Pedro tiene 6 años. Sus padres no saben qué hacer con él: «es un auténtico torbellino». No para quieto ni un solo instante e, incluso, cuando se encuentra sentado se mueve continuamente balanceando los pies, subiéndose al respaldo de la silla…
Ya de bebé a sus padres les sorprendía que dormía poco y se despertaba con frecuencia. A partir del año comenzó a mostrar su nerviosismo: siempre se estaba metiendo en peligros y había que estar con mil ojos. Era imposible que estuviera un rato jugando quieto con las construcciones o los puzzles como hacían sus hermanos.
Hoy en día, a pesar de su edad sigue igual: continuamente tiene que estar cambiando de actividad y cuando se pone a hacer las pequeñas tareas que le mandan en colegio se distrae «con el vuelo de una mosca». A veces parece que se encuentra en otro mundo y no atiende a lo que le pide su madre.
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La hiperactividad en la edad preescolar
La hiperactividad es uno de los problemas que aparecen con más frecuencia en la edad preescolar. Suele afectar en torno a un cuatro o cinco por ciento de la población y, curiosamente, su incidencia es tres o cuatro veces mayor en los niños que en las niñas.
Bajo el término de hiperactividad se suele hacer referencia a todo un conjunto de síntomas que no siempre se dan en su totalidad.
Una actividad excesiva, ciertos problemas de atención, la impulsividad y la falta de autocontrol suelen ser los síntomas más característicos de la hiperactividad infantil. En algunos casos, la hiperactividad está asociada a un déficit de atención y se conoce como TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
La hiperactividad en ambientes diversos
Para poder hablar de hiperactividad los síntomas han de presentarse antes de los 7 años, permanecer durante al menos seis meses y aparecer en situaciones y ambientes diversos (casa, colegio…). También, es fundamental que el trastorno no se pueda atribuir a otro tipo de problemas como un ligero retraso, por ejemplo.
Aunque todos los niños hiperactivos no muestran todos estos síntomas en su globalidad, desde pequeños son considerados, por sus padres y después por sus profesores, como niños problemáticos y algo distintos a los chicos y chicas de su misma edad.
La hiperactividad en los primeros años de vida
Durante sus primeros años de vida el niño hiperactivo es generalmente descrito por sus padres como excesivamente activo: «no para quieto ni un instante», «hace el bruto constantemente»…
Algunos padres, al principio, piensan que esto se debe a su edad, aunque con el tiempo pueden comprobar por sí mismos que sus amigos y compañeros van volviéndose más obedientes y autocontrolables mientras que su hijo continúa comportándose prácticamente igual.
A menudo, padece problemas de sueño: duerme poco y se despierta con frecuencia. Además, hace lo primero que se le pasa por la cabeza, sin pararse a pensar.
Es agresivo y pega con frecuencia a sus hermanos y compañeros de clase.
En ocasiones muestra, asimismo, conductas nerviosas como morderse las uñas, hacerse pis en la cama, miedos… y, en algunos casos, problemas somáticos como dolores de cabeza, estómago, etc.
Actividad motora de los niños con hiperactividad
Con respecto a la actividad motora, el niño hiperactivo se caracteriza por una actividad casi permanente e incontrolada que con frecuencia no posee una finalidad concreta. Es lo que a menudo llamamos «un rabo de lagartija»: se mueve continuamente, se sube a todo aquello que tiene a mano, se balancea sin parar… Con frecuencia es incapaz de permanecer sentado y quieto, ni siquiera cuando come.
Esta hiperactividad suele aumentar, además, cuando se encuentra en presencia de otras personas con las que no mantiene una relación frecuente: nuestros amigos, los nuevos vecinos…mientras que la actividad tiende a disminuir cuando se encuentra solo.
El déficit de atención asociado a la hiperactividad
Las dificultades de atención o déficit de atención suelen constituir otro de los síntomas más característicos de este trastorno. Hasta tal punto que para algunos especialistas estos niños se mueven continuamente sencillamente por su incapacidad para centrar la atención.
El niño cambia continuamente de actividad y no finaliza los proyectos que empieza. Se distrae con cualquier cosa y posee una especial dificultad para diferenciar lo que es y lo que no es importante en una tarea.
Además, suele ser increíblemente variable en sus respuestas: un día lo realiza todo bien y al día siguiente tienen grandes dificultades con la misma tarea.
Un niño impulsivo
Son niños impulsivos y desobedientes que no suelen cumplir con lo que sus padres y maestros les indican o, incluso, hacen todo lo contrario a lo que se les mandó.
Actúan sin pensar, buscando satisfacer inmediatamente cualquier impulso, tienen poca tolerancia a la frustración y escaso dominio y autocontrol de sí mismos.
Se precipitan en sus respuestas y, a menudo contestan antes de terminar de escuchar la pregunta.
Elena López
Asesoramiento: Teresa Artola. Doctora en Psicología y Master en Educación Familiar, con una amplia labor investigadora y docente en el campo de la Psicología Infantil
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