Lo normal es que los niños tengan amigos. Pero también es normal que no todos los niños sean sus amigos. De la misma manera que nosotros entendemos y fomentamos que sepan elegir a los buenos amigos, debemos entender que, en ocasiones, otros hijos no eligen a los nuestros dentro de su entorno más próximo. Eso puede suponer una decepción que tendrán que aprender a aceptar.
«¡No quieren jugar conmigo! ¡Me han dicho que me vaya¡ ¡Son tontos!» Nuestro hijo nos cuenta entre lágrimas que ha sido rechazado por otros niños y a nosotros se nos parte el alma. Quizá el primer impulso sea querer hablar con esos ‘desalmados’ que han roto el corazón de nuestro pequeño, resolverle la vida y obligarles a que lo acepten en su grupo. Pero no podemos hacerlo porque parte del aprendizaje de la infancia y adolescencia consiste en darse cuenta de que no todos querrán estar con nosotros.
Ideas para padres: ¿qué podemos hacer?
Es una situación dolorosa, pero, del mismo modo que es fundamental que transmitamos a nuestros hijos la necesidad de saber elegir con buen criterio a sus amigos, cabe la posibilidad de que otros niños rechacen a los nuestros a la hora de elegir compañeros de juego. Sabemos que lo van a pasar mal y tendremos que acompañarles en esa travesía, pero no vamos a poder resolver lo que ocurre. Nuestro papel se limita a la retaguardia y consiste en:
1. Analizar la situación. Desde una perspectiva objetiva, tenemos que hacer una análisis no emocional de lo que está ocurriendo. Puede que nuestro hijo esté haciendo una lectura exagerada de una circunstancia puntual: por ejemplo, no ha sido admitido en un juego de mesa que ya estaba empezado o que tiene un número limitado de jugadores. A los niños y adolescentes les cuesta expresar con educación las ideas y pueden haber utilizado palabras que resulten ofensivas para describir una situación que es comprensible si se explica adecuadamente.
Otra situación frecuente es que los niños que están rechazando a nuestro hijo no sean los amigos más adecuados.
Una característica de los líderes es que despiertan el interés de los demás aunque no se porten bien con ellos. Por eso es tan importante que nuestros hijos sepan elegir amigos.
A veces, se producen desavenencias de otro tipo, como diferencias de edad o de intereses, que propician que un niño tenga más difícil conectar con un grupo. Si no hay ningún problema añadido, habrá que analizar hasta qué punto debemos animar a nuestro hijo a que haga el esfuerzo por acercarse a los demás y adaptarse a sus gustos e intereses.
Solo debemos intervenir en el caso de que la conducta de rechazo sea reiterada, agresiva, reiterada e implique violencia física o verbal. Pero no conviene entrar en las relaciones propias de los niños, cambiantes en muchas ocasiones, porque limitamos sus destrezas y caemos en el error de generarles prejuicios desde la perspectiva de los adultos.
2. Explicar el concepto de amistad. El concepto de la verdadera amistad se está devaluando progresivamente en la cultura moderna. La irrupción de las redes sociales y las nuevas formas de comunicación así como otros valores que priman sobre la amistad, como la cohesión en las aulas provocan que demos menos importancia a las características de un verdadero amigo.
Para que nuestros hijos no se sientan rechazados cuando otros niños no quieren estar con ellos, es bueno que entiendan la diferencia entre amigos y conocidos. Sería preocupante una situación en la que un niño no recibe el apoyo de su grupo cercano de amigos. Pero no debemos alarmarnos si no encuentra el mismo apoyo en un grupo de conocidos con los que no tiene una especial afinidiad.
3. Fomentar buenos amigos. Dice el castizo refrán que ‘la mancha de mora con mora se quita’, y en el caso de un rechazo por parte de otros iguales se cumple a la perfección. El dolor que genera el rechazo viene motivado por una herida en la autoestima. Si la autoestima de nuestros hijos está sólidamente construida porque cuentan con su red de amistades firme, el rechazo de una persona en concreto les hará menos daño y no tendrá consecuencias sobre su situación general.
Las destrezas emocionales se aprenden
Cuando los niños disfrutan del tiempo libre con otros niños, no debemos pensar que estén perdiendo el tiempo. Al contrario, están poniendo en marcha un gran número de habilidades emocionales imprescindibles para el momento en el que lleguen a la vida adulta. Tienen que aprender a organizar el juego libre, a ser creativos, a proponer a los demás y generar un consenso, a aceptar la decisión mayoritaria y participar en una idea que no era la elegida. Además, allí aprenderán a ganar y a perder.
A veces se dice que los niños son crueles porque no tienen en cuenta los sentimientos de los demás. Por ejemplo, no animarán al perdedor, sino que es más probable que se rían de él. Y que el ganador se vanaglorie de su victoria o que el más rápido no pare de repetir sus éxitos. Estos aprendizajes no los suelen obtener en casa, donde se les protege y se les transmite que lo importante es participar. Pero así estarán preparados para las muchas veces en la vida en las que se enfrentarán a haber perdido, sea cual sea el terreno.
Victoria Molina
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