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El neurodesarrollo de los niños: la plasticidad cerebral

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Si navegamos por las profundidades de esa máquina perfecta que es el cerebro, un órgano nada estático y pasivo, sino flexible, plástico… Para que esto no suene raro, explicaremos a qué nos referimos con la «plasticidad».

La plasticidad cerebral puede definirse como una propiedad intrínseca del sistema nervioso (SN). La mantenemos a lo largo de toda la vida y nos ofrece la capacidad de modificación y adaptación, tanto de las funciones como de la estructura de nuestro SN.

La evidencia científica ha demostrado de forma convincente que nuestro cerebro no permanece inmutable, las experiencias y el aprendizaje nos permiten adaptarnos de forma rápida y eficiente a las cambiantes demandas ambientales.

Normalmente, la plasticidad cerebral suele relacionarse con el aprendizaje que tiene lugar en la etapa infantil. Tradicionalmente se pensaba que una vez alcanzada la adultez no existían posibilidades de adaptación y modificación de nuestra estructura neuronal.

La evidencia actual demuestra que nuestra estructura cerebral es capaz de adaptarse a diversas circunstancias, tanto en la infancia, adolescencia y adultez, e incluso ante situaciones de importantes lesiones cerebrales.

Cambios plásticos del cerebro a lo largo del desarrollo infantil

La plasticidad cerebral

Como hemos mencionado anteriormente, el proceso de plasticidad cerebral tiene un papel importante a lo largo de toda vida, sin embargo, existen períodos en los que resulta más esencial.

En el caso de la infancia, el cerebro se encuentra en una situación altamente modificable debido a la entrada masiva de experiencias y nuevos conocimientos. La plasticidad cerebral en el caso de los niños es máxima, lo que permite la incorporación de nuevos aprendizajes y memorias a su repertorio cognitivo-conductual.

El contacto del niño con el medio ambiente, le proporciona estímulos del exterior, que recibirá a través de los sentidos, y que generarán conexiones o sinapsis. Esto quiere decir que el cerebro del niño se transforma de acuerdo con sus estímulos enviados desde su entorno inmediato.

La plasticidad continúa presentándose en todas las etapas del desarrollo, pero nunca con la intensidad que se manifiesta en los períodos sensitivos del desarrollo, en especial, esos primeros 3 años de vida.

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Dos etapas para el desarrollo del cerebro

Es en los tres primeros años de vida el eje central del desarrollo integral del niño, ya que es en este período cuando deben ocurrir los eventos más importantes de su maduración.

El trato amoroso, la estimulación de sus capacidades lingüísticas, motoras e intelectuales y el juego son esenciales para que los niños tengan un potencial íntegro para ser excelentes estudiantes y ciudadanos, listos para seguir formando sus capacidades durante el resto de la vida. Los cuidados y atenciones que reciba el niño en esta etapa, es lo que le permitirá sobrevivir y estar físicamente sano.

Hasta los seis años el cerebro sigue adquiriendo habilidades, pero sobre una estructura anatómica ya definida; de manera que a esa edad puede darse por concluido el proceso de desarrollo cerebral.

Por tanto, vemos que además del componente genético, las experiencias educativas formales e informales, las interacciones sociales y familiares, los antecedentes culturales, la alimentación, los factores hormonales, el estrés o la práctica regular de ejercicio físico, son algunos factores que influyen de manera determinante.

Los padres pueden mejorar el desarrollo cerebral del niño

La manera como los padres crían a sus hijos modula la plasticidad cerebral. Si los padres son capaces de llevar a cabo una estimulación adecuada en la que consigan bebés calmados y tranquilos, pero con una buena actividad, movimiento, interés por las cosas, mediante los recursos ambientales que tienen a su alrededor (visuales, táctiles, auditivos, de movimientos, espaciales, afectivos, emocionales…) mantendrán un buen desarrollo cerebral. También evitarán consecuencias neurobiológicas negativas para el cerebro en formación del bebé, que pueden tener consecuencias negativas en el futuro desarrollo cognitivo, mental y emocional de su hijo.

La nutrición y los diversos estímulos ambientales (cognitivos, sensitivos, verbales, afectivos y motores) modelan el cableado cerebral. Una mala alimentación impacta en el correcto cableado cerebral, así como un ambiente negativo dificulta el proceso de cableado, lo que se traduce en un impacto duradero. Se ha comprobado que los niños que se desarrollan en ambientes de carencia emocional y cultural presentan serias dificultades para el posterior proceso de aprendizaje.

No obstante, si antes de que se cierre esta ventana (a los 3 años) se interviene con una alimentación adecuada y estimulación verbal y psicoafectiva, queda tiempo para la recuperación del daño, ya que vuelven a restablecerse las conexiones sinápticas.

El funcionamiento eficiente de los mecanismos neurofisiológicos de plasticidad cerebral tiene un papel esencial durante toda la vida, a lo largo de desarrollo, desde la infancia hasta la adultez y el envejecimiento tanto en sujetos sanos como con algún tipo de patología. Su acción nos va a permitir adquirir nuevos aprendizajes y conocimientos a lo largo de toda nuestra vida.

Blanca Álvarez, neuropsicóloga de Psicólogos Pozuelo

Más información en el libro Las capacidades del niño. de Ricardo Regidor. Ed. Palabra

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