En la actualidad se calcula que en torno al 2% de la población en el mundo tiene altas capacidades y el hecho de que sea un grupo reducido ha causado que se cree una imagen homogénea de estas personas que tienen como principal peculiaridad contar con un cociente intelectual superior a 130 o una capacidad de aprendizaje superior a la de otros. En el caso de los niños se considerar a estos menores como solitarios, aburridos en clase y poca habilidad para el deporte.
¿Es real esta imagen de los niños con altas capacidades? ¿Qué es real y qué no, qué pueden esperar los padres de estos hijos? Verónica Marina Guillén Martín, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, de la Universidad Oberta de Cataluña, explica qué hay de cierto y qué de leyenda a través de diez situaciones que se suelen asociar con estas personas.
Mitos y realidades de las altas capacidades
1. Se aburren en clase. Es una de las creencias más extendidas, y puede tener algo de cierto. Como explica Guillén Martín, cuando las clases se organizan en torno a la repetición de algunos contenidos teóricos y a la realización de ejercicios mecánicos que no suponen un reto, es probable que muchos niños con altas capacidades no encuentren motivación ni interés por el desarrollo de la actividad académica.
Y eso se puede traducir fácilmente en aburrimiento. Por eso se recuerda que, desde los colegios se debería permitir que cada persona siga su propio ritmo de aprendizaje «y se eviten las tareas repetitivas sobre ámbitos ya dominados que pueden llegar a provocar rechazo en el alumnado con altas capacidades».
2. Les cuesta socializar. Los expertos afirman que la mayoría de niños con altas capacidades son igual de sociables que sus compañeros, al igual que cualquier otra persona pueden ser tímidas o extrovertidas, y por ello habrá a quienes no les cuesta nada socializar y a quienes sí, pero no es un rasgo relacionado propio. Sin embargo, los problemas para crear vínculos con sus compañeros de clase sí pueden ser un signo de alarma en la medida que, «en ocasiones, al existir un desajuste entre su nivel intelectual y su nivel de desarrollo evolutivo, no encuentran intereses comunes con sus iguales», señala Guillén Martín,.
3. Son «buenos» en todo. Como recuerda esta profesora, altas capacidades es un término amplio que engloba muchos tipos de excepcionalidad. En él se Incluye desde el alumnado con una sobredotación intelectual general hasta aquellos que tienen un talento simple en una única disciplina. También podemos encontrar estudiantes con capacidades complejas, que incluyen varias áreas, pero no todas.
4. No se les dan bien los deportes. Es uno de los mitos que, aunque es falso, se ha podido extender por el hecho de que, para quienes tienen una alta capacidad centrada en las áreas académicas, otras disciplinas, como las deportivas, pueden no ser tan destacadas. Y en esas situaciones es posible que llegue a producirse «una disincronía significativa entre los niveles de desarrollo intelectual y psicomotriz, en algunas ocasiones», señala Guillén Martín, también añade que «sin embargo, por otra parte, hay alumnado con altas capacidades que presenta un talento deportivo, *de tal manera que no solo es que no sea torpe, sino que, precisamente, destaca de manera especial en este ámbito».
5. Hay más niños que niñas con altas capacidades. «Es un mito que haya más niños que niñas con altas capacidades. Lo que, desgraciadamente, sí es una realidad es que hay más niños que niñas identificados», dice la profesora. Según explica, aunque, en general, hay un importante infradiagnóstico de las altas capacidades, este es especialmente llamativo en el caso de las niñas. Entre las posibles razones, Guillén Martín señala que el sistema educativo suele comenzar a detectar las altas capacidades cuando existen «problemáticas asociadas derivadas, en muchas ocasiones, del malestar que siente el alumnado hacia el propio sistema. En el caso de las niñas, estas suelen tener una conducta más adaptada e intentan pasar desapercibidas y no sobresalir, lo que las aleja aún más de la identificación».
6. Si no se conoce su condición y se mantienen en el curso que les corresponde por edad, tendrán rendimientos mediocres o incluso fracaso escolar. Elegir mantener a un alumno con altas capacidades en el curso que le corresponde o realizar una aceleración no es, por sí mismo, ni bueno ni perjudicial. En opinión de Guillén Martín, son muchos los aspectos a tener en cuenta para tomar este tipo de decisiones, ya que no solo se valoran criterios académicos, sino también aspectos socioafectivos que garanticen el mejor ajuste posible del niño o la niña dentro del grupo de referencia.
7. El cerebro de un niño con altas capacidades es diferente. Es una de las creencias que sí tienen base: la investigación ha demostrado que el procesamiento y la gestión de la información es diferente tanto cuantitativa como cualitativamente en el caso del alumnado con altas capacidades. «Lo realmente importante es la heterogeneidad que encontramos dentro de este grupo y que los centros educativos sean capaces de adaptarse a las necesidades individuales de cada uno de sus estudiantes», concluye Guillén Marín.
8. Pueden aprender a leer o a realizar operaciones matemáticas sin ayuda. Uno de los mitos más extendidos y, en opinión de los expertos, de los más perjudiciales es el que asegura que las personas con altas capacidades no tienen necesidades . Si se parte de esa premisa y no se ofrece a este alumnado las ayudas que necesita, «se le estará negando la oportunidad de desarrollar al máximo sus capacidades» recuerda Guillén Martín.
9. Sus capacidades son innatas y estáticas. En esto, quienes tienen altas capacidades no son diferentes al resto: todos nacemos con un potencial que se desarrollará en mayor o menor medida dependiendo de la estimulación ambiental que recibamos. «Si no se les estimula correctamente desde todos los ámbitos, estaremos negándoles la oportunidad de desarrollar al máximo sus capacidades y no llegarán a tener un rendimiento óptimo», afirma la profesora.
10. Son personas sobreestimuladas por sus padres. Que necesiten estimulación del entorno para desarrollar sus capacidades al máximo no significa que una mera estimulación pueda ser suficiente para identificar un niño como una persona con altas capacidades. Se necesita un potencial genético para ello,pero igualmente, una sobreestimulación o una estimulación excesiva puede ser contraproducente, ya que «puede llegar a generar metas lejanas a las facultades del niño o y la niña y a ejercer una presión que le desmotive», recuerda Verónica Marina Guillén Martín.
Damián Montero
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