Todos los niños se sienten especialmente atraídos por la música y la fascinación que ejerce en las personas resulta muy poderosa. Partiendo de este interés innato y de esa atracción, nos vamos a adentrar en ese mundo mágico de la música.
Para ello, utilizaremos todos los recursos posibles, a través del juego y de la experimentación activa con los instrumentos, para ir descubriendo los distintos aspectos que forman ese maravilloso mundo de los sonidos.
Debemos aprovechar la natural atracción de los niños hacia el mundo de los instrumentos y de los sonidos, para guiarles hacia uno mucho más amplio: el amor por la música. Desde antes de que nazcan (y, por supuesto, a partir de su nacimiento) podemos acostumbrarles a escuchar música, tanto clásica, como nanas cantadas u otro tipo de música, con una duración y un volumen adecuado.
Así conseguimos su desarrollo auditivo y la estimulación de muchas otras capacidades. También favorecemos el acercamiento entre las personas, al propiciar un estado de ánimo de felicidad, tranquilidad y diversión. La formación musical nos ofrece, pues, uno de los recursos más completos para la educación de los niños.
Métodos activos para empezar con la música
Para la enseñanza de la música hay que apostar por los métodos activos. El descubrimiento personal por parte de los niños es básico para que vivan esos conocimientos. Es necesario crear un ambiente de alegría y de desinhibición, en el que se sientan relajados y a la vez inquietos por jugar con la música.
La música no debe imponerse ni presentarse como una asignatura más que hay que superar o como una actividad extraescolar exigente y estresante. Debe resultar algo atractivo y que despierte en los niños la apetencia hacia ella. Todo esto viene reforzado por el ejemplo que tengan en el hogar y por el interés de muchas entidades en que niños y jóvenes se involucren en la música.
Las implicaciones en la música
En la práctica instrumental se implican:
– Todos los sentidos. El tacto, puesto que es necesario para poder tocar cualquier instrumento o para expresarse corporalmente. La vista, necesaria para algo tan simple como leer una partitura. El gusto es necesario en su aspecto más positivo: «el buen gusto». Y del oído, ¿qué decir del oído, condición necesaria e imprescindible para la música?
– Todo el cuerpo. Experimentar su propio cuerpo, moverse, jugar, tocar…, han de ser actividades habituales.
– Todos los aspectos de desarrollo del niño. El niño, a través de la práctica de un instrumento, desarrolla su personalidad percibiendo el entorno sonoro como parte de su medio; será oyente e intérprete y se convertirá en más creativo y expresivo.
Familiaridad con la música
Tanto en las escuelas como en los hogares no hay que pretender formar grandes profesionales de la música. Si conseguimos crear una actitud favorable hacia ella, despertando el interés y motivando a los niños, habremos dado un gran paso en nuestra tarea como educadores. No consiste en crear genios que dominen todas las técnicas instrumentales.
Más bien se pretende que los fenómenos sonoros y musicales se vivan a través de experiencias corporales, sensoriales, espaciales y afectivas, antes de ser comprendidas intelectualmente.
Se trata también de familiarizar a nuestros hijos con la música, para fomentar en ellos el desarrollo de su sensibilidad (nada tenida en cuenta en el mundo de hoy), algo que les ayudará a vivir mejor toda una serie de valores como la generosidad, el compañerismo, el optimismo, la ayuda, la alegría, la disponibilidad y la responsabilidad con cada uno de los que nos rodean.
Se trata, en último término, de crear y desarrollar en nuestros hijos la capacidad de gozar y disfrutar haciendo música, viviendo música y creando música, como punto de unión de cada una de las personas con las que convivimos.
Montse López Ortega y María Paz López Ortega. Profesoras del Colegio Guadalviar
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