¿Cómo aprende un niño? ¿Qué procesos se dan en el cerebro de los más pequeños para que diversos conocimientos se queden en sus mentes? Conocer estos mecanismos ayuda a incentivar el desarrollo de los hijos y favorecer el proceso de enseñanza. En este sentido la Asociación Española de Pediatría, AEPap, ofrece un concepto interesante: neuroplasticidad.
Este término se refiere a la capacidad del cerebro para «moldearse» a diversas situaciones. La destreza de armar y fortalecer o debilitar y desarmar redes neuronales como respuesta a la experiencia. Una respuesta ante todo estímulo que llega desde fuera y que puede ser utilizado a favor de los más pequeños para incentivar su proceso de aprendizaje.
Creación de redes en el cerebro
Para entender el concepto de neuroplasticidad hay que conocer la estructura del cerebro, que cuenta con tienedos tipos de células: las neuronas y las células gliales. Éstas se unen entre sí a través de la sinapsis, proceso en donde liberan una sustancia química que lleva la información a la neurona vecina.
Los bebés nacen con casi la totalidad de células en su cerebro, pero con pocas interconexiones. Hacia los 6 años, se produce una importante formación de redes neuronales con toda la información nueva que el niño va adquiriendo. En esta fase, el cerebro es como una «esponja», lo absorbe todo, sobre todo a través de la imitación. Estas conexiones se organizan imitando la conducta, la actitud, los gestos, el tono, las palabras del adulto y de todo lo que entra a través de sus sentidos.
Las redes neuronales consolidadas dan lugar a conductas automáticas que se realizan de forma rápida e inconsciente, sin pensar o prestar mucha atención. Al principio se trata de actos lentos que requieren mucha atención por parte de la persona y es con la práctica cuando se convierten en hábitos que se realizan de forma automatizada.
En el caso de los niños, que se aprenden por imitación, se da lugar, en el cerebro del niño, a redes neuronales que se transforman en pautas sobre cómo actuar. Si se refuerza este aprendizaje, por repetición del estímulo, se convertirá en la forma de comportarse habitual del niño, algo que puede aprovecharse dejando de lado rutinas como los gritos en casa y apostando por el diálogo por ejemplo. También se puede apostar por rutinas que favorezcan, a la larga, hábitos de estudio.
Cambio de hábitos inapropiados
La neuroplasticidad no solo puede ser aprovechada para inculcar buenas rutinas en los más pequeños de la casa. También es un concepto útil para variar los comportamientos considerados inapropiados en los niños, hay que tener en cuenta que la creación de estas rutinas también puede realizarse por imitación de otras personalidades como las de sus compañeros de clase.
La neuroplasticidad es la base para el cambio de hábitos inadecuados. El primer paso es reconocer el patrón negativo y dar con el origen y así evitarlos en la medida de lo posible. Este paso no solo se refiere a reconocer los estímulos que causan esta conducta, también en reconocer si una red no se usa tanto como se debería y va poco a poco perdiendo las conexiones entre las neuronas que la integran, hasta casi desaparecer.
En estos casos se debe apostar por crear una red nueva que se traduzca en una conducta adecuada, y que sustituya a la anterior. Para ello, el primer paso es potenciar la exposición al estímulo que favorece la formación de esa nueva red. Por ejemplo, un niño que tiene el hábito adquirido de pegar cada vez que se enfada, tiene a nivel cerebral una conexión que asocia ‘enfado con violencia’. Para ayudarle a «desaprender» esa conducta automática, no se debe no incentivar más ese circuito.
Por el contrario se debe crear una nueva red que sustituya la antigua. Por ejemplo, los estímulos violentos procedentes de la televisión deben ser minimizados y en casa debe comprobar cómo resolver conflictos a través del diálogo es posible. También se debe dar otras opciones al enfado para que el niño aprenda a canalizar estas emociones.
Damián Montero
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