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María Couso: «Ahora muchos niños no saben lo que es una oca ni un parchís»

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María Couso, creadora del proyecto PlayFunLearning, cuenta con más de 80.000 seguidores en Instagram. Esta plataforma nace de la necesidad de divulgar contenido pedagógico de calidad y su objetivo es que los niños puedan aprender jugando.

Esta pedagoga gallega acaba de publicar Cerebro, infancia y juego (Destino) donde reivindica el potencial de los juegos de mesa como herramienta para el desarrollo de muchas de las funciones más importantes del cerebro en tiempos de pantallas.

El juego como elemento pedagógico

¿Cuál es el papel del juego en el desarrollo del cerebro durante la infancia?
El principal mecanismo de aprendizaje durante la infancia es el juego. De hecho, es el mecanismo natural por el que el ser humano aprende. Por eso es muy importante que explotemos todas las posibilidades que nos ofrecen para mejorar el desarrollo cognitivo y estimular de manera adecuada en un ambiente saludable todas las posibilidades para nuestros niños.

¿Qué áreas del cerebro se ven más involucradas durante el juego en la infancia y por qué?Durante el juego se activan una serie de redes a nivel cognitivo a todos los niveles, porque desde la percepción tenemos que tocar, sentir, relacionarnos con nuestro entorno a través de todos los sentidos, e interaccionar con otros. Tenemos que comunicarnos, tengamos o no todavía lenguaje oral, y tomar decisiones. Toda una serie de actividades y habilidades son las que se desarrollan cuando jugamos durante la infancia.

¿Qué impacto crees que tiene el juego imaginativo en el desarrollo de la creatividad y en la capacidad de resolución de problemas de los niños?
Se ha observado que el cerebro no nace creativo, se hace creativo, y esa es la clave. De alguna manera, proporcionar un entorno con múltiples posibilidades experienciales para que, con esa mochila que nosotros cargamos de experiencias explícitas, podamos construir, de alguna manera, posibilidades de vínculos entre ideas dispares en contextos diversos.

¿A qué te refieres con esto?
Muchas veces creemos que ser creativos es inventarnos cosas, tener ideas nuevas. En realidad, ser creativos es el resultado de combinar toda una serie de experiencias a nivel vital y trasvasar unas ideas que a priori estaban pensadas en un contexto para su aplicación en otro. Eso es ser creativo. Entonces, es muy importante que durante la infancia la estimulación se base en proporcionar múltiples experiencias manipulativas donde los niños puedan interaccionar con su entorno para posibilitar que ese cerebro pueda ser un cerebro creativo.

¿Cuál es la relación entre el juego y el desarrollo de las habilidades sociales y emocionales en la infancia?
Al inicio de nuestra vida tenemos una fase de juego muy egocéntrico donde solamente jugamos con nosotros mismos. Incluso buscando la interacción constante con un adulto de referencia, en este caso sería la figura de apego, a medida que vamos avanzando en los años, sobre todo a partir de los cuatro años y medio, es cuando buscamos un juego más compartido. Si miramos a un niño, por ejemplo, de dos o tres años, sabemos que puede estar en un parque o incluso en la escuela infantil con otro al lado, pero sin hacer una interacción directa, simplemente compartiendo un juguete o un objeto. Cuando crecen, empiezan a interaccionar, empiezan a relacionarse. Entonces, ese objeto, ese juguete, esa dinámica, es el eje vertebrador donde van a construir la interacción y la socialización, porque para socializarnos necesitamos estar con otros. Somos seres humanos, somos seres sociales, necesitamos de otros, no, por ejemplo, de pantallas.

¿Cómo procesa el cerebro de los niños el juego en comparación con los adultos Básicamente los niños no juegan con el objetivo de aprender. Muchos adultos en nuestro tiempo de ocio jugamos a múltiples actividades. Hacer un plato de cocina es también un juego en nuestro entorno, pero los niños cuando juegan simplemente juegan para conocer todo lo que les rodea, para relacionarse con ese entorno.

¿Y qué ocurre con los juegos de mesa?
En el cerebro de los niños pequeños sucede algo especial cuando juegan a juegos de mesa. Así como a los mayores nos encanta esa incertidumbre de qué pasará y justamente es la que desencadena una liberación de dopamina como recompensa, en los niños no funciona del todo así, pues ellos no sienten ningún tipo de recompensa cuando no conocen el final de las actividades. De ahí viene la baja tolerancia a la frustración que presentan muchos de ellos porque necesitan que todo sea en base a unas rutinas que se repiten en múltiples ocasiones. No es extraño que las familias observen cómo sus hijos cuando van al parque repiten una y otra vez las actividades. Siempre quieren subirse al mismo tobogán y quieren repetir una y otra vez porque ellos básicamente funcionan con una estrategia de perfeccionamiento en este caso de la actividad.

¿Qué juegos consideras que son los mejores por edades?
En el mercado hay múltiples juegos categorizados por edades, algo que ayuda a las familias. No todo el mundo está en posesión del conocimiento sobre el desarrollo cognitivo y por eso las marcas en el mercado nos presentan esos juegos de alguna manera organizados en una categorización. Al principio de la vida, lo que necesitan los niños es siempre la figura de un intermediario y por eso van a buscar un conocimiento del entorno. Después van a empezar una transición hacia un juego más simbólico, donde hacemos que somos papás, médicos… Pero en el ámbito de los juegos de mesa, en la última década, se ha introducido un mundo de posibilidades, a partir de los dos años, que el mercado nos presenta como una forma de interacción entre niño y adultos, o niño con otros niños, para un desarrollo cognitivo a todos los niveles. Entonces, a los dos años, los niños lo que tienen que aprender con un juego de mesa es una serie de seguimiento de instrucciones, que es básicamente de lo que se trata, el respeto del turno, aprender a esperar, y también una manipulación de los componentes.

¿Cómo los distinguimos?
Los juegos en el mercado para 2 y 3 años tienen componentes extremadamente grandes, dados de un tamaño considerable, incluso con texturas y con colores muy vivos para favorecer la percepción visual de los niños. A medida que vamos avanzando en el tiempo, este tipo de elementos reducen su tamaño y aumentan el número de estimulaciones durante un juego, de tal manera que si tengo 4 o 5 años, durante mi turno tengo que hacer algo tan simple como tirar un dado y mover la ficha, por ejemplo, en el tablero. Y cuando yo tengo 8 y 9, lo que voy a hacer es tirar el dado, mover la ficha, mirar en qué casilla cae, coger la carta de la casilla en la que he caído, realizar la acción y lanzar el turno a otro jugador. Es decir, el número de inputs, de movimientos que realizo durante mi turno, crece, porque también mi habilidad cognitiva crece.

¿Cómo pueden los padres y los educadores fomentar una relación positiva entre el juego, el cerebro y el desarrollo infantil?
La clave es la introducción del juego de manera masiva en todas vuestras interacciones, sean dentro de un aula o dentro de un contexto familiar. De hecho, es verdad que en España todavía no hemos conocido de manera generalizada las posibilidades que nos ofrecen a familias porque muchas de ellas trabajan durante muchas horas fuera de casa. Es difícil, en muchos casos, una interacción en otro ámbito que no sea el hogar o el aula: podemos aplicar los juegos de mesa, y adaptarlos, tanto en sus mecánicas como en sus componentes. De esta manera puede crecer no solamente la competencia en esas habilidades curriculares y académicas que trabajamos cada día, sino también a nivel del desarrollo cognitivo en diferentes, vamos a decir, habilidades que se relacionan más con el día a día, con el saber vivir, con el saber relacionarse en sociedad, que con competencias ligadas, en este caso, al ámbito curricular.

¿Qué está ocurriendo actualmente con los juegos tecnológicos?
La FIE, la Clasificación Internacional de Enfermedades, la FIE11, que salió en el 2021, tiene una clasificación entre los diferentes trastornos denominada Trastornos por videojuegos. En el año 2009 se llevó a cabo una investigación que certificaba que uno de cada diez jugadores de videojuegos, entre los ocho y los dieciocho años, eran adictos. Es una tasa 5 veces superior a la ludopatía. Estos datos alarman y las respuestas del por qué está pasando actualmente lo que está pasando a nivel de salud mental con nuestros niños, con nuestros jóvenes, es la tecnología. Se está introduciendo una forma virtualizada de relación que está desconectándonos unos de otros. A veces olvidamos que hemos nacido para estar con otros, para interaccionar en la realidad. Y se está comiendo mucho tiempo de calidad en familia, en contextos de ocio, esas pantallas. Parece que si jugamos con una pantalla de alguna manera estamos empleando un tiempo de ocio y compartiéndolo con otros de forma saludable. Pero esto no es así del todo. Porque cuando tú interaccionas con una pantalla, hay variables que tú no controlas, como es por ejemplo la que utilizan algunos videojuegos en las que se ponen en jaque algoritmos que leen tu forma de jugar para mantenerte en la partida durante más tiempo. De hecho cuando observamos un videojuego, por ejemplo, vemos que las puntuaciones siempre están presentes en la pantalla, incluso con las apps de los niños más pequeños.

¿Por qué hacen esto?
Básicamente porque lo que necesitan es llamar a la dopamina de los niños, igual que hacen con los sonidos. Todos los sonidos de los videojuegos funcionan en modo agudo. Cuando lo hacemos mal los sonidos suelen ser graves y cuando lo hacemos bien suelen ser agudos, porque se ha demostrado que los sonidos agudos llaman a la dopamina de nuestro cerebro para que sigamos jugando y no dejemos la consola. Y de ahí que la intromisión en una infancia muy temprana, menor de seis años, haga que el desarrollo cognitivo se entere. Antes de los seis años, no somos capaces de prestar atención de manera endógena, es decir, dirigir nuestra atención focalizada a un punto y de manera voluntaria. Después, sí que vamos a poder hacer eso que llamamos concentrarnos.

Las pantallas están secuestrando la atención de nuestros niños desde la más tierna infancia, imposibilitando que el desarrollo cognitivo de la atención sea viable.

¿Existe algún truco para que los niños no discutan y se lleven bien mientras juegan?
Muchas familias dejan de lado el juego porque observan múltiples riñas en casa entre los niños. Yo creo que es un error y creo que como adultos tenemos que plantear el juego desde otra perspectiva. En el caso de los niños pequeños, es algo tan simple como introducir juegos cooperativos donde todos ganamos o todos perdemos, es decir, lo hacemos todo como equipo. Pero tenemos que tener en cuenta que es natural que no les guste perder. Otra cosa es que nosotros como adultos les expliquemos que a nosotros tampoco nos gusta perder, lo que pasa es que hay que aprender a perder. Tú no puedes aprender algo que no practicas. Por eso la estrategia de esconder el juego y decir, «no vamos a jugar porque te pones muy nervioso», no es la más adecuada. Quizás otras opciones serían reducciones de tiempo de exposición a ese juego para que, de alguna manera, vayamos entrenando la capacidad de nuestros niños de aprender a perder, porque yo creo que esto es importante para la vida, para entrenar esa resiliencia, para aprender que lo que disfrutas, por ejemplo, durante el juego es el momento compartido con otros. Por eso las familias tenemos que hacer preguntas a los niños, ¿no te lo pasas bien cuando juegas con mamá? ¿No lo disfrutas cuando estás con papá jugando? ¿Es importante ganar o es importante compartir el momento? Porque muchos niños no suelen categorizar lo que sienten a nivel emocional. Por eso es una forma también de enseñarles eso que llamamos habilidad emocional y que van a necesitar durante toda la vida.

Los juegos físicos de toda la vida, los que se practican en el parque, en el patio del colegio, en la calle, ¿sirven también para estimular el cerebro?
Por supuesto. Los niños necesitan moverse e interaccionar con otros. A veces estamos olvidando el típico juego de la rayuela y de hecho hablo con muchos niños ahora que no saben lo que es una oca ni un parchís. Bueno, de hecho, siempre cuento una anécdota que compartía conmigo una compañera, que es que hay niños que leen el dado lateralmente porque nadie les ha enseñado a leer el dado cenitalmente cuando lo lanzan, es decir, ya hay una mala manipulación de todos los componentes que para otras generaciones eran como muy tradicionales. ¿Quién no ha jugado a las cartas? Algo tan simple como esto. ¿Quién no salía todos los días, en algún momento, con la pelota o con la bicicleta? Eso es una forma maravillosa de desarrollo. El primer hito de desarrollo, si lo pensamos en un bebé, es, por un lado, el área sensorio-motora, con la que nos movemos, y por otro, el lenguaje. Por eso van tan interrelacionadas esas dos posibilidades de juego a nivel motriz grueso y desarrollo de lenguaje para poder interaccionar con otros. Así que yo creo que la idea es que no se abandonen todas las posibilidades que cualquier tipo de juego nos puede ofrecer.

Marisol Nuevo Espín

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