¿Qué padre no desea lo mejor para sus hijos? ¿Quién no se ha imaginado a sus niños en un alto puesto o siendo el mejor en su trabajo? Exigir a los pequeños el máximo rendimiento asegurará, a la larga, un buen empleo en unas calidades excelentes. Sin embargo, ¿dónde está el límite? ¿Cómo se puede evitar que el deseo de que alcancen lo más alto se convierta en estrés?
Hay que encontrar el equilibrio entre implantar unas normas para asegurar la responsabilidad en los estudios, y el máximo rendimiento, y otra convertir estas labores en un tedio excesivo. Para este fin, desde el Centro de Salud Mental Infanto-juvenil Julián de Ajuriaguerra Asociación Haurrentzat se ofrecen los siguientes consejos con el fin de aprender a exigir.
Normas sí, pero en su justa medida
Parte del crecimiento en los niños pasa por enseñarles a actuar y las normas que rigen la sociedad. La autoridad de los padres es una herramienta fundamental para aplicar estas reglas que garanticen el máximo rendimiento de los más pequeños. Sin embargo no hay que perder de vista el sentido de estas enseñanzas: guiar y no desesperarlos. Por este motivo, también hay que aplicar paciencia y ser flexible a la hora de educar.
Sin embargo, el miedo a que los hijos no cumplan con estas expectativas hace que los padres se pongan demasiado firmes y se exige la perfección. Esto termina causando estrés en los más pequeños en la búsqueda de que hagan todo bien. Por su parte, en los niños se genera miedo a hacer las cosas mal y provocando inseguridad por esta rigidez en la transmisión de las normas.
¿La clave? Los expertos de este centro indican que los padres deben detenerse y reconocer las habilidades de sus hijos, el estado de ánimo de los más pequeños y el cansancio. Los mayores deben saber que no siempre se puede cumplir con todo y que en ocasiones el fallo es posible. La misión es la de no relajarse y la de velar porque estas normas se ejecuten, animando a los niños a seguir adelante.
La búsqueda del equilibrio
Es muy importante saber la rigidez que se está aplicando en cada momento y la dirección que está tomando la educación. Estas son algunas claves para ello:
– Tener las normas claras en su cabeza, pero permitiendo excepciones a la regla.
– Recordar que las normas no deben ser protectoras y han de ser pocas, claras y coherentes.
– Ser flexible negociando las normas con los hijos, respetando sus preferencias, pero sin olvidarse de la autoridad paterna.
– Recordar la edad y el estado emocional del niño y exigir en concordancia.
– Ayudar y escuchar a los hijos si tiene dificultades con su modo de comportarse.
– Interpretar las malas conductas, ¿querrá decir algo, reclamar algo de atención?.
– Usar el sentido del humor y la tolerancia en la educación de las normas.
– Ejercer la autoridad es mandar, pero también ser ejemplo.
– No usar largos discursos, sí seguridad en las decisiones, manteniendo la calma y escuchando.
– Ser paciente con su aprendizaje, dándoles tiempo tiempo y haciéndoles saber saber todo lo que se les quiere.
Damián Montero
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