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El niño elegante: buenas maneral al natural

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No por ser bajitos y jóvenes tienen porque ser menos elegantes. La elegancia, en su nivel más elemental, se empieza a inculcar desde muy pequeños y consiste simplemente en educar, a conciencia; de este modo, las buenas maneras saldrán solas de manera natural.

Ser elegantes hoy no es fácil. De poco nos sirve que el niño sea capaz de tomar el té de las cinco sin levantar el meñique, si no se trabajan antes modos de comportarse basados en valores como el respeto, el espíritu de servicio, la delicadeza o la sobriedad.

La base de toda elegancia consiste en inculcar al niño la importancia de tener en consideración a los demás y procurar hacerles la vida más agradable, cultivando todas las cualidades que tengan que ver con el trato. Un niño también puede -y debe- atraer, encandilar y resultar encantador, porque la reputación de una persona empieza a labrarse desde pequeño. Los buenos modales son la mejor tarjeta de presentación de un niño y, por supuesto, dice mucho de sus padres.

Todos somos muy críticos con los hijos de los demás, somos águilas para detectar defectos y poner verdes a otros niños sin saber, quizá, que nuestro pequeño no hace gala de buenos modales y normas de educación en casa ajena.

Obviando los clásicos del saber estar tales como no sacarse mocos, no comer con la mano debajo de la mesa, no hablar con la boca llena, no interrumpir… (también educables, pero que todos los tenemos identificados), ¿qué debemos trabajar con los hijos para que no se comporten como cafres cuando no están al alcance de nuestro ojo escudriñador? A su favor tienen que pertenecen a una generación con mucho más desparpajo, que trata con más naturalidad a los mayores que hace 30 años, y eso bien enfocado puede ser muy positivo.

Faltas del saber estar de los niños cuando salen de casa

Estas son las posibles faltas del saber estar cuando nuestros hijos salen de casa, por ejemplo, cuando van a casa de un amigo y cuáles son sus orígenes:

Saludar
Caso: amigo de tu hijo que no te saluda ni se despide, suele mirar para otro lado o repentinamente se conecta con el más allá si te ve por la calle.
Probable causa: está bien, puede que sea timidez, pero ojo con el niño que en casa tampoco da las buenas noches al acostarse, ni los buenos días al levantarse; cuando le saludan los vecinos es como si estuviera sordo; sale de casa sin decir adiós y cuando entra por la puerta después del cole en vez de decir «Hola mami querida», dice: «Quiero bocata de Nocilla».

Ser servicial
Caso: niño poco atento. Raramente se percata de las necesidades de los demás, ya se te pueden caer 5 latas de tomate encima de la cabeza que el pequeñín no mueve un dedo.
Probable causa: las niñas, por lo general, son más dispuestas. Aquilino Polaino dice que somos las madres las que tenemos que enseñar a los hijos varones a ser atentos, así que ya sabemos, cuando se nos vaya a colar por delante de una puerta cogerle de una oreja y cuando vayamos hasta arriba de bolsas decir «¡EJEM!» muy fuerte. Si no se percata endosarle directamente las bolsas que más pesen.

Ser dispuesto
Caso: niño invitado que come en casa ajena y se deja el plato en la mesa, esperando acaso que el mayordomo se lo retire.
Probable causa: es un señorito, no da palo al agua en casa.

Hablar con -cierta- propiedad
Caso: niño que incluye palabrotas cuando habla con los padres de los amigos, como si fuera la cosa más académica del mundo
Probable causa: para nuestra tranquilidad, según los expertos educadores, no es del todo malo que un niño diga palabrotas; lo preocupante es que el niño no sepa discernir dónde se pueden decir y dónde no. Es decir, el niño tiene que tener varios registros y saber dónde aplicarlos. Lógicamente delante de los padres no puede decir palabrotas, ni de visita en casa de la tía Paca, que además es marquesa.

Tratar con respeto a los mayores
Caso: amiguito de 2º de Primaria que te trata con excesiva confianza, a veces resulta incluso estrangulable debido a sus impertinencias.
Probable causa: claramente el niño, que es muy colega de sus padres, tan colega que se hablan como colegas y se dicen impertinencias mutuas.

Saber conversar
Caso: niño que está como abducido por los marcianos, no te mira a la cara cuando habla contigo y vive en la galaxia de Andrómeda.
Probable causa: los padres tampoco le miran a los ojos ni le escuchan cuando cuenta una batallita, o hacen que escuchan a la vez que dicen «aha, aha*», mientras están tecleando la BlackBerry como posesos.

Ser agradecido
Caso: no es ya que diga las palabritas mágicas, que queda fenomenal, da el pego y hasta parece que el niño se apellida Fauntleroy en vez de López; me refiero al niño que cuando le das un regalo no lo abre inmediatamente sino que lo deja aparcado, sobre todo cuando tiene pinta de libro, o que no dice a la madre anfitriona que las lentejas al curry estaban exquisitas, o que ha sido un auténtico placer pasar la tarde en su apartamento de 70 metros cuadrados.
Probable causa: niño que tiene de todo, que es el primero en ver la película de estreno y tiene los tacos más gordos de las colecciones de cromos. Pertenece a la «generación chinos», le compran no porque lo necesite o sea su cumpleaños, sino porque es barato. No valora los pequeños placeres de la vida.

Comportarse
Caso: niño que cuando va a otras casas llega hasta la habitación conyugal en 0`4 sg., se prueba los zapatos de la madre y salta en la cama. Probablemente arramblará con un par de cosas y armará el pollo antes de irse de la casa si no consigue llevárselas.
Probable causa: claramente es un niño que no tiene límites, se le permite todo y se satisfacen todos sus deseos. A la madre de este espécimen le gusta enseñar a los hijos de los demás a compartir, siempre que sea con su querubín, claro. Este tipo de madre se suele situar en el parque haciendo guardia delante del que se columpia porque se le ha antojado al niño. Hace como que habla en privado con su hijo, pero en realidad eleva el nivel de decibelios mientras insinúa: «Pedrito, tienes que ser paciente, ahora esta el niño, cuando se baje te subes tú, pero ahora está él, ya le queda poco para bajarse, espera tu turno cívicamente porque el niño es generoso y si no se baja tendré que bajarle yo».

Ser alegre y conformista
Caso: niño invitado que al decir el padre anfitrión emocionado, -como si fuera el planazo novedad- «¡Nos vamos de paseo!», en vez de levantarse de un salto y exclamar «Excelente idea, Sr. López», opina que mejor nos quedamos en casa o directamente exclama «Jooooo, que rollo».
Probable causa: ¿juega tanto a los marcianitos o ve tanto la televisión que se le ha secado la imaginación y no sabe entretenerse con otra cosa?

Comer todo
Caso: otro niño al que te gustaría estrangular cuando mira el plato estrella, en el que te has esmerado desde el día anterior, como diciendo «¿Qué-demonios-es-esto?».
Probable causa: contrasta claramente con el niño acostumbrado a comer de todo, que incluso tiene palabras de aprobación hacia las lentejas que más tarde comprobaste que sabían a rayos.

Marina Echánove. Estilista y escritora. Autora del libro Tu estilo. Las claves de la elegancia, la feminidad y la distinción, de Editorial Palabra

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