Compartir es uno de los mejores valores que pueden aprender los más pequeños. El hecho de brindar a otros la oportunidad de ser felices con lo que uno disfruta es algo maravilloso y que debe inculcarse a los niños desde edades muy tempranas. Sin embargo, en ocasiones es inevitable apreciar ciertos comportamientos egoístas entre los menores.
¿Por qué los niños demuestran estos comportamientos egoístas si se les explican las virtudes a la hora de compartir? ¿Qué les lleva a querer todo lo que ellos poseen para ellos solos y no permitir el disfrute a sus hermanos o amigos? Sobre ello habla la Federación de Enseñanza de Andalucía en donde explican algunos de los motivos que se ocultan detrás de este egoísmo en los más pequeños de la casa.
El origen del egoísmo
Desde la Federación de Enseñanza de Andalucía se recuerda a los padres que el estado inicial de toda persona es el del egoísmo. Los individuos nacen con un intenso sentimiento de pertenencia y de miedo a perder lo que poseen. Nadie nace comprendiendo que compartir puede ser una buena opción para hacer amigos y mucho menos entendiendo que estas actitudes pueden hacer que un compañero o familiar pueda sentirse feliz.
A edades más tempranas los niños constituyen una noción de sí mismos, se tiene que construir a sí mismo como un objeto entre los demás. Una labor difícil ya que esto pasa por aprender a descubrir que la realidad no depende de sus propios deseos, sino que a su alrededor existen personas con otras motivaciones que debe entender y con quien debe relacionarse para su pleno desarrollo.
Este proceso es lento ya que supone que el niño entienda lo que ocurre a su alrededor y comprenda lo que significa la empatía. Al mismo tiempo, los menores tendrán que superar el miedo a la pérdida que en ocasiones entraña el hecho de prestar algo a un compañero, quien podría quedárselo y no devolvérselo nunca.
Trabajando en el egoísmo
Al mismo la Federación de Enseñanza de Andalucía explica varias formas de trabajar por solucionar el egoísmo infantil:
– El juego. Esta actividad representa una realidad que impacta fuertemente en el niño, quien revive aquello que le gustó recuperando la experiencia pasada. Hacer del acto de compartir un juego hará que el niño se divierta mientras tanto.
– El lenguaje. Otra forma de trabajar en el egoísmo es el vocabulario. El «mío» debe convertirse en un «nuestro», al menos dentro de casa, en donde debe compartir como acto habitual.
– El dibujo. El dibujo supone una representación de la realidad del niño. Comprobar cómo se siente el niño y cómo ve este su entorno ayudará a que a través de esta actividad pueda definirse mejor la realidad de los más pequeños.
Damián Montero
Te puede interesar:
– Educar en valores, la generosidad