pasa tanto en casa como en las aulas… Vamos, que nos viene pasando a los adultos. La intención se la ponemos para «ayudar a corregir» ciertas actitudes o respuestas que no consideramos adecuadas. Y normalmente nos guiamos para darles ese valor de buenas o malas según el contexto y las normas que nosotros mismos aplicamos.

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Ver las cosas desde otro lado

Imaginemos por un momento: ¿y si estuvieses enfrente de alguien que te hace una entrevista de trabajo, y te sintieses de repente, en un momento de la conversación, realmente mal* como si tuvieses un batallón de hormigas que recorren tu estómago? Quizás no te estés mostrando muy relajada si te ocurre esto. Puede que incluso te levantes y te marches, o puede hasta que tu voz suene algo agresiva… o te sientas paralizada, esperando a que esa sensación tan desagradable se marche. En cualquier caso, tu reacción estará condicionada a algo que se escapa de tu control ¡no sabes por qué te pasa y te están evaluando!

¿Cómo se hace en esos casos para que acabe bien?

Todo lo que puedas ver en la conducta de alguien tiene que ver con un proceso muy formado por años y experiencias, por conexiones neuronales y emociones que se establecen como cimientos en nuestro cerebro para darle salida a situaciones que vamos viviendo. Es un proceso vivo, contínuo y extremadamente sensible.

La necesidad de sentirse parte

Los niños y niñas necesitan sentir seguridad y protección para poder avanzar en su vida. Necesitan sentirse queridos para saber que no están fuera, que forman parte de lo que nos importa a los adultos, que les vamos a ayudar a resolver sus miedos hasta que ellos mismos sean capaces* y por supuesto que querrán hacerlo solos, no hay más que darles la confianza para que ellos mismos se demuestren que pueden confiar en su fortaleza. Una buena frase para alimentar su autoestima y autoconfianza será: «Tu puedes, tu sabes»

Cuando un niño pega a su hermano, o contesta mal al profesor, o no presta atención en clase, o incluso cuando todo lo hace tal y como sabe que gusta a sus adultos, eso es un síntoma de que no se siente bien. De que guarda un dolor emocional que no sabe cómo curar. Se siente mal. Así como también se siente mal quien agrede y quien es agredido.

El humo que no deja ver el fuego

Cuando trabajaba con las familias en programas de Infancia como Trabajadora Social, explicábamos a madres y padres que una «conducta desviada» o inapropiada en los niños en una mala canalización de emociones bloqueadas que están creando una especie de «efecto de chimenea atascada».

Hay un gran fuego en su base, y el humo que provoca ese fuego está tratando de dar salida a su malestar. Pero es posible que si no sabemos verlo, el humo cada vez sea más denso y moleste más y más. No avivamos ese fuego soplando las llamas ni echando más leña, porque cada vez que veamos más humo querrá decir que el fuego es más intenso.

¿Sabéis cómo se apagan muchas de las hogueras y los fuegos? Echando una manta por encima, ¿verdad? Ahogando así la vida de la llama en una especie de abrazo.

Niños y niñas que se muestran «difíciles», han sido vueltos a la calma desde una posición de:
– escucha
– no juicios ni críticas
– muestras de aceptación y cariño.

¿Cómo hacer para ayudar a los niños calmarse?

Te propongo varias ideas que seguro que os ayudarán:

– No dejes que te invada la ira en ese momento en que el niño está en plena crisis. Piensa que necesita a un adulto que le ayude a calmarse y sentirse capaz de encontrarse mejor cambiando los códigos que le activan hacia esas conductas.

– Es él quien se siente incapaz de resolver, ofrécele un espacio de contención. De lo contrario, si los dos perdéis los estribos, avivarías su malestar y el conflicto se haría mayor, convirtiéndose en algo personal para ambos, cuando, recordemos, tiene que ver con emociones que no sabe gestionar y están muy arraigadas.

– Puedes retomar el tema de lo que ha ocurrido un tiempo más tarde. Cuando todo está más calmado, el niño estará más receptivo a la escucha y a la reflexión. Y tú podrás hablar desde la calma y la comprensión. Esto es importante.

– Tampoco fuerces el momento, porque volverá a revivirlo y se pondrá a la defensiva. Será como soplar las ascuas para darle fuerza a l fuego.

– Puedes hablar de ello en tercera persona, o con una «a veces pasa que cuando uno se pone muy nervioso y da patadas…. por ejemplo. O con metáforas: «un perro herido que nunca lo sacas a pasear bien limpito y bien alimentado, si lo descuidas el perro se vuelve agresivo porque quiere salir y que lo cuiden, pero no sabe cómo pedirlo. Aunque así solo consigue asustar», o una historia creada solo para él o ella.

Así duele menos y podrá ponerse en su lugar desde otra perspectiva que le permita ver más allá de lo que sintió. Escuchará así la visión de los observadores y se dará el permiso de ponerse en el lugar de quien recibe sus «malas jugadas», buscando una alternativa de cambio.

Es posible hacer pequeños gestos para resolver grandes conflictos en el desarrollo de la infancia. Esto conduce hacia una buena adolescencia, y una forma de vivir la edad adulta con mayor armonía.

Raquel de Diego. Coach especialista en coaching para familias y personal. Conciliafam

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