El descenso del tiempo de juego, la falta de espacio para jugar, y el ajetreo de la vida moderna, están provocando una disminución significativa de la experiencia de ser niño. No sólo los niños juegan poco, sino que dejan de jugar antes y, además, hay menos niños en casa para compartir los juegos.
Reivindicar el juego es fundamental no sólo como un derecho del niño, sino como una herramienta saludable para su desarrollo físico, psicológico y emocional. Para el director del Observatorio del Juego Infantil, Gonzalo Jover, «el juego libre es el mecanismo esencial de la educación en la infancia, porque a través de él los niños y las niñas se inician en el acervo cultural, las tradiciones de su comunidad, sus valores y normas».
El juego libre se ha reducido en los últimos 50 años
En los últimos 50 años, el juego libre con otros niños se ha visto reducido de forma significativa mientras que los casos de ansiedad, depresión o sentimientos de indefensión han aumentado entre niños, adolescentes y adultos jóvenes. Tradicionalmente el juego ha sido la esencia de la infancia. «Restar a los niños y niñas el espacio y tiempo para jugar -ha añadido Jover- supone impedirles, no sólo uno de sus derechos fundamentales, sino en el fondo, la capacidad de vivir en plenitud su infancia.»
Sin embargo, en la actualidad, los niños dedican muchísimo menos tiempo al juego (sobre una hora y media diaria según un estudio realizado por Psyma para AEFJ) que, a las pantallas, que los últimos sondeos establecen en 30 horas semanales o a otras actividades regladas.
Y el juego físico supone el ejercicio de todos los sentidos, posibilitando que se experimente la realidad para aprehenderla, porque supone palpar, sentir, oler, escuchar o gustar las cosas, sin intermediarios que copien o reproduzcan la realidad, siendo ellos los creadores y decisores de sus propias experiencias de juego.
Se reduce el tiempo de infancia
Según el estudio realizado para Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ), los niños tienen precozmente intereses de adultos, debido en parte, al paso al instituto con 11 años y no con 14, ya que el salto a la secundaria implica, casi siempre, un rechazo a los referentes del mundo infantil, y son el juego y los juguetes los principales referentes.
Además, los padres confirman que a partir de los 7 años, sus hijos prefieren otras actividades distintas al juego, como los videojuegos o ver la televisión o la Tablet.
Menos niños con quien jugar
Los hermanos han sido tradicionalmente los mejores compañeros de juego por excelencia, pero hoy en día la natalidad se ha reducido y son más los casos de familias con hijos únicos. Por lo tanto, a la falta de tiempo y espacio para el juego, tenemos que sumar la falta de compañeros para ello.
Mientras en los años 50, 60 y 70 era habitual encontrar a los niños jugando con otros niños en la calle, hoy en día las calles están deshabitadas de niños, en parte porque se ha reducido su número, y sobre todo porque el tráfico ha ocupado su espacio. «Se ha avanzado mucho, dice Jover, en hacer las ciudades más accesibles, pero ahora toca hacerlas también más amables a la vida infantil».
Recuperar el juego para salvar la infancia
El juego ayuda a los niños a:
– Desarrollar competencias e intereses intrínsecos
– Aprender cómo tomar decisiones, solucionar problemas, tener autocontrol y seguir reglas. Estas reglas, además, no tienen que estar escritas o ser explícitas, sino que son sobreentendidas por los participantes en el juego.
– Aprender cómo regular y controlar sus emociones – Hacer amigos y aprender de otros como iguales
Por todo ello el juego provee de toda una serie de herramientas que facilitan el desarrollo de los niños y su transición hacia el universo adulto al posibilitar que ensayen, a través de la aplicación de todos sus sentidos, su lugar en el mundo.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: Asociación Española de Fabricantes de Juguetes (AEFJ) Entidad colaboradora desde 1989 de la Secretaría General de Comercio
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